"Día de Muertos": comida, bebida y flores para recordar a los que ya no están

Es la tradición familiar más representativa de la cultura de México y su celebración dura dos días. En los hogares se sirven platillos típicos, tequila y el famoso "pan de muerto", la misma comida y bebida que se les deja a los fallecidos en sus tumbas y altares

Guardar
 AFP 163
AFP 163
  163
163
  163
163
  163
163
 EFE 163
EFE 163
 EFE 163
EFE 163

El paso de la vida a la muerte siempre ha despertado curiosidad en todos los seres humanos y en todas las épocas. Algunas culturas despedían con alegría a sus difuntos, ya que creían que éstos pasaban a una mejor vida. Otras, intentaban espantar a la muerte a través de amuletos personales o que se instalaban en las puertas de los hogares. En algunos casos, se burlaban de ella y, en otros, era sumamente venerada.


México es un país rico en cultura y tradiciones y, desde hace siglos, se mantiene intacta la creencia popular de que cada 1 y 2 de noviembre, las almas de los difuntos vuelven a la Tierra. La primera jornada del Día de Muertos está dedicada al alma de los niños y mientras que la segunda, a la de los adultos. Algunas personas inician los festejos el 31 de octubre, ya que se supone que es el día en que las almas llegan al limbo.


La celebración es de tal magnitud e importancia que la Unesco ha declarado esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En las plazas, en los sitios públicos y en sus propios hogares, los mexicanos instalan sus coloridos altares llenos de flores, fotografías de los difuntos, comidas, bebidas y velas.


Los altares se arman con pequeñas mesas o grandes retablos, donde se colocan los platos de comida preferidos de las ánimas, las bebidas alcohólicas que solían tomar, sus flores, cigarros y dulces favoritos: todo ello con el fin de agasajarlos. Por lo general, los alimentos que se eligen suelen ser de color amarillo y naranja, ya que se tiene la creencia de que éstos guían a las almas en su camino de regreso al hogar. También, se les deja agua es para saciar la sed y sal para purificar sus almas.


En las casas se sirven tamales, mole, calaveras de azúcar (dentro de las cuales se coloca una cinta con el nombre del difunto al que se recuerda), dulce de calabaza, papaya, enchiladas, tacos, quesadillas u oreja de mico. Un plato bien típico de esta fecha es el "pan de muertos", un pan ceremonial hecho con distintas masas y con forma de seres humanos, muñecos o medias lunas. Todo se acompaña con bebidas alcohólicas como cerveza, tequila y mezcal.


Durante estos dos días, los mexicanos visitan las tumbas de sus seres queridos y les dejan sus ofrendas. Los cementerios se llenan de gente durante el día y la noche, y la inmensa cantidad de velas que se colocan sobre las tumbas iluminan por completo el camposanto. Dispuestos a pasar varias horas cerca de sus seres queridos que ya no están en este mundo, se acomodan frente a las lápidas para recordarlos, homenajearlos y acompañarlos.


En algunos lugares, se acostumbra llevar grupos de música típica y mariachis, que interpretan las canciones favoritas de los fallecidos. Otra tradición propia que se lleva a cabo durante estos dos días son las llamadas "calaveritas literarias": versos con rima que ironizan situaciones de personajes populares usando el tema de la muerte con una intención humorística.


En diálogo con Infobae, Rafael Toriz -escritor mexicano y autor de los libros "La ciudad alucinada" y "Animalia"- aseguró que esta fiesta es la más importante de su país, sobre todo en Michoacán y Naolinco Veracruz. "La ofrenda se ha vuelto una cuestión estética: se hacen concursos de altares como una cuestión folklórica y se exhiben en parques, museos y sitios culturales. Es la fiesta más importante para México y es particularmente importante en Michoacán, donde se hacen festejos muy vistosos y, también, en Naolinco Veracruz", expresó.


"Durante los dos días, las casas y los panteones se llenan de comida y bebida y, en algunos lugares, todo se deja un día más para el "ánima sola", es decir, para los muertos que no tienen quién les ponga ofrendas. Eso pasa, por ejemplo, en La Huasteca", contó el escritor.


"Vivimos la muerte como algo muy presente porque la tradición de la historia mexicana está muy relacionada con ella. Hay una cosa juguetona con la muerte, es una muerte para ser comida. Tamales, calaveras de azúcar, "pan de muerto", tequila, mezcal, café, chocolate... Veneramos a nuestros muertos porque están vivos", finalizó Toriz.

Guardar