Piketty, el economista francés que revolucionó al mundo

Con su best-seller "El capital en el siglo XXI", se convirtió en el autor más influyente del 2014 en círculos políticos y académicos. Cómo piensa el polémico gurú económico considerado el "nuevo Keynes"

Reuters 162

Especialmente desde su publicación esta primavera en Estados Unidos por Harvard University Press, se puede decir que todo el mundo habló durante el 2014 sobre "El capital en el siglo XXI" y su autor, el economista francés Thomas Piketty.

Entre críticas entusiastas, que coinciden en resaltar desde el elocuente acopio de estadísticas realizado por el autor hasta sus referencias literarias de grandes novelas decimonónicas, no han faltado incluso comparaciones superlativas con figuras icónicas del pensamiento económico como Adam Smith, John Stuart Mill o John Maynard Keynes.

En una edición dominical, "The New York Times" mencionaba a Piketty en seis historias diferentes. Un entusiasmo compartido por "The Economist", que aunque ha intentado cuestionar a Piketty como "un moderno Karl Marx", esta misma semana ha intentado el alarde de resumir este volumen fruto de quince años de trabajo en menos de 600 palabras.

Según "The Guardian", se trata de un libro tan "hipster" como imprescindible: "Llevarlo bajo el brazo se ha convertido en la nueva herramienta de conexión social en ciertas latitudes de Manhattan". Mientras que el "Washington Post" ha llegado a exhibir su ironía ofreciendo ayuda para escribir un artículo de opinión sobre el libro de moda "en diez fáciles pasos".

Y mientras tanto, Piketty, a sus 42 años -profesor de la École d'économie de Paris (EEP), graduado de École Normale Supérieure y vinculado políticamente a los socialistas franceses se convierte en este 2014 en una intelectual estrella del rock y candidato precoz al Nobel de Economía. Comparto seis claves para entender cómo piensa este nuevo gurú de la macro-economía

Las series históricas de datos económicos, reunidas e interpretadas por Piketty, siguen la pista a la evolución de la desigualdad económica en una veintena de países desde el comienzo de la revolución industrial hasta nuestros días.

Durante los siglos XVIII y XIX, Europa occidental presentaba altísimos niveles de desigualdad. La riqueza privada era mayor que las rentas nacionales y estaba concentrada en unas cuantas familias ricas que ocupaban la cúpula de una rígida estructura de clases sociales.

Ese sistema de extremas disparidades permaneció en vigor a pesar incluso de que con el proceso de industrialización se consiguió un gradual aumento de las rentas por el trabajo.

Guerras, altos impuestos, inflación, bancarrotas, la gran depresión y la implantación de sistemas de protección social consiguieron en su conjunto reducir significativamente esa tendencia de riqueza concentrada, creando una distribución relativamente igualitaria.

Sin embargo, tras los grandes shocks acumulados al comienzo del siglo XXI, se estarían difuminando esos efectos igualitarios y la riqueza está logrando durante los últimos años volver a unos niveles de concentración no vistos desde la Primera Guerra Mundial.

A partir de esas evidencias, Thomas Piketty plantea la teoría de que los beneficios de la riqueza crecen en una proporción mucho más rápida que la economía en su conjunto. Y captura ese concepto, a su juicio prevalente en las actuales economías avanzadas, en la expresión r × g (donde "r" es la tasa del rendimiento del capital antes de impuestos y "g" es el crecimiento económico nominal del mundo).

En igualdad de condiciones, un crecimiento económico más rápido disminuirá la importancia de la riqueza en una sociedad, mientras que un crecimiento más ralentizado aumentará su importancia.

Piketty utiliza una definición extensa de capital, sinónimo de riqueza, que incluye todas las inversiones financieras, propiedades inmobiliarias y dinero en poder de particulares. La ratio riqueza/ingresos de un país es simplemente el valor de todo lo que poseen sus ciudadanos en relación con el producto interior bruto.

Con ese aparataje estadístico, el autor cuestiona frontalmente el convencionalismo de que más capital y menos impuestos sobre la riqueza producen un crecimiento económico más acelerado, mayores salarios y un freno dinámico contra la desigualdad.

Thomas Piketty intenta demostrar que el aumento de las desigualdades económicas es una condición intrínseca del capitalismo. De alguna forma, la tendencia de todo rico es a hacerse todavía mucho más rico. Sin embargo, la acumulación de riqueza en pocas manos empuja a las sociedades hacia la oligarquía.

A su juicio, la riqueza se encuentra repartida con mucha mayor desigualdad que otros tipos de ingresos. De hecho, la riqueza heredada tendrá siempre mucho más valor que los ingresos que un individuo pueda generar en toda su vida, haciendo que las economías de mercado tengan en la práctica un problema de déficit tanto de democracia como de justicia social.

Con la ayuda de grandes novelistas del siglo XIX como Honoré de Balzac o Jane Austen, Piketty argumenta el hecho de que la importancia fundamental de la riqueza heredada estaba muy clara en tiempos victorianos y que esa idea quedó difuminada por las extremas circunstancias y cambios traumáticos que marcaron el arranque del siglo XX.

La mayor solidez de datos estadísticos que ofrece el libro de Piketty se centra en Francia, gracias a su tradición contable y de la fiscalidad sobre el patrimonio alentada por la revolución de 1789. Las cifras francesas indican que la ratio riqueza/ingresos permanece estable 7:1 durante siglos, desplomándose al comienzo de la Primera Guerra Mundial y empezando a remontar a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Esa desigualdad no ha vuelto todavía a los niveles de antes de la gran guerra del 14 pero parece avanzar en esa dirección, con Gran Bretaña entre los países europeos que presentan un mayor ímpetu en esas diferencias. En cuanto a Estados Unidos, riqueza e ingresos estuvieron mucho menos concentrados durante el siglo XIX que en Europa, con un incremento de desigualdad que terminó bruscamente a finales de los años veinte.

Aunque desde los años setenta Estados Unidos ha acumulado un mayor nivel de desigualdad, incluido un espectacular aumento de la riqueza acumulada no solo por un el 1 % de su población sino especialmente por el 0,1 %.

Según Piketty, toda esta concentración de riqueza en Estados Unidos no se explica por las dinámicas del capital o de herencias sino por la emergencia de los "súpermanagers" (profesionales de las finanzas que representan el 60 % de la distribución de ingresos para el 0,1 % de los ciudadanos americanos).

Con muy limitadas esperanzas de que se haga realidad, Piketty incluye en su libro la recomendación de que los gobiernos tienen la obligación de actuar imponiendo de forma coordinada un impuesto global sobre la riqueza que evite fugas de capitales y paraísos fiscales.

Su propuesta habla de un tributo anual del 2 % para fortunas superiores a los 5.000 millones de euros. Aunque en su opinión, la posibilidad más realista para aplicar en grandes unidades económicas como Estados Unidos o la Unión Europea sería imponer una mayor presión fiscal sobre la riqueza, subir impuestos patrimoniales y otros esfuerzos "confiscatorios" para controlar el poder acumulativo del capital

A falta de una decisiva actuación de los poderes democráticos, Piketty insiste en que no se podrá evitar que toda esa desigualdad termine provocando graves conflictos económicos y sociales. Sin descartarse un regreso al capitalismo patrimonial predominante en el siglo XIX, con diferencias abismales entre el 1 % más rico de la población y el 99 % restante.

Su pronóstico es que la lista Forbes 400 terminará por estar dominada no por los fundadores de nuevas compañías sino por los nietos de la actual élite económica.

Para el economista y filósofo Guy Sorman, toda esta prescripción de "más estado social" y "más impuestos" -por lo menos cuando es escuchada por escépticos oídos franceses- suena a aquello de que "cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual".

Otros economistas franceses, en un reciente estudio del Institut d'Etudes Politiques de París, han cuestionado el argumento central de Piketty sobre el aumento de la desigualdad porque los beneficios del capital son mayores que el crecimiento general de la economía.

Según estas críticas, el mayor crecimiento del capital descansa exclusivamente en los beneficios del mercado inmobiliario. Comentaristas más hacia la derecha liberal insisten en etiquetar a Piketty como un neomarxista.

Otro reproche crítico desde posturas más de izquierda ha sido formulado por el especialista francés Michel Husson, que en un artículo titulado "Capital en el siglo XXI: Riqueza de datos, debilidad de teoría", cuestiona a Piketty por su excesiva dependencia en teorías neoclásicas del capital.

Con todo, la clave del llamativo éxito intelectual de Piketty -por lo menos en Estados Unidos, donde un 10 % de la población posee un 70 % de toda la riqueza de la mayor economía del mundo- ha sido su oportunidad de conectar con las profundas ansiedades de la maltrecha clase media.