Dormir poco o mal nos enferma

Durante el sueño se limpian y reparan las 'células tóxicas' que el organismo produce durante el día. ¿Qué pasa con el cerebro? ¿Por qué a los adolescentes se los llama generación búho? ¿Qué es el jet lag social? Las últimas investigaciones mundiales sobre sueño las interpreta para Infobae el científico argentino Diego Golombek

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Dormir bien no es un lujo sino más bien una necesidad imperiosa del organismo de los seres humanos para no enfermarse.

A la noche, cuando colocamos la cabeza sobre la almohada, primero hay que superar una especie de "crisis de abstinencia" que sufre el cuerpo y mente cada vez que nos despedimos de una serie de estímulos sensoriales, que nos provoca la luz eléctrica y los dispositivos tecnológicos que nos han acompañado durante todo el día.

Por eso, las últimas investigaciones científicas sobre cronobiología demuestran que con los hábitos cotidianos contemporáneos forzamos la vigilia y se altera el ritmo natural del sueño, algo que nuestro cuerpo sin duda se lo cobrará a cuenta.

En diálogo con Infobae, Diego Golombek, doctor en ciencias biológicas (UBA), director del laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador principal del CONICET precisa : "No dormir es una enfermedad. Por eso es importante entender que dormir es una necesidad imperiosa para nuestro organismo y se trata de un proceso activo porque durante el sueño se producen una serie de procesos vitales como reparación del metabolismo y consolidación de la memoria. Si se duerme menos te enfermás".

Es bueno saberlo: el sueño y el buen dormir no son la misma cosa. Dentro de los considerados trastornos del sueño no figura sólo el insomnio, sino también la calidad del sueño, que puede ser baja por cuestiones respiratorias, ronquidos o intermitencias del ambiente.

En la Argentina, en el Laboratorio de cronobiología de la Universidad de Quilmes, un grupo de científicos locales hace tiempo que se dedican específicamente a estudiar la cronobiología, dirigidos por el mismo Golombek.

El científico argentino define a Infobae: "El insomnio o el sueño interrumpido casi duplica las posibilidades de que cualquier mortal se enferme. En el laboratorio estudiamos la calidad del sueño en animales y las últimas investigaciones confirman que aquellos animales que no cumplen con un ciclo de sueño normal, se enferman".

Cuánto hay que dormir

De qué hablamos cuando hablamos de un ciclo de sueño normal en pleno siglo XXI atravesado por la hipertecnología y la hiperconectividad.

Dice Golombek a Infobae: "Definir cuánto se debe dormir depende de muchos factores que cada persona establecerá según las necesidades de su organismo. En el caso de los chicos y adolescentes lo ideal es entre 9 y 10 horas. Para nuestros estudios de laboratorio una persona para que tenga un buen sueño, tiene que dormir por día 8 horas 20 minutos".

La alteración del sueño se asocia con disminuciones en el nivel de alerta que puede tener consecuencias mortales como en el caso de un accidente de tránsito. Y a largo plazo, se asocia con la aparición de enfermedades como hipertensión, obesidad y diabetes.

Remarca el experto en cronobiología a Infobae: "En los últimos cien años hemos perdido dos horas de sueño, y eso significa mucho. Actualmente existe un concepto nuevo alrededor de los trastornos del sueño que se denomina jet lag social y significa que sin moverte de tu casa, tu reloj biológico no coincide con el horario de la sociedad. Por eso usamos despertadores, porque no nos estamos despertando a la hora deseada"

"Y las razones de esta deuda de sueño que arrastramos son básicamente tecnológicas: la luz eléctrica es un gran ladrón de sueño. Y hay otros factores que se suman como la propia aceleración de los tiempos contemporáneos y las jornadas laborales. En el caso de los argentinos, en general la calidad del sueño es mala porque se duerme poco, provocando trastornos en la salud y la vida social muy importantes", dice Golombek.

Teens: la generación búho

La Academia Americana de Pediatría hace algunas semanas reinstaló el debate sobre la idea de comenzar más tarde las clases en el ciclo secundario.

Golombek está a favor de que así sea por el cambio que experimentan los adolescentes en su propio reloj biológico. "Los adolescentes son naturalmente personas búho. Es decir, son vespertinas porque experimentan un cambio en su reloj biológico. Y además son noctámbulos por un fenómeno cultural. Teniendo en cuenta su naturaleza, el hecho de que las clases comienzan a las 7 de la mañana no es una buena idea. Los chicos, al menos en la primera hora, están dormidos".

Las agujas del reloj biológico de los adolescentes apuntan naturalmente hacia más tarde. Y el hecho de que "funcionen mejor de noche" se advierte que no se trata sólo de un fenómeno cultural.

En la Argentina, el problema se agrava porque en las primeras horas del secundario se concentra el dictado de materias más difíciles que requieren más atención y concentración, como por ejemplo física y matemática.

Precisa Golombek: "Hay pruebas piloto para retrasar el inicio de las clases que se han hecho en los Estados Unidos y señalan que lo que se retrasa no es el horario de entrada al colegio; para no colapsar, entre otras cosas, el ritmo laboral de los padres. Sino que lo que se cambia es el tipo de contenidos de las primeras horas, ir hacia algo más recreativo. Incluso es mejor que arranquen el día con educación física, que los va a energizar más que con matemática".

Qué hace la a href="https://www.infobae.com/" rel="noopener noreferrer" ciencia/a

En el laboratorio de la Universidad de Quilmes que Golombek dirige, el estudio de los relojes biológicos es casi una obsesión, del que ya se han desprendido numerosas publicaciones y dos patentes.

Según un estudio de la National Sleep Foundation que se publicó en la revista Time, la mitad de los estadounidenses dicen que su sueño irregular hace que sea más difícil concentrarse en el trabajo. Y lo más desesperanzador es que esos malos hábitos de sueño se transmiten a las generaciones futuras: el 45% de los adolescentes no duerme las nueve horas recomendadas, provocando que el 25% de ellos se queden dormidos en clase al menos una vez por semana.

Sigrid Veasey es médica y lidera una serie de investigaciones sobre sueño que se están realizando actualmente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pennsylvania http://www.upenn.edu/ y que resultaron categóricas respecto al rol fundamental del sueño en nuestras vidas.

Veasey estudia que las células del cerebro que no reciben cada noche su merecido descanso se convierten en "células workaholic" que finalmente, colapsan.

Trabajando con ratones, encontró que las neuronas que mantienen el cerebro en alerta; a la vez arrojan radicales libres tóxicos como un subproducto de la fabricación de energía. Y justamente durante el sueño se producen antioxidantes que limpian estos posibles "venenos".

Cerebro y basura

La pregunta que desde la ciencia se intenta contestar y vale para Golombek en Argentina y Veasey en Estados Unidos es: ¿qué daño le provocamos al cerebro si no dormimos lo suficiente? Si tenemos trastornos crónicos de sueño, ¿el cerebro envejece más?

La investigación de Veasey sugiere que es posible que un cerebro con trastornos de sueño que pertenece a un adolescente o a un joven de 20 años, comience a parecerse al de una persona mucho mayor.

Maiken Nedergaard de la Universidad de Rochester es otra científica que se dedicó a explorar la relación entre el cerebro y el sueño.

¿Por qué el cerebro necesita que durmamos bien? Es la premisa de la que partió la doctora Nedergaard. Todos los órganos del cuerpo usan energía, y en ese proceso arrojan residuos.

La mayoría se hace cargo de sus residuos con un sistema interno eficiente que recluta células inmunes. El caso del cerebro es distinto: es un gran consumidor de energía y no cuenta con la ayuda de vasos linfáticos para limpiarse. Entonces, ¿cómo se deshace de su basura? Allí aparece la función reparadora del sueño.

La investigación de la doctora Nedergaard demuestra que existe un "ejército de células" llamadas gliales (glial cells) que circulan en el cerebro y que en apariencia durante el día son ignoradas por este. Pero cambian radicalmente cuando el cuerpo duerme.

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Durante el día, las células gliales son los asistentes personales anónimos del cerebro. No pueden conducir impulsos eléctricos al igual que otras neuronas. Nedergaard encuentra en ensayos clínicos en ratones que las células gliales cambian tan pronto los organismos se quedan dormidos.

La diferencia entre un cerebro despierto y otro dormido es dramática. Cuando el cerebro está despierto, está "inflado" con la actividad acumulada de mensajes individuales que viajan desde una neurona a otra. La actividad neuronal (sinapsis) "infla" el tamaño de las células del cerebro hasta que toman un 86% del volumen del cerebro.

Cuando la luz del día se desvanece y finalmente conciliamos el sueño, las células gliales se ponen en acción, disminuyendo la actividad eléctrica del cerebro a un tercio de su frecuencia máxima.

La "limpieza del cerebro" también se produce cuando estamos despiertos, pero se reduce en un 15%, ya que las células gliales tienen menos espacio fluido para trabajar cuando las neuronas se expanden.

Cuando no dormimos lo suficiente, las células gliales no son tan eficientes en la limpieza de la basura del cerebro. Eso puede empujar a ciertos trastornos degenerativos del cerebro que son típicos de la edad pero que pueden aparecer mucho antes, como puede ser la enfermedad de Alzheimer.

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