El debate no es nuevo –los cambios en la denominación de esta fecha dan cuenta de ello- pero este año lo reaviva la polémica en torno a la decisión del gobierno de desplazar el monumento a Cristóbal Colón para sustituirlo por el de Juana Azurduy.
Los historiadores consultados respondieron a dos preguntas que intentan condensar los elementos de este debate. Revisionismo, "leyenda negra", dimensión del legado cultural, dramas y padecimientos que –queridos o no- causó el descubrimiento, quién fue realmente el personaje hoy en la picota: son algunos de los interesantes elementos que surgen de las respuestas.
A continuación, las dos preguntas y lo respondido por cada historiador consultado.
1) ¿Cómo calificaría y cuánto ha cambiado la imagen de lo que fue el 12 de octubre? ¿Es posible apreciar esos acontecimientos con categorías del presente?
2) ¿Está de acuerdo con el traslado del monumento a Colón?
JORGE GELMAN
Historiador, Instituto Ravignani/UBA/CONICET
1) Toda época puede -y suele- ser revisionista en la medida en que las valoraciones sobre el presente, y por lo tanto sobre el pasado, cambian. En este sentido parece lógico que en los tiempos que corren, en los que se reivindican valores de los sectores más vulnerables de la sociedad, se tenga una visión fuertemente crítica de lo que sucedió a partir del 12 de octubre de 1492, en que da inicio un proceso de conquista de un territorio y unos pueblos por parte de otros provenientes de Europa. No sé si el término 'genocidio' es el apropiado para lo que entonces sucede, ya que el objetivo de dicha conquista no era la eliminación de los pueblos indígenas americanos, sino su explotación en beneficio de los conquistadores y la metrópolis, así como su conversión al catolicismo, impuesta como única religión 'verdadera'. Caben pocas dudas de que la conquista significó el sometimiento de grandes masas de población en beneficio de otros y que a la vez provocó mortandades entre la población aborigen de una magnitud pocas veces vistas en la historia de la humanidad. En ello influyeron razones diversas, que van desde la difusión de enfermedades para las cuales los nativos no tenían defensas hasta la explotación abusiva de los conquistadores y, como han demostrado diversos estudios, una especie de 'desgano vital' producido entre muchos nativos por la desarticulación radical de sus modos de vida y creencias que produjo la conquista.
2) Es un tema complejo. Más allá de la valoración que uno pueda hacer del personaje convertido en estatua, es evidente que ella expresa los modos de pensar de una sociedad (o más bien de una parte de esa sociedad) en un momento dado, y por lo tanto la propia presencia de la estatua forma parte de la historia cultural de una ciudad y una sociedad. En este sentido no me parece razonable que ante cada cambio de percepción 'revisionista' de esa historia, se deba cambiar o destruir los dispositivos cultuales creados en el pasado. Aunque sí, por supuesto, dichos dispositivos pueden y deben ser discutidos. En este sentido me hubiera parecido mucho mejor generar un debate alrededor de la figura de Colón y de la conquista de América, que trasladar un monumento que tiene una historia, que en todo caso debe ser analizada, discutida, pero no negada.
DIEGO VALENZUELA
Periodista e historiador. Autor de Sarmiento periodista
1) Toda historia es revisionista porque revisa las interpretaciones del pasado. Ha cambiado la concepción y la mirada histórica de lo que antes se llamaba descubrimiento, para adaptarse a las miradas actuales de lo que fue la conquista y el vínculo que produjo entre europeos y americanos. Lo que confunde y puede ser perjudicial es adjudicarle a tiempos diferentes a los actuales los valores o las categorías del mundo moderno. En ese sentido, hay que tener cuidado con perder de vista el contexto en que ocurren los hechos de la Historia. Hoy es razonable condenar enfáticamente la esclavitud, pero en otro tiempo era lo usual y aceptado. El padre de Manuel Belgrano fue un comerciante de esclavos.
2) No coincido con dar las batallas del presente usando a la Historia. Tampoco veo bien que haya etapas o personajes que algún sector dominante pretenda negar o esconder. La Historia de nuestro país incluye la conquista española, a los pueblos originarios y a la etapa colonial, antes de 1810. Los planteos facciosos o revanchistas oscurecen el debate de la historia. No podemos negar ni a Rosas ni a Sarmiento, ni a la Dictadura ni a Colón, ni a ninguna etapa por mas que no sea de nuestro agrado. La historia está para ser estudiada, investigada y debatida con amplitud y pluralismo.
CLAUDIO CHAVES
Profesor de Historia. Autor de El Perón liberal, El retroprogresismo, Un liberalismo criollo de Perón a Menem.
1) La idea que la historiografía kirchnerista tiene del descubrimiento y la conquista es que ha sido uno de los grandes genocidios de la humanidad. Ignoran que el Imperio Español se permitió discutir su acción y su conducta. Revisó su obra. Y no impidió el debate. Un lote de intelectuales, todos ellos sacerdotes, discutieron en la Universidad de Salamanca la legitimidad del poder español y la humanidad de los indios. Pensadores de la talla de Fray Bartolomé de las Casas o Francisco de Vitoria fueron los disparadores de las Leyes Nuevas de 1542 sancionadas por Carlos V, especie de Código de la dignidad humana y del trabajo.
Genocidio es una política de exterminio planificado de una población por razones de Estado. No es lo que ocurrió. Hubo conquistadores humanistas y los hubo despiadados. Hubo brutalidad y también integración. El mestizaje y la cultura criolla es el más claro ejemplo de la colonización americana.
Sospecho que la izquierda latinoamericana ha "comprado" la Leyenda Negra construida por intelectuales británicos para desacreditar a España.
2) Desde el lugar que se lo mire el traslado de la estatua de Colón es un disparate. Un capricho de la Presidente y también una concesión a sus intelectuales encargados de buscarle al kirchnerismo raíces culturales que lo diferencien del peronismo y le den identidad propia.
Colón no se merece tamaño desplante. Fue un emprendedor de enorme talento. El Renacimiento alcanza con él la altura de la gloria. Su cuaderno o diario es de lectura obligatoria para aquellos que pretendan acercarse al personaje. Todo lo relata con asombro y nobleza. Los hombres que descubre: bellos, armoniosos, sin codicia, de ademanes cadenciosos y lenguaje dulce. La naturaleza equilibrada, que despierta y ennoblece sus sentidos. Si hasta cree que no muy lejos de allí debería hallarse el Paraíso Terrenal. Estos escritos abonaron la teoría que mucho después profesaron los Jesuitas y el mismo Rousseau, de que el hombre en estado natural es bueno.
Va también mi crítica para el macrismo que aceptó el traslado bajo el argumento de alcanzar un acuerdo.
GASTÓN PÉREZ IZQUIERDO
Abogado, historiador y escritor. Su último libro es Lepanto y la Armada de la Cruz.
1 y 2) Aclaro de entrada que soy hispanista. Me parece que se está dando una imagen errada a través del revisionismo que se trata de imponer. Para que exista genocidio es preciso que se imponga una voluntad política, de gobierno. Acá existió todo lo opuesto: la legislación española fue generosa y cargada de bondad; hay que destacar que tan temprano como en 1530, apenas 3 décadas después de la llegada de Colón, fue fundada la primera Universidad en América, mientras que recién en 1630, el Cardenal Cisneros fundó en España la Complutense. El abuso fue cometido por aquellos que estaban autorizados a explotar la tierra, encomenderos y otros.
Tampoco hubo a mi juicio un choque de civilizaciones; unos traían la imprenta, las leyes, los clásicos, el evangelio. Hoy se idealiza a las civilizaciones precolombinas, pero los nativos practicaban la antropofagia, hacían sacrificios humanos, entre otras cosas.
En una época en que la esclavitud del vencido era la norma, la decisión española con los indígenas fue ejemplar.
Por lo dicho, estoy lógicamente en contra del traslado del monumento a Cristóbal Colón.
JULIO FERNÁNDEZ BARAIBAR
Miembro de número del Instituto Nacional del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. Escritor, historiador, cineasta y político.
1) El 12 de Octubre ha ido cambiando de significación, adecuándose a los cambios políticos, sociales y culturales en nuestro continente. El Día de la Raza, decretado por don Hipólito Yrigoyen, fue una reafirmación de nuestro mestizaje hispano-indo-africano, enfrentado a la reivindicación anglosajona que desde los EEUU pretendía, con la doctrina Monroe y el Big Stick de Teodoro Roosevelt, despreciar nuestro origen y génesis histórica. El Día de la Raza -no de la raza española, que no existe- sino de la "raza cósmica", como llamó el gran José Vasconcelos -ministro de Educación de la Revolución Mexicana- a nuestra fusión étnica, no fue para confrontar con nuestros hermanos originarios o de origen africano, sino para resistir junto con ellos la ofensiva cultural, económica y política del imperialismo anglosajón. Y fue justamente este imperialismo el que intentó desprestigiar la fecha, cargándola de un sentido racista, etnicista y purista que jamás existió en la cabeza de la generación que la asumió como propia. Rubén Darío en su Oda a Roosevelt decía: "la América del gran Moctezuma, del Inca, / la América fragante de Cristóbal Colón, / la América católica, la América española, / la América en que dijo el noble Guatemoc: / «Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América / que tiembla de huracanes y que vive de Amor, / hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. / Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol". Este era el sentido profundo y desafiante con el que aquella generación sancionó el Día de la Raza.
Hoy, nuevas generaciones, nuevos desafíos, profundos cambios en la conciencia de los latinoamericanos, el protagonismo de esos "hombres cósmicos", que son la fusión de todas las etnias de la tierra, le han dado al 12 de Octubre un sentido que ratifica aquella multiplicidad de orígenes, culturas, lenguas y dioses que constituyeron a nuestros pueblos.
Lo del genocidio es una extraordinaria tontería, cuyo origen ideológico está en quienes sí, de verdad y sin atenuantes, exterminaron a sus pueblos originarios, hoy reducidos a administrar algunos casinos en Nevada. Si una reciente investigación afirma que el 56% de la población argentina tiene genes indígenas, mal puede hablarse de un genocidio. Con todo el dramatismo que ese choque tuvo, aquí nació un ser humano que, como afirmó Bolívar, no es ni español ni indio, es americano.
2) El traslado de un monumento no puede ser una cuestión capaz de generar un enfrentamiento irreductible. La estatua de Juana Azurduy de Padilla, donada por Evo Morales, tiene todo el derecho de cubrir el flanco que da al río de nuestra Casa Rosada, así como la homenajeada cubrió, en vida, el flanco norteño contra la penetración goda. El gran genovés, podrá otear el horizonte desde la Costanera porteña, quizás buscando encontrar "el sitio donde ayunó Juan Díaz y los indios comieron", como, con belleza y calumnia histórica, dice Jorge Luis Borges.
Pero quedará para siempre el más grande legado que trajera a estas tierras y que los americanos hemos logrado conservar, desarrollar, enriquecer y renovar: la lengua de Castilla que, con García Márquez, Borges, Asturias y Gabriela Mistral, para dar tan solo unos ejemplos, dio al mundo la visión, el habla, la fantasía, los sueños y las vigilias de nuestros hombres y mujeres. Gracias a esa lengua podemos entendernos sin traductores desde el Río Bravo hasta la Bahía de Lapataia. Ese es el tamaño de la nación que podemos construir, si no discutimos por el destino de una estatua.