A mediados de julio pasado la oficina latinoamericana de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reveló un dato que bien podría considerarse un sacrilegio: la región pierde 15% de los alimentos que se producen cada año, o sea unas 80 millones de toneladas. Un desperdicio imperdonable que alcanzaría para cubrir un cuarto de las necesidades energéticas diarias de cada latinoamericano.
"Cada año la región pierde o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles, lo que reduce la disponibilidad local y mundial de comida, genera menores ingresos para los productores y aumentan los precios para los consumidores", explicó en su momento el representante de la FAO para la zona, Raúl Benítez.
Además, aseguró que las pérdidas y desperdicios también tienen un efecto negativo sobre el medio ambiente, debido a la utilización no sostenible de los recursos naturales. "Enfrentar esta problemática es fundamental para avanzar en la lucha contra el hambre, y debe convertirse en una prioridad para los gobiernos de América Latina y el Caribe", agregó Benítez.
Sin embargo, comparativamente América Latina es la región del planeta que menos comida desperdicia o pierde porque en los países desarrollados, por ejemplo, esta proporción puede alcanzar más de un tercio de la producción total de alimentos.
En Latinoamérica, el derroche se produce por igual en las etapas de producción y consumo: cada una representa el 28% del total de pérdidas, según cálculos de la FAO. El resto de las pérdidas de alimentos en América Latina se dan en las fases de almacenamiento (22% del total); de distribución y mercadeo (16%); y de procesamiento (6 por ciento).
El desperdicio se debe principalmente a formas ineficientes o prematuras de cosechar, y a condiciones excesivas de lluvia o sequías, dos fenómenos climáticos que suelen suceder en Brasil y Argentina, dos de las naciones más extensas de la región.
LEA MÁS: Naciones Unidas: una de cada nueve personas sufre hambre en el mundo
LEA MÁS: El mapa del hambre 2014
Justamente la escasez de precipitaciones es la que actualmente también complica a miles de pequeños agricultores centroamericanos, que se han visto obligados a deshacerse de bienes esenciales para su subsistencia frente al embate de una de las mayores sequías en casi medio siglo, que ha puesto al borde de la hambruna a cerca de dos millones de personas.
Campos amarillentos, hojas secas y tierra agrietada forman parte del padecimiento de más de medio millón de familias, que sufren lo que los expertos llaman "inseguridad alimentaria" por las pérdidas en la agricultura y ganadería. Según Oxfam Internacional y cálculos de los gobiernos y organismos internacionales, unas 236.000 familias en Guatemala, 120.000 en Honduras, 100.000 en Nicaragua y otras 96.000 en El Salvador ya se encuentran dentro de este escenario.
Asimismo, en México se desperdician más de 10 millones de toneladas de alimentos al año, que representan el 37% de la producción agropecuaria del país, según cifras del Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos.
"Este desperdicio de alimentos representa terribles pérdidas en la inversión en agricultura y los insumos de energía necesarios para producir comida, que después se pierde y de la que no se obtienen los retornos esperados", señala José Cuesta, experto en pobreza del Banco Mundial y autor del Food Price Watch, que monitorea el precio mundial de los alimentos y sus efectos socioeconómicos en la población. "Se trata de ingresos que el agricultor latinoamericano dejará de recibir por un producto que no podrá vender", añade el especialista.
Igual mejoró
A pesar del preocupante porcentaje de desperdicio de alimentos en Latinoamérica, la región aprobó con la mejor nota mundial el objetivo marcado por Naciones Unidas en la reducción del hambre, que pasó de afectar al 15,3% la población en 1990-1992 a un 6,1% en 2012-2014, según la FAO.
Pero como si fuera poco, este objetivo fue concretado un año antes de lo previsto: "En América Latina y el Caribe hemos evolucionado a la baja con una velocidad mayor", afirmó Benítez. En menos de dos décadas, 31,5 millones de personas dejaron atrás el hambre en América Latina, gracias a las políticas sociales aplicadas por sus países.
Ahora la intención es lograr que los 37 millones de habitantes de la región que en 2012 aún padecían subalimentación puedan superar ese umbral. La mayoría de este último grupo se concentra en zonas rurales, donde más de la mitad de la población se encuentra bajo la línea de pobreza y el 30% bajo la línea de indigencia.
Las medidas más destacadas fueron los programas de desayuno y alimentación escolar; las ayudas a madres; y el apoyo de algunos gobiernos a la agricultura familiar, abriéndoles más mercados para sus productos.
Casos exitosos y desafíos
La FAO también puso como ejemplo de lucha contra el hambre a Brasil y Bolivia, que crearon instituciones y proyectos para poder enfrentar el flagelo que en todo el mundo todavía afecta a 805 millones de personas, 100 millones menos que hace una década.
En el caso de Brasil, su programa estrella "Hambre Cero" en el que participan 19 ministerios redujo la pobreza del 24,3 al 8,4% entre 2001 y 2012, mientras la extrema pobreza pasó del 14 al 3,5 por ciento. A su vez Bolivia, "un caso excepcional" en América Latina junto con Ecuador, según la FAO, ha creado instituciones que implican a amplios sectores y en particular a la población indígena, que hasta hace poco estaba totalmente marginada.
No obstante, algunos expertos consideran que la suma de todos estos esfuerzos aún no es suficiente para erradicar el hambre en Latinoamérica. Uno de ellos es Alan Bojanic, un boliviano que representa a la FAO en Brasil. Para él, la región debe invertir 3.000 millones de dólares anuales adicionales para tratar de acabar con el histórico problema: "Este dinero se destinaría a programas no sólo para producir alimentos, sino también para facilitar el acceso estratégico a los mismos de sectores sociales vulnerables como los niños o mujeres embarazadas", explicó.
Bojanic concluyó afirmando que "la
es un factor esencial en América Latina para aumentar la producción de alimentos y su calidad en menores superficies de tierra, pero en la actualidad necesita de inversiones para llevar adelante una serie de