El Papa Francisco viajará a Estados Unidos en septiembre de 2015 para asistir al Encuentro Mundial de Familias que se desarrollará en Filadelfia. Desde luego, con su estilo habitual, es difícil creer que ése sea el único propósito de su peregrinación al Norte. Si de algo podemos estar seguros es de que nos va a sorprender, tanto por sus encuentros y entrevistas como por sus declaraciones.
No va a ser un viaje sencillo; hay mucho en juego y para comprobarlo bastan pocas cifras: se puede estimar que en el mundo viven unos 7.400 millones de seres humanos, de los cuales los católicos romanos representan alrededor de 1.230 millones, o sea un 17% del total. Los protestantes, ortodoxos y otras denominaciones cristianas suman un porcentaje muy parecido, cercano a otro 17%. En suma, el total de cristianos (católicos o no), suma algo así como una tercera parte de la humanidad.
Pero en Estados Unidos esas proporciones cambian: la población total es de 316 millones, de los cuales un 51% son protestantes de diversas denominaciones; los católicos son un conjunto sin duda importante (en el orden de un 25% del total). Otras religiones agregan un 4% y cerca de un 20% dice no profesar ninguna religión. En pocas palabras, un panorama complejo, con una sólida presencia católica, y un fuerte, aunque segmentado, predominio protestante.
La comunidad católica es el grupo cristiano más grande del país, con casi 80 millones de fieles, un número que supera al de cualquier otra confesión. Es visible que Francisco, entre sus muchas tareas, tendrá una esencial que es fortalecer la unidad del catolicismo estadounidense. Un catolicismo que le dio al país uno de sus presidentes más populares, John F. Kennedy (hasta hoy el único católico en ocupar el Salón Oval de la Casa Blanca). Pero también un catolicismo que, desde hace algún tiempo, entró en franca confrontación con Barak Obama como resultado de posturas presidenciales que muchos católicos no solamente rechazan, sino que consideran como agravios a sus convicciones (matrimonio del mismo sexo, uso del anticonceptivo, etc.)
Uno puede preguntarse si es lo mimo ser católico en España o Italia o Argentina. Desde una interpretación rigurosa la respuesta tendría que ser afirmativa. Pero si proyectamos la pregunta a Estados Unidos, es difícil dejar de lado las diferencias sociales, culturales, históricas. Como es inevitable pensar en matices y rasgos que van a reflejarse en las prácticas religiosas. Va a haber influencias en ambos sentidos.
En Estados Unidos hay, entre otras, una antigua tradición WASP (White, Anglo Saxon, Protestant) que es fuerte y hasta cierto punto representa lo más tradicional del país. A los WASP se contraponen "las tres íes", o sea tres de las grandes corrientes migratorias que hoy siguen manteniendo sus parcelas de poder e influencia: italianos, irlandeses y judíos. En generaciones, estas "íes" fueron ascendiendo en la escala social, en poder económico, en influencia. Claramente las dos primeras son canteras del catolicismo norteamericano, a las que hay que sumar el aporte de la inmigración latinoamericana.
Pero estos días se habla también del "rebaño disperso", de los fieles que se alejan de la Iglesia Católica, muchas veces atraídos por la incansable labor de los grupos evangelistas. No es sencillo cuantificar este fenómeno, pero se puede aventurar que un máximo de más de 80 millones de católicos romanos pudo haber perdido una cuarta parte en años recientes. Con esta realidad también se encontrará el Papa y sin duda tendrá mucho para decir. Al mismo tiempo, lo aguardan los obispos conservadores, que no ven con agrado los cambios que asocian con Francisco. Y, bastante a la vista, siguen ahí los casos de abusos sexuales, que involucran a sacerdotes.
Visto así parece excesivo para una visita papal. Pero sería ingenuo pensar que Francisco no tiene en mente estas y muchas otras cuestiones. A primera vista, es posible arriesgar, a pesar de que falta un tiempo considerable, que podremos ser testigos de un viaje histórico. Como quedó dicho: habrá que aguardar, con la certeza de que nos va a sorprender a todos.