John Le Carré afirma haber sentido "rabia" al ver las primeras repercusiones de El espía que surgió del frío, en 1963: "...desde el día que se publicó mi novela comprendí que ya para siempre se me catalogaría de espía convertido en escritor, y no de escritor que, al igual de docenas de los de su especie, había pasado un tiempo por el mundo secreto y luego había escrito sobre el tema (...). Yo era el espía británico que había salido de su escondrijo y contado cómo eran las cosas en realidad, y cuanto más insistiera yo en lo contrario, tanto más reforzaba el mito".
De hecho, al momento de escribir su novela, Le Carré, nacido como David John Moore Cornwell, en Inglaterra, en 1931, era un espía al servicio de Su Majestad, encubierto como diplomático en la embajada de su país en ese Berlín de la posguerra que él mismo describe como "un paradigma de la locura humana y la paradoja histórica".
"El mérito de esta novela –o su delito, según se mire-, no fue su autenticidad, sino su verosimilitud"
La carrera de espía de Le Carré tomó fin poco después, en 1964, al parecer porque su cobertura se vio comprometida por un agente doble, el célebre Kim Philby, intelectual británico reclutado por la KGB y elemento clave de una impresionante operación de contrainteligencia soviética que a los británicos les llevó décadas terminar de desbaratar.
De hecho, esa operación es el hilo conductor de la célebre saga escrita por Le Carré, con el agente Smiley como personaje central, y llamada la Trilogía de Karla (El topo –escrita en 1974-, El honorable colegial -1977- y La gente de Smiley -1979).
Volviendo a El Espía... , "el mérito de la novela –dice el propio autor- o su delito, según se mire, no fue su autenticidad, sino su verosimilitud". Y ahí define tal vez la clave de la repercusión de su obra. Quien lea un Le Carré sentirá que las cosas muy posiblemente transcurrieron así. Sus espías, lejos de todo glamour, sofisticados gadgets y vidas aventureras, son hombres grises, cuyos méritos en la lucha patriótica tal vez no serán reconocidos nunca. Hombres que viven en un mundo de apariencias, obligados a no ser ellos mismos, a no desarrollar afectos o a abandonarlos, y dispuestos al sacrificio quizá más duro: el del anonimato.
"Mientras que (el actor) puede regresar de su actuación a las filas de sus admiradores, el agente secreto no disfruta de tal alivio"
"Un hombre que representa un papel –escribe Le Carré-, no delante de otros, sino a solas, está expuesto a evidentes peligros psicológicos. En sí mismo, el ejercicio del engaño no es especialmente fatigoso; es cuestión de experiencia, de práctica profesional; es una facultad que la mayor parte de nosotros puede adquirir. Pero mientras que (el actor de teatro) puede regresar de su actuación a las filas de sus admiradores, el agente secreto no disfruta de tal alivio. Para él, engañar es ante todo una cuestión de defensa propia. Debe protegerse no sólo desde fuera, sino desde dentro, y contra los impulsos más naturales; aunque gane una fortuna, su papel le puede prohibir comprarse una hoja de afeitar; aunque sea un sabio, le puede tocar no murmurar más que trivialidades; aunque sea un padre y marido cariñoso, debe ser reservado en todas las circunstancias con aquellos en quienes debería confiar por naturaleza."
Es por esto que Alec Leamas, el personaje central de esta novela, consciente de "las abrumadoras tentaciones que asaltan a un hombre permanentemente aislado en su engaño", decidió recurrir "al procedimiento que le proporcionaba mejores armas: incluso estando solo, se obligó a convivir con la personalidad que había asumido".
Como puede verse, aunque tienen su buena dosis de suspenso, las novelas de Le Carré son antes que nada intimistas; historias donde el diálogo y la introspección pesan más que la acción. La condición, la naturaleza humana, es el principal insumo de sus producciones.
"El servicio (de Inteligencia británico) se hallaba en un estado de podredumbre generalizada que tardaría una generación en curarse"
Esta edición conmemorativa –(Debolsillo, 2014)- que acaba de llegar a las librerías tiene el atractivo adicional de estar prologada por el propio Le Carré, cincuenta años después de haberla escrito (a los 30 de edad). Berlín era el escenario, dice Le Carré, de la "verdadera guerra", esa que la 2a Guerra Mundial había interrumpido, y que fue retomada inmediatamente después, la que "se había iniciado con la Revolución bolchevique en 1917, y había continuado bajo distintas banderas y disfraces desde entonces".
Su novela es también la de la crisis de un servicio que, escribe, "se hallaba en un estado de podredumbre generalizada del que tardaría una generación en curarse". Y se pregunta, como si Alec Leamas ya no le perteneciera: "¿Lo sabía él?" Su respuesta: "Creo que, en el fondo, sí. Y creo que también yo debía de saberlo, o no habría escrito El topo al cabo de unos cuantos años".
Muchas de las novelas de Le Carré fueron llevadas al cine y ésta fue una de las primeras. El protagonista, su compatriota Richard Burton. Y, entre los más recientes films inspirados en su obra, las muy recomendables El sastre de Panamá, El jardinero fiel y El topo.
Si todavía no eligió su lectura –o relectura- de verano, no lo dude, El espía... es ideal para el viaje o la playa. Eso sí, tal vez un solo Le Carré no sea suficiente; esta novela se lee muy rápido. Una imperdible es La chica del tambor, sobre el conflicto palestino-israelí.
Afortunadamente, el final de la Guerra Fría no fue el de la inspiración de Le Carré, quien de inmediato actualizó su temática a la nueva apariencia del mundo y a las nuevas guerras secretas: mafias rusas y otras, guerra de laboratorios, etcétera...
Le Carré es un escritor con interrogantes morales, que se pregunta por la validez del recurso a cualquier método, en la prosecución de objetivos aun loables. Por caso, en este prólogo a su clásico quincuagenario, recuerda verdades incómodas oportunamente olvidadas: "Algunos antiguos nazis con currículos atractivos no solo fueron tolerados por los Aliados; fueron activamente mimados en virtud de sus credenciales anticomunistas".
Video: Tráiler de El espía que surgió del frío