Un plan gubernamental para combatir la escasez de alimentos en Venezuela mediante el registro de las huellas dactilares de los compradores en supermercados ha detonado desde violentas protestas hasta campañas virales para ridiculizarlo.
En el último año, la escasez se ha acrecentado y los venezolanos deben luchar para encontrar bienes básicos como aceite, leche en polvo y harina, así como detergente, shampoo y pañales.
Además de a la sequía de dólares para importaciones, la escasez se ha atribuido a los fuertes subsidios gubernamentales y controles de precios, que permiten a los compradores abastecerse de alimentos básicos a bajo costo y luego revenderlos en la vecina Colombia o en el mercado negro local.
El presidente Nicolás Maduro dice que el sistema biométrico, que se introduciría este año, permitirá a las autoridades eliminar a los contrabandistas, que a menudo son vistos en las filas comprando cantidades copiosas de bienes escasos.
"¡Es absurdo! ¿En qué te ayuda un captahuellas? Eso lo que hace es regular más", dijo José Briceño, un chef de repostería que una vez fue un ferviente partidario del fallecido Hugo Chávez, pero que ahora dice que Maduro debe renunciar. "Yo ya estoy al tope", expresó Briceño, de 39 años, y agregó que tiene que salir a comprar casi todos los días para encontrar lo que necesita para su cocina.
Manifestantes que se oponen al sistema captahuellas se enfrentaron, esta semana, con la policía en San Cristóbal, una ciudad cercana a la frontera con Colombia, donde la escasez de alimentos está entre las peores del país petrolero.
Residentes de Caracas golpearon, la noche del jueves, sus ollas para "cacerolear" la medida, en una demostración tradicional de ira, aunque es poco probable que el asunto desate masivas protestas como las que sacudieron Venezuela a principios de año.
Los partidarios del Gobierno argumentan que aunque las tiendas del país con las mayores reservas de petróleo del mundo solían estar mejor abastecida antes, los más pobres no podían darse el lujo de pagar lo que necesitaban.
Culpan a lo que llaman una "élite consentida" y "sin contacto con la realidad" de querer causar más problemas, en un país abrumado por la alta inflación y el deterioro económico. "Estoy de acuerdo porque estoy viendo cómo los contrabandistas están desangrando al país", dijo Ninoska Mazza, una agente inmobiliaria de 40 años que esperaba junto a otros compradores detrás de un mostrador de carne en un supermercado estatal en el centro de Caracas.
Los venezolanos acostumbrados a sortear las regulaciones socialistas ya están bromeando con que un mercado de "alquiler de dedos" emergerá pronto para darle la vuelta al sistema. Una campaña en las redes sociales muestra una mano mostrando un dedo medio con la etiqueta #CáptameEstaHuella.
El Gobierno intentó minimizar el impacto de la medida en los últimos días al decir que será voluntaria y que sólo será necesaria para 23 bienes de consumo masivo. Algunos venezolanos dudan incluso de si el plan verá luz, pero otros ven un motivo oscuro en su aplicación.
"Nos quieren controlar", dijo Mónica Betancour, una dentista de 43 años en busca de pavo en un supermercado del acomodado este de Caracas. "Cada vez que anuncien una protesta, ahí estaré", dijo.