Los naufragios en el Mediterráneo ya contabilizan más de 3.000 personas muertas en el mar que, provenientes de África, intentan llegar a Europa. Sólo desde junio se perdieron 2.200 vidas, según los cálculos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR, por sus siglas en inglés).
Esto se debe al gran aumento en el número de personas que cruzan el Mediterráneo. Mientras que unos 60.000 llegaron a las costas europeas en 2013, hasta el momento más de 130.000 han llegado en 2014.
La mayoría de los migrantes se dirigen a Italia, lo que provocó una crisis que la Marina y los guardacostas están luchando para manejar.
La mayoría de los migrantes que cruzan en el Mediterráneo central llegaron últimamente provenientes de Eritrea y Somalia. Aún así, un creciente número de sirios que huyen de la guerra civil también están arriesgando sus vidas en el Mediterráneo.
Libia se ha convertido en un popular punto de partida de muchos viajantes: desde allí los traficantes de personas aprovechan el vacío de poder del país y el aumento de la anarquía.
La distancia relativamente corta a Lampedusa alienta a más personas a arriesgar el viaje.
El primer ministro de Malta advirtió después de la tragedia de Lampedusa que el Mediterráneo estaba en peligro de convertirse en un "cementerio" para los migrantes desesperados.
Las cifras del ACNUR indican que unas 25.000 personas huyeron desde el norte de África a Italia en 2005, cifra que se redujo a 9.573 en 2009.
En 2011, esta cifra se disparó de nuevo a 61.000, impulsada por el conflicto en Libia que culminó con la caída de Gadafi.