Imprimir un documento de texto, una planilla de cálculo o una foto es hoy una actividad que no trasciende lo banal y que es, en mayor o menor medida, una actividad diaria, en casa o en la oficina.
Sin embargo, ver a una impresora 3D en acción, creando un objeto con alto, ancho y profundidad tiene algo de fascinante, en especial cuando el proceso lo realiza una máquina que por sus dimensiones puede escapar al contexto industrial y ubicarse fácilmente en el hogar.
"Es muy poderoso tener físicamente algo que uno mismo diseñó en la computadora", sintetizó en diálogo con Infobae Marcelo Ruiz Camauër, presidente de la empresa argentina de impresoras 3D Kikai Labs.
La compañía es parte de la firma de desarrollo de sistemas Enterprise Objects Consulting. La división de impresoras 3D vio la luz en 2012 y en la actualidad se prepara para ofrecer al público, a través de su tienda web, su tercer modelo.
Camauër detalló que existen varias tecnologías de impresión 3D, que utilizan una amplia gama de materiales, desde cemento o azúcar hasta vidrio o metal. Las impresoras de Kikai Labs utilizan tecnología FDM: para crear los objetos realizan capas sucesivas usando filamento de plástico fundido en dos variantes ABS y PLA, un tipo de plástico ecológico derivado del azúcar.
Además del método que utilizan las máquinas de Kikai Labs para la impresión existen otros tipos de tecnología, en donde, por ejemplo, se compacta una masa de polvo con tinta o láser para crear un objeto u otras en las que se utiliza luz ultravioleta para solidificar resina líquida.
El primer paso para realizar una impresión 3D es diseñar el plano del objeto que se quiere crear en programas como Autocad o SolidWorks. Una vez finalizado, el archivo se exporta a otro programa que lo prepara para la impresión y que le indica a la impresora a qué velocidad y con qué resolución operar para crear la pieza.
La impresora toma el filamento, enrollado en un carretel ubicado en el extremo superior de la impresora, y lo va derritiendo a una temperatura de entre 180° y 220 grados.
Con el plástico fundido, la máquina crea una capa; se eleva unas décimas de milímetro y pinta una nueva capa, continuando de forma sucesiva hasta finalizar la impresión del objeto de acuerdo con el plano inicial.
Al finalizar el proceso, se retira cuidadosamente la base de vidrio en donde se imprime (ya que esta permanece caliente por algunos minutos). Al cabo de unos momentos, la pieza se despega y se elimina cualquier imperfección que pueda haber quedado de la impresión. Se pueden aplicar distintos tratamientos, como con vapor de acetona, para dar un acabado más liso a la impresión, ya que los objetos exhiben las marcas de las capas sucesivas con que fueron creados.
El pequeño caballito que Kikai Labs imprimió para Infobae, de una base de 2.5 centímetros y un alto de casi 4.5 centímetros, tomó aproximadamente 1:45 horas en completarse, pero el tiempo se extiende de acuerdo con la complejidad de la pieza. Por ejemplo, una torre Eiffel decorativa de unos 40 centímetros de alto, impresa en las oficinas de Palermo en donde la empresa también ensambla los equipos, lleva alrededor de 20 horas y se imprime por secciones.
El modelo utilizado para la impresión fue el T-125, que la firma comercializa actualmente a través de su página web. Sus medidas son prácticamente domésticas: 41x 49 x 47 centímetros y tiene un peso de 12 kilos. Imprime a una velocidad de 100 milímetros por segundo y, en términos de resolución, permite imprimir capas de 0,3 milímetros (baja), 0,2 milímetros (media) o 0,1 milímetros o menos (alta). Puede imprimir objetos de un tamaño máximo de 20 x 20 x 19,5 centímetros (base x ancho x alto)
El presidente de Kikai Labs dijo que los compradores más frecuentes de impresoras 3D son diseñadores industriales, para hacer prototipos, fabricantes de maquinarias y personas que trabajan con moldes y matrices. También destacó un interés por parte del rubro educativo, en escuelas técnicas y universidades.
Las impresoras 3D permiten crear una amplia gama de objetos: desde componentes de maquinaria (la empresa, por ejemplo, imprime algunas de las partes de las impresoras en sus talleres) hasta piezas de decoración y joyería, hebillas y armazones para anteojos. El rubro también avanza hacia la cocina y ya hay máquinas que trabajan con azúcar y chocolate para hacer confecciones para repostería.
La revolución de las prótesis
Una de las aplicaciones que más captó la atención –y no solo del rubro tecnológico– fue la posibilidad de imprimir prótesis a medida a menor costo. En el país, se conoció la historia de Felipe Miranda, un chico de 11 años que comenzó a usar una mano prostética impresa en 3D de $2.000 para reemplazar a una de u$s40.000.
Camauër cree que la impresión 3D de prótesis podrá realizarse a gran escala, en especial por la facilidad de personalización que permite la tecnología para acomodar distintas necesidades. "Cambiarlo (el plano de un objeto) no le cuesta nada a la máquina; en cambio, si uno lo hiciera con moldes o matrices, sí", afirmó.
"Este tipo de tecnología es muy útil precisamente para cuando uno necesita hacer no uno ni 100.000 de un ítem, sino de dos a 1.000; para eso, esta tecnología es perfecta: este sería el caso de las prótesis", explicó.
"Si uno factorea el costo de la matriz y del tiempo de poner una máquina a funcionar y el plástico que se necesita, si bien cada impresión 3D puede salir un poco más cara, todo el proceso es más barato para esas cantidades más reducidas", añadió.
El futuro de la impresión 3D
Para Camauër, la revolución de la impresión 3D ya está en marcha y los cambios tecnológicos necesarios que le permiten a esta tecnología extender su alcance ya están ocurriendo.
"Lo que tenemos que hacer es subir a la escala industrial de estas máquinas, y eso se está dando", sostuvo. En este sentido, destacó la aparición de locales de impresión 3D, como 3D Lab Fab & Café, en donde se creó la mano prostética de Felipe con un equipo de Kikai Labs, que permiten al público masivo realizar sus proyectos.
A nivel nacional, el ejecutivo consideró que la impresión 3D está en vías de crecimiento en la Argentina, que está a la vanguardia a nivel regional. Kikai Labs, que comenzó con su expansión a Uruguay, busca posicionarse como líder de impresión 3D en América Latina.
Sin embargo, destacó que aún falta "difusión y evangelización" en el país, así como "un cambio de mentalidad", que permita a los usuarios darse cuenta de todas las posibilidades que la tecnología representa.
"El otro día tuvimos una reunión con la cámara de fabricantes de autopartes y automotriz y había muchos que no conocían todavía esta tecnología", ejemplificó en este sentido el presidente de Kikai Labs.
Con la impresión 3D, "cualquiera, desde su casa –en su casa– puede ser un diseñador de objetos", afirmó, mientras que tradicionalmente se necesitó trabajar en un taller especializado o planta industrial con maquinaria adecuada para hacerlo.
Si bien estimó que los equipos pueden llegar a ofrecerse en un futuro en cadenas de venta al público, como las impresoras 2D, señaló que es menos relevante enfocarse en el segmento doméstico que en el industrial.
Camauër además explicó que la impresión 3D posibilita un nuevo modo de comercialización transfronterizo, con la venta de piezas en distintas partes del mundo a través de la web: "Ya hay casos donde uno puede estar diseñando acá para vendérselo a un suizo, para vendérselo a un francés, simplemente porque pasa el archivo" por internet para que luego se imprima el artículo en una locación cercana al comprador final, una modalidad que permite, por ejemplo, cortar costos de envío.
El presidente de Kikai Labs apuesta por un futuro en que las impresoras 3D van a "poder combinar materiales y aproximarse más a ser un constructor universal. Algún día, uno va a poder imprimir un aparato con la electrónica y la carcasa todo en la misma máquina", vaticinó.
Camauër inclusive consideró que la impresión 3D podrá traer un cambio significativo a nivel social, ya que podría ayudar a solucionar el problema habitacional que hoy viven varios países, además de la Argentina.
"Se pueden hacer cosas como casas. Se está experimentando mucho con eso y creo que va a ser algo significativo especialmente para la Argentina y cualquier lugar que necesite que tenga un déficit habitacional, eso sería muy interesante", opinó.
"El día de mañana, de acá a 10 años, el proceso será completo: paredes, conductos eléctricos, ventanas", sostuvo. "El día que se pueda, va a ser increíble: van a llegar tres camiones: uno con vidrio, uno con plástico, uno con metal y uno con cemento y 24 horas después va a haber una casa completa", adelantó.