La iniciativa fue el desenlace de un encuentro de una hora y media –el pasado 3 de septiembre, entre las 18 y las 19:30, en Santa Marta- de debate geopolítico, en torno a cuáles son las condiciones para establecer en el mundo un estado de paz duradera; uno de los principales objetivos a los que Francisco quiere consagrar su pontificado. El Santo Padre recibió a Ricardo Romano y José Luján en compañía de su secretario de Estado, Pietro Parolin –tal vez el miembro de su equipo que más conoce el Asia- y del secretario de Relaciones con los Estados (cargo equivalente al de un ministro de Exteriores), Dominique Mamberti.
"Yo soy un clínico", dijo el Papa. "Ya dije que a China quiero ir. Pero para los temas de Asia, el cirujano es monseñor Parolin".
"¿Que si quiero ir a China? ¡Pero claro! ¡Mañana!", había respondido Jorge Bergoglio a los periodistas que se lo preguntaron a bordo del avión que lo traía de regreso de su visita a Corea del Sur, donde un millón de personas se movilizaron para verlo y escuchar su palabra.
"Nosotros respetamos al pueblo chino. La Iglesia pidió solamente la libertad para su ministerio, para su trabajo. Ninguna otra condición", agregó en aquella conferencia de prensa, en la que también contó que, en el viaje de ida, cuando el avión sobrevoló el espacio aéreo chino –deferencia inédita hacia este Papa fue el haberlo autorizado a usar esa ruta-, él rezó mucho "por ese hermoso pueblo chino: un pueblo sabio".
En términos similares se expresó Francisco en la carta que firmó de puño y letra dirigida al presidente chino y remitida a Ricardo Romano, para invitar a Xi Jinping a visitarlo en su casa en Santa Marta a fin de meditar juntos por la paz mundial y manifestarle su disposición a viajar a China, "mañana".
Precisamente, una de las conclusiones de la reunión en Santa Marta fue la necesidad de estrechar vínculos con China "para contribuir a una toma de decisiones de carácter multipolar que garantice un mayor grado de gobernabilidad al servicio de una sociedad mundial más fraterna y con un mayor grado de equidad social", dijo Romano a Infobae.
Se subrayó esta "necesidad de consolidar un mundo multipolar como elemento de sostén de una nueva gobernabilidad que atenúe, aún por los intersticios del orden mundial del siglo XXI, la conflictividad, la violencia y el sufrimiento infligidos a los pueblos por esta tercera guerra mundial a pedazos, que tanto denuncia el Santo Padre", agregó el referente justicialista.
En Beijing, tres días después, el gobierno chino comisionó a un diplomático de larga experiencia latinoamericana, organizador de las giras por nuestro continente del presidente Xi Jinping, y hombre de su total confianza, para recibir la carta –un documento oficial vaticano, sellado y lacrado-, de manos de José Luján y Ricardo Romano.
Un moderno "conflicto de investiduras"
La principal piedra en el camino la constituyen las complicadas relaciones institucionales de la Iglesia Católica china con el gobierno: un "conflicto de investiduras" moderno. Las autoridades chinas no quieren ceder autonomía al Vaticano y a su iglesia local en la designación de los obispos para mantener de este modo un control sobre esta institución clave. Una parte de la Iglesia local acepta esta tutela oficial y otra no, con las consecuencias del caso. Hay incluso algunos miembros de la jerarquía católica china en prisión actualmente.
Es obvio que Francisco no puede visitar China ni recibir a su Presidente sin que este tema esté como mínimo en la agenda. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, Beijing dio algunas señales de apertura: a pocos días de ser elegido papa Jorge Bergoglio, China designó a su nuevo presidente, y Francisco aprovechó la ocasión para enviar un saludo, que fue respondido. Luego vino la ya mencionada autorización inédita para que el avión papal cruzara el espacio aéreo chino en su viaje hacia Seúl. Y, finalmente, la manifestación del Papa de su deseo de visitar China fue respondida por la vocera del Ministerio de Exteriores de ese país, Hua Chunying: "Queremos tener un diálogo constructivo con el Vaticano y promover la mejora de las relaciones bilaterales", fue la frase, en un comunicado que ratificaba además el respeto a la libertad religiosa por parte de las autoridades chinas.
La carta que envió ahora Francisco es la primera movida de una pieza en un juego diplomático que puede desembocar en grandes novedades en la relación. Y, particularmente, en un avance en la cultura del encuentro que tanto promueve el Papa.
En palabras de Romano, a modo de conclusión de las impresiones del encuentro mantenido con el enviado del gobierno chino: "A pesar de los conflictos entre Beijing y el Vaticano en tanto Estados, el reconocimiento a la figura del Santo Padre adquiere un nivel tal que, más temprano que tarde, el presidente de China visitará a Francisco en Santa Marta o lo recibirá en Beijing".