Parece la plaga de una película de ciencia ficción: cúmulos de algas tóxicas que se desplazan lentamente en el nordeste del golfo de México están matando tortugas, tiburones y peces, y amenazando las aguas y playas que mueven la economía regional.
Conocida como marea roja, esta variedad particular llamada Karenia brevis aparece casi todos los años frente a las costas de Florida, y los brotes voluminosos pueden ser particularmente devastadores.
En estos momentos, las algas se están acumulando en un área de unos 100x160 kilómetros a una distancia de 8 a 23 kilómetros de St. Petersburg en el sur y se van extendiendo hacia el norte, donde se unen la península con la saliente del estado.
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Pescadores temerosos
Los pescadores que se ganan la vida en las costas del noroeste reportan mortandad de peces y aguas rojizas. "Embadurnan la hélice con una especie de arcilla roja. Mete miedo", comentó el pescador Brad Gorst mientras anclaba el bote de pesca Gulfstream 2 cerca de la Honeymoon Island, donde recientemente aparecieron peces muertos en la costa.
La marea roja mata peces, manatíes y otros ejemplares de la fauna marina despidiendo una toxina que paraliza su sistema nervioso central.
Las algas también afectan las playas y pueden ser perjudiciales para las personas que inhalan las toxinas cuando el viento sopla hacia la costa o por la rompiente, especialmente para los asmáticos o quienes padecen problemas respiratorios.
La marea roja mata peces, manatíes y otros ejemplares de la fauna marina
Problema de vieja data
En 2005, una intensa marea roja liquidó arrecifes de coral, depositó una capa viscosa en las playas y provocó daños por millones de dólares. Otra menos fuerte en 2013 mató 276 manatíes después de infectar las plantas que comen esas criaturas en peligro de extinción.
"Esta marea roja probablemente causará daños considerables a la pesca local y a la economía del turismo en los próximos meses", advirtió Heyward Mathews, un profesor emérito de Oceanografía en el Colegio de St. Petersburg, que ha estudiado el tema durante décadas. Pero pese a años de investigación, no se ha podido hacer nada para frenar el problema.