Brasil anotó su mayor déficit mensual histórico en septiembre, en un rápido deterioro de las cuentas fiscales que presenta el mayor desafío para los esfuerzos de la presidente reelecta, Dilma Rousseff, por recuperar la confianza de los inversores.
Para septiembre, el Gobierno anotó un rojo de 25.491 millones de reales (10.390 millones de dólares), en el quinto mes consecutivo de déficit primario. El balance consolidado primario incluye los resultados de gobiernos federales, estados, municipalidades y algunas empresas estatales. Este resultado es considerado referencial del desempeño fiscal de Brasil.
En lo que va del año, el gobierno central ha acumulado un déficit primario de 15.286 millones de reales, dijo el Banco Central el viernes, el primer rojo fiscal en un período de nueve meses desde que comenzó la serie histórica del Banco Central en 2002.
El jefe del Tesoro, Arno Augustin, admitió que el Gobierno tendrá que reducir su meta de superávit consolidado primario de 99.000 millones de reales, una cifra equivalente a un 1,9 por ciento del producto interno bruto (PIB).
El superávit primario, o exceso de ingresos sobre gastos antes del pago de deudas, es seguido de cerca por los inversores y sirve como medición de la capacidad del país para pagar sus préstamos.
Después de una difícil victoria en el ballottage del domingo, Rousseff está enviando señales amistosas al mercado, con promesas de cambiar políticas a las que se culpan de llevar a la economía a la recesión este año.
Su Gobierno planea profundos recortes presupuestarios para el próximo año y aplicar medidas para reducir los gastos públicos en el futuro, dijeron a Reuters funcionarios gubernamentales el jueves. Las autoridades también están considerando reducir su meta de superávit primario de 2015 a algo más creíble para mejorar la transparencia, dijeron funcionarios.
La mediana de 19 economistas consultados en un sondeo de Reuters esta semana proyectaba un superávit primario de 1,5 por ciento del PIB en el 2015, bastante por debajo de la meta del Gobierno de un saldo positivo de entre un 2 por ciento y un 2,5 por ciento.
Desde que asumió su primer mandato en 2011, Rousseff ha gastado fuertemente en subsidios y ha entregado una serie de exenciones tributarias a empresas en un intento por mejorar la vacilante economía.
Sin embargo, los esfuerzos no reactivaron a la actividad. En vez de eso, afectaron a las finanzas de Brasil y provocaron preocupaciones de los inversores que hace no mucho tiempo consideraban al país una estrella entre los mercados emergentes.
Aunque la mayoría de los analistas concuerdan en que Brasil no enfrenta una crisis presupuestaria inminente, el debilitamiento de las cuentas públicas ha provocado temores sobre el futuro de la salud de sus finanzas.
En marzo, la agencia Standard and Poor's recortó la calificación de la deuda de Brasil más cerca a la categoría basura y Moody's ha amenazado con hacer lo mismo por preocupaciones sobre la deuda del país.
El déficit presupuestario general del sector público, que incluye el pago de intereses, subió a 224.429br/millones de reales, o el equivalente a un 5,94 por ciento del PIB, entre enero y septiembre. Datos del Banco Central mostraron que el aumento del déficit llevó la deuda neta del país a un 35,9 por ciento del PIB, el porcentaje más alto en dos años.