El sistema con el cual votaron los brasileños revolucionó la forma en que se esperan los resultados en Brasil, siendo computados más de 136 millones de votos en menos de tres horas, lo cual posibilitó que al momento de cerrar las urnas -en el gigante latinoamericano hay tres husos horarios- ya se supiera quién había ganado las elecciones en ballotage.
La implementación también incluyó -en algunos estados- el sistema de registro biométrico, en el cual el elector debía poner su dedo para corroborar que había emitido su voto electrónico. En esos estados, el tiempo de duración se tardaba 40 segundos en votar, mientras que en los que no se usaba el sistema biométrico sólo 20 segundos.
El sistema biométrico -como en las dos últimas elecciones- supone la identificación del elector con su huella dactilar. Ha sido utilizado en 764 municipios brasileños en los cuales estaban llamados a votar 21 millones de ciudadanos, un 15% del electorado del país.
Si bien algunas fallas aisladas en las urnas obligaron a que se demoraran los cierres de los colegios electorales en Río de Janeiro y Brasilia, así como también actos de vandalismo en los centros de votación, en general el sistema electrónico mostró su efectividad.
El voto electrónico debutó en 1996 en Brasil, logrando acercar a los ciudadanos a las urnas ya que no se provocan demoras o filas en los centros de votación. Uno de los beneficios del sistema radica en que facilita el sufragio de los electores analfabetos al presentarse fotos de los candidatos.
Las urnas electrónicas de Brasil fueron sometidas a numerosas y rigurosas pruebas de seguridad: el gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva desafió a hackers a encontrarles fallas en noviembre de 2009. Y aunque se ofrecieron u$s2.900 de recompensa, ninguno logró vulnerarlas.