Los secretos del ataque a La Tablada, 25 años después

El periodista Felipe Celesia, co-autor de un flamante libro sobre el trágico copamiento al cuartel militar, habló con Infobae sobre los pormenores del episodio, las ambiciones revolucionarias de su ideólogo, Enrique Gorriarán Merlo, y la perplejidad de Alfonsín

¿Qué pasó el 23 y 24 de enero de 1989 en el cuartel de La Tablada? ¿Quiénes fueron ese grupo de militantes de izquierda liderados por Enrique Gorriarán Merlo que ingresaron en el amanecer? ¿Qué motivaciones tenían? ¿Tenían contactos con el gobierno radical de Raúl Alfonsín? ¿Querían evitar un golpe de Estado o tenían como objetivo comenzar con un proceso revolucionario? ¿Qué rol tuvo el Movimiento Todos por la Patria en el diario Página/12? Estos y otros interrogantes se animan a responder Felipe Celesia y Pablo Waisberg en su último libro La Tablada. A vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina (Aguilar)

Experimentados periodistas formados al ritmo de las agencias de noticias, en donde prevalece siempre la importancia por el dato preciso antes que el protagonismo del redactor, Celesia y Waisberg aportan un nuevo trabajo que busca poner luz en donde hubo oscuridad. Lo hicieron con su libro debut, La ley y las armas. Biografía de Rodolfo Ortega Peña, en su segunda obra Firmenich y ahora con uno de los hechos más polémicos pero quizás menos debatidos de la reapertura democrática: el asalto al cuartel de La Tablada realizado por el Movimiento Todos por la Patria (MTP).

El libro está estructurado en dos grandes bloques: la crónica del combate -que se lee con el ritmo de un relato policial- y la historia política del movimiento que fundó Gorriarán Merlo en el exilio, el MTP, que llegó a participar en las elecciones de 1987 y que después de ese fracaso electoral comenzó a preparar el ataque que, dice Celesia en esta entrevista, "sería la batalla que más munición contuvo dentro de la historia del Ejército Argentino" y en donde "la caballería blindada tendría su bautismo de fuego".

Hay un proceso que arranca en el ´79 en Nicaragua cuando, quién fue durante la corta pero muy intensa vida del MTP su principal referente, financista y líder político, Enrique Gorriarán Merlo, se suma a la guerrilla sandinista. Una vez que triunfa la guerrilla empieza a ver como se inserta en la Argentina. Lo charla con sus colaboradores y hombres de confianza aquí y decide generar un frente político que con el advenimiento de la democracia los representara en esta etapa. Tenía dinero que le había quedado de los secuestros extorsivos y robos a bancos en la época de los 70 en Argentina y en Europa y empieza a convocar para armar ese frente y lo financia. En principio tiene como única expresión una revista que se llamaba Entre todos, que era de gran calidad y en la que participaron muchos periodistas, entre otros Horacio Verbitsky. Empieza a engrosar este frente hasta las elecciones del `87 en donde se presentan y previsiblemente no les va muy bien: eran una fuerza nueva que recién se constituía y sin una identidad muy definida porque al ser un frente convivían intransigentes, radicales, peronistas, etcétera.

Ahí es donde nosotros vemos que se da un giro de un frente multipartidario de unidad a una cosa más vanguardista que tiene que ver con los ´70 y con el paradigma de producir un hecho armado que te de la iniciativa política. Sobre el ´88 empiezan a planificar y hacer trabajos de inteligencia para decidir el blanco que iba a ser el Ejército argentino porque estaba todo el magma de los levantamientos y los planteos carapintadas. Uniéndose a eso y ante el peligro de una ruptura de la democracia, con esa excusa empiezan a agitar que se venía el golpe y que había que hacer algo para pararlo y hacer algo fue el asalto a La Tablada. Lo que querían era hacer la revolución según el modelo nicaragüense, producir una insurrección popular que generara cambios políticos de fondo. Estos cambios ni siquiera llegaron a la primera etapa de ese largo proceso que iban a desencadenar con La Tablada.

Sí, y viene a sumar en esta creación de clima que ellos venían generando a partir del primer alzamiento carapintada. En Campo de Mayo, se da una reacción bastante importante de la sociedad, que va y rodea el cuartel y comienza a tirar piedras e insultar a los militares. De hecho, ahí hay dos muertos y uno de ellos es el que el MTP toma como mártir, Rogelio Rodríguez. Después van como a vengar a esos mártires populares que habían frenado el alzamiento carapintada de Campo de Mayo. Sobre todo los entusiasma, porque ven ahí la posibilidad de que una insurrección se expanda por toda la sociedad.

Es el objetivo de formar un frente muy amplio que reconstituyera el escenario político post dictadura, siempre desde la izquierda y desde los sectores que lucharon contra la dictadura. La presencia de cristianos tiene que ver con el modelo sandinista, que tenía una pata católica muy importante. Gorriarán les exigía a sus armadores políticos que hubiese cristianos en ese frente y que tengan un papel preponderante. Ese rol lo cumplió el cura Puigjané, que después fue condenado a veinte años porque lo consideraron autor ideológico del asalto a La Tabalda. Puijané venía de una larga tradición de militancia social y cristiana y tenía mucha vocación política.

Sí. Uno de los déficits que había tenido el PRT-ERP al que pertenecía Gorriarán Merlo era la ausencia de los sectores católicos, que en la sociedad argentina y sobre todo en la clase media eran importantes. Él queda muy prendado de la experiencia sandinista y ve ahí un paradigma superador de la revolución a secas por las armas. Ve una construcción de base que después pueda generar una estructura de poder interesante tomando el gobierno. Ve que en la Nicaragua del sandinismo hay un protagonismo grande de los cristianos y por eso se decide a darles espacio y a generar esta línea interna importante.

Gorriarán desde que se va de la Argentina a mediados del ´75 comienza a vivir en el submundo de la inteligencia, primero dentro de Argentina y después en todo lo que es la estructura de inteligencia del Caribe y Latinoamérica con los cubanos y nicaragüenses. Era una condición para él, previo a moverse, tener informes de inteligencia de sus agentes que infiltraba en los lugares que le interesaba. Ahí percibe que en Argentina hay un malestar militar y que el poder militar sigue teniendo protagonismo e inserción dentro de las Fuerzas Armadas. También percibe que hay un miedo social que era bastante realista. Si bien con el diario del lunes nos damos cuenta que no había un intento golpista de los carapintadas, sino que más bien era un cuestionamiento hacia adentro de la fuerza, hacia el generalato que había producido todos los crímenes de la dictadura por los que los estaban juzgando. También había un reclamo generacional que tenía que ver con un recambio lógico en cualquier institución y una cuestión si se quiere sindical: quería mejores sueldos, mejores equipamientos y armamentos. Ahí lo que ve Gorriarán es un vector político para insistir y hacerse fuerte porque los sectores populares tienen que reaccionar, no tanto a la defensiva, sino de una manera más concreta porque sino la idea de golpe va a avanzar y los militares van a ver que era posible. En ese momento muchos le contestaban al MTP que no había un golpe en marcha porque no había margen y que lo que había que hacer era estar atento al movimiento de los carapintadas pero no sobreactuar.

Muy pocas y la verdad es que creíamos que íbamos a encontrar más nexos. Había una relación afectiva entre uno de los principales líderes del MTP, Francisco "Pancho" Provenzano, que venía de una histórica familia radical y que estaba emparentado políticamente con Enrique Nosiglia y después tenían acceso, como una fuerza de izquierda que era pro alfonsinista en sus inicios, a algún vínculo con la Casa de Gobierno, pero no era nada importante. Por ejemplo, el que era subsecretario de Interior, Facundo Suárez Lastra, nos contó que efectivamente recibió varias veces a dirigentes del MTP pero que lo hacía como recibía al socialismo, a peronistas o a intransigentes. Él dice que la sensación que le quedó es que era un partido muy de base, muy barrial y un poco ingenuo. Después del asalto a La Tablada se empiezan a tejer un montón de ideas conspirativas con respecto a la participación del alfonsinismo en el incentivo a ese asalto. Todo eso, hasta ahora, se ve falso porque no hay ningún nexo. Tampoco se advierte cuál sería la ventaja política del alfonsinismo para provocar semejante desastre. No hay vínculos comprobados con el alfonsinismo, que tenía su agenda y no tenía nada que ver con la del MTP. Por otra parte, el MTP era una fuerza que tenía en ese momento, como mucho, quinientos militantes en todo el país.

Alfonsín se resiste tenazmente a creer que era un ataque por izquierda. Todas las hipótesis de él y de sus hombres de inteligencia, entre ellos Facundo Suárez, titular de la SIDE, eran que si había algún cimbronazo tenía que venir por derecha, o por los carapitandas o por el partido militar. Nunca la hipótesis estuvo dada para los sectores de la izquierda. Además Alfonsín lo vive como un ataque personal, siente una frustración muy grande y lo vive como una traición, por eso es que se resiste hasta último momento y supone que tiene que haber algún tipo de engaño operativo, que no puede ser y que tienen que ser carapintadas camuflados de guerrilleros. No puede ser que la guerrilla ataque a su Gobierno en democracia, piensa. De hecho operan para que el diario La Razón, que en ese momento tenía vínculos muy cercanos con el gobierno, repitiera en su edición la idea de que eran seineldinistas, que eran carapintadas que estaban tratando de dar un golpe de Estado. Desde muy temprano los militares le advirtieron a Alfonsín que eso no era así por dos indicios que para ellos eran definitivos: que había combatientes con pelo largo y barba y porque había mujeres.

Más que fuerte fue descontrolada. Alfonsín no tuvo mando dentro del cuartel hasta prácticamente el día siguiente. Los militares hicieron lo que quisieron. También hubo un desbande general derivado de falta de disciplina y falta de gimnasia del Ejército. Lo que ocurrió ahí es que cualquiera y con cualquier grado dentro del Ejército o de una fuerza de seguridad podía tomar un arma y entrar al cuartel a tirar tiros. Por eso fue tan difícil hacer un mapa de lo que fue el combate porque hubo focos dispersos y anárquicos todo el día y todo el tiempo. No fue que vallaron y acordonaron el cuartel y no dejaron entrar a nadie y planificaron la toma, eso se hizo mucho después y cuando ya adentro del cuartel había todo tipo de gente: carapintadas que espontáneamente se habían presentado, gente de otras fuerzas que sin mando y sin encuadre se había metido, policías que había jugado a los vaqueros metiéndose y tirando tiros con armas cortas que no servían para nada. Fue muy caótico. La verdad es que Alfonsín no tuvo el control de las operaciones dentro del cuartel. No nos olvidemos que hubo cuatro desaparecidos dentro de lo que es esa acción, dos con constancia que se rinden y luego desaparecen.

No hay estrategia, es cierto que toda acción del ejército requiere de mucha preparación. Se mueven estructuras muy numerosas y muy grandes pero aquí nadie tuvo el control total de lo que hacían militares y policías. Hubo ejecuciones sumarias, tormentos y desapariciones. Las dos primeras ocurren el 23 cuando cae la guardia de prevención que fue donde se dieron los combates más cruentos, ahí se ve una secuencia fotográfica de Eduardo Longoni donde se están rindiendo Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, quiénes hasta el 97 tuvieron pedido de captura internacional pero la verdad es que desaparecieron. El 24 se rinden a las 9 de la mañana y ahí dos de los principales dirigentes del MTP que habían tenido voz de mando durante las acciones, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny, son extraídos del grupo de los que se habían rendido y tampoco aparecen. También Berta Calvo, que tenía tiros de 9mm en el estómago, según denuncian los sobrevivientes es asfixiada con una bolsa.

Fue difícil y largo, hubo que hacer todo un trabajo de confianza previa y hubo una maduración en el tiempo: ya se habían cumplido más de veinte años y ellos creían que nadie había entendido que había querido hacer en La Tablada y que era el momento de explicarlo. Algunos accedieron a sentarse con nosotros. Hubo trece sobrevivientes, nosotros logramos hablar con cinco, los otros ocho siguieron fieles al mandato de Gorriarán Merlo de que el secreto era inamovible: fuimos a parar un golpe de Estado, no a hacer la revolución.