Subasta de esclavas: la historia de una mujer yazidí que logró escapar del calvario del ISIS

Amsha Ali Alyas pasó un mes como prisionera de un líder del grupo terrorista. El relato de su escape es un ejemplo del horror que viven las jóvenes de la minoría religiosa en Irak

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El padre de Amsha Ali Alyas, una joven de 19 años, había perdido toda esperanza de volver a ver a su hija, secuestrada junto con su nieto por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Pero su desesperación se transformó en alegría cuando Alyas volvió a su familia luego de un mes, tras haber logrado escapar de sus captores.

"Me quiero ir. Mi vida es como una guerra"

La noche del 3 de agosto, el ISIS atacó el pueblo Sinjar, en el norte de Irak, que había sido abandonado por los peshmergas kurdos. Alyas, embarazada, escapó junto con su esposo y su bebé Muhanad, pero sólo recorrieron unos pocos kilómetros hasta que fueron capturados.

Separada de su esposo, quien, al igual que los demás hombres, fue ejecutado, Alyas fue subida a un camión en el que se encontraban otras 30 mujeres y fue llevada a la ciudad de Mosul para una subasta de esclavas.

Durante el remate, que duró varios días, algunas mujeres se suicidaron y muchas fueron vendidas por tan poco como u$s15. Los hombres que no querían comprar a los hijos de sus esclavas los dejaban en Mosul, donde serían educados en una escuela del ISIS.

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El décimo día, en lugar de ser comprada, Alyas fue reclamada por Zaid, un líder de la organización, quien afirmó haberse enamorado tanto de ella que no le importaba que estuviera embarazada y que criaría a Muhanad como su propio hijo.

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En su nuevo hogar, que estaba lleno de otras mujeres secuestradas y violadas diariamente, Alyas se negó a casarse con Zaid. Como respuesta, él le dio una paliza y la amenazó con venderla a un militante en Siria. Los días en que estaba de buen humor, Zaid solía jugar con Muhanad y afirmaba que lo criaría como un guerrero.

"Todas las noches veo a Zaid en mis sueños. Todos los días pienso en él y en esa casa"

Como Alyas es yazidí, fue tratada con un poco de tolerancia. Según detalló a Mashable, si hubiera sido chiíta, habría sido ejecutada rápidamente, debido a la creencia sunita de que son herejes. "El problema con su religión es que no conocen a Dios. Sólo queremos que conozcan a Dios", solía decirle Zaid en sus intentos de convertirla al islam.

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Una noche en la que el militante había salido a luchar, Alyas golpeó una puerta hasta que se rompió y, tomando a su hijo en brazos, escapó de la casa. Tras haber pasado cuatro horas caminando, encontró a un hombre que aceptó refugiarla. "No te lastimaré. Eres nuestra hija", le dijo.

Durante tres días el hombre ideó un plan para llevarla a un lugar seguro. Para poder atravesar los puntos de control del ISIS, un vecino donó la identificación de su esposa, que indica que es una musulmana de Mosul, y consiguió una abaya, una vestimenta que le cubre el cuerpo entero.

Luego de un corto viaje sin complicaciones, llegaron a un puesto de control de losi peshmergas/i, donde Alyas contactó a su familia. Al atardecer su hermano la fue a buscar y la llevó a un pueblo yazidí cerca de la ciudad de Duhok, donde sus padres se habían refugiado tras el ataque a Sinjar.

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Vestida de marrón oscuro por su luto, llora por la muerte de su esposo y tiene pesadillas todas las noches relacionadas con Zaid y su cautiverio. "Todas las noches lo veo en mis sueños. Todos los días pienso en él y en esa casa".

Aunque logró escapar y se encuentra rodeada de su familia y de una comunidad yazidí en la que puede confiar, Alyas vive con miedo y asegura que no se siente a salvo. "Me quiero ir. Mi vida es como una guerra", dijo.