Emergencia escolar en Paraguay: por las inundaciones, peligran las clases de 12.000 niños

La crecida extraordinaria del río Paraguay dejó a 230.000 personas desplazadas, entre ellas miles de menores, que dejaron de asistir a los colegios. Hay decenas de escuelas inhabilitadas

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Las inundaciones en siete departamentos de Paraguay y muy especialmente en la capital dejaron un total de 90 establecimientos educativos afectados; entre ellos, 25 en Asunción y 52 en el vecino departamento de Presidente Hayes, según estimaciones divulgadas este viernes por las autoridades.

"Es una situación de mucha incertidumbre. El desplazamiento de su hogar y de su escuela supone, a veces, cambios traumáticos para la vida del niño", dijo a la AFP la ministra de Educación, Marta Lafuente.

Muchas de las familias damnificadas han pasado ya dos meses en campamentos precarios y, aunque han estado asistidas por las autoridades, sufren la angustia de ver que su vida repentinamente se redujo a permanecer hacinadas en pequeños espacios, a veces habiendo perdido sus empleos.

Sarita, de 5 años, alumna de preescolar en el barrio Bañado Sur de Asunción, se aferra fuerte a la mano de su maestra en ausencia de sus padres, concentrados en la mudanza de sus enseres. "¿Es cierto que el agua va a subir dos metros?", pregunta como si fuera una experta ante la ministra, que realiza una visita de inspección.

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"Ella repite lo que escucha. Lo que hace es exteriorizar lo que siente, y adopta a su maestra como protectora mientras sus padres están afuera", explica la funcionaria. Aseguró que se hace "el máximo esfuerzo para que los chicos no pierdan clases".

Los directores de escuela y los maestros recibieron directivas para rastrear a los escolares que no regresaron tras la inundación.

Maestra a remo

La profesora Selva Miranda, directora de la escuela Caacupemí, de la zona más afectada de Asunción, está dedicada, en esta crisis de la crecida, a buscar a los alumnos para que no pierdan la escuela.

Miranda es una experta en remo. Tres veces por semana toma sus cuadernillos, carga víveres en una canoa y se traslada, en un trayecto que le lleva media hora, hasta su escuela anegada.

Allí la esperan unos 15 niños que se quedaron a soportar el embate junto con sus padres. Ellos viven en la segunda planta del establecimiento. La de abajo ya fue consumida por la riada.

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No faltan los ladrones y oportunistas que, amparados por la noche y el silencio -sólo interrumpido por el aullido de perros extraviados-, se lanzan como buitres por enseres, puertas, techos y todo lo que tenga valor de reventa.

En el barrio San Juan del Bañado Norte, 600 casas están sumergidas y algunos vecinos se aventuran a regresar cada tanto para verificar que no se hayan llevado nada, comenta la profesora Selva.

Uno de ellos, don Pedro, un jefe de familia, murió en el intento, relata. "Bajó de la canoa y caminó unos pasos con el agua hasta el pecho. De repente cayó en un pozo abierto por la crecida y se ahogó".

La maestra recuerda a vecinos y a un alumno de 12 años que murieron a raíz de las inundaciones, mientras otea el horizonte desde su canoa, en la que trasladó a enviados de la AFP hasta su escuelita.

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En el trayecto, se observan aves locales como el karau y el buitre caracolero disputándose la carroña en una suerte de islote poblado de cerdos.

Un niño de unos 11 años se cruza flotando sobre un colchón de espuma, impulsado por un caño plástico para cañerías de agua que usa a modo de remo.

Cuando la maestra le advierte que corre peligro de hundirse, él responde: "Eso no va a pasar. No tengo plata para alquilar una canoa", y continúa el viaje con vista al frente.

Enseguida se cruza otro, montado en un flotador un poco más seguro, construido con cuatro tambores atados: "Juntamos latitas (de cerveza) para vender", explica en un lugar donde la basura flota por doquier.

La Cámara de Diputados declaró la emergencia ambiental por inundación en Cateura, el sitio donde se depositan los desperdicios de Asunción.

La Dirección de Meteorología indicó que el río Paraguay llegó el viernes a 7,20 metros, todavía por debajo de la máxima crecida histórica de 9,01 metros en Asunción en 1983, cuando las aguas llegaron al centro de la capital.