"Hoy tenemos una camada de historiadores que no cree más en la dicotomía academia – difusión"

Pablo Camogli es un exponente del nuevo revisionismo histórico, de rasgos comunes con el relato oficial. En diálogo con Infobae, habló del sentido de feriados y festejos y de los héroes "invisibilizados"

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En la última conmemoración del 25 de Mayo, Cristina Kirchner proclamó: "No me interesa la unidad nacional para volver atrás". Confirmó así la opción por la polarización como método de construcción y de lectura de la realidad.

Con el mismo espíritu, un grupo de historiadores jóvenes –y no tanto- están abocados a una reinterpretación de la historia, con nuevos réprobos y elegidos, y por lo tanto con nuevas polémicas.

Pablo Camogli es un claro representante de esta escuela. Aunque joven (nació en 1976), no es un escritor novel. Ya ha incursionado en el ensayo histórico con títulos como Batallas de Malvinas (2007) [ver entrevista con Infobae al respecto], Nueva historia del cruce de los Andes (2011) y Asamblea del Año XIII (2013), todas bajo el sello de Aguilar.

Ahora publica un nuevo libro que recoge relatos sobre la Revolución y la Independencia, bajo el título Contame una historia (Aguilar, 2014), en buena medida resultado de su labor en la radio y televisión de Misiones –la provincia donde nació y vive-.

Desde el rescate de personajes olvidados, hasta la descontrucción de algunas leyendas, el libro recorre los principales episodios de la Revolución y la Guerra de Independencia. Ubicado claramente en una corriente de divulgación que ha conocido bastante éxito de público en los últimos años, confirmando el interés de la gente por la historia, cuando ésta está bien contada.

Como se verá en la entrevista a continuación, este nuevo revisionismo –aunque rescata a los grandes nombres de esa corriente en sus anteriores versiones- no es nacionalista; más bien, aplica a la historia las categorías hoy en boga en el relato oficial –derechos humanos, genocidio, pueblos originarios- para el juicio y condena de los culpables. Roca y su campaña del Desierto son uno de los blancos favoritos.

Otra diferencia con las corrientes revisionistas previas es que, si aquellas nacieron para contrariar un relato oficial, ésta surge al calor del mismo y a la vez busca darle sustento en el pasado.

Son interesantes por lo tanto las respuestas de Camogli al cuestionario de Infobae porque reflejan en definitiva el espíritu con el cual en estos años se está emprendiendo desde la mudanza de estatuas hasta la remodelación del Museo de la Casa Rosada, pasando por la creación de nuevos feriados y nuevos institutos históricos.

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Infobae: En Argentina solía haber una distancia entre la historia académica y la de divulgación: vamos desde un Halperin Donghi, poco accesible al gran público, a colecciones de anécdotas con conclusiones muy poco serias, como el "Argentinos" de Lanata y otros. ¿Tenemos o podemos volver a tener una buena historia de divulgación?

Camogli: En los últimos tiempos han aparecido algunos trabajos interesantes desde lugares historiográficos diferentes. Desde Hernán Brienza, que tiene trabajos bien documentados y muy amenos para la lectura, hasta algunos historiadores académicos, provenientes del Instituto Ravignani, que se han animado a transitar textos más de difusión. Creo que la oferta es más que interesante en la actualidad. No sé si alcanza para hablar de una "buena historia de divulgación", pero sí creo que hoy tenemos toda una camada de historiadores que no cree más en la dicotomía academia-difusión. El mercado editorial también aporta lo suyo. Las editoriales necesitan vender libros y para ello es indispensable tener lectores. Si vos solo ofrecés textos densos, complejos y académicos en extremo, es difícil mantener una posición en el mercado, salvo que seas Halperin Donghi. Ahora, si vos podés armar un libro ameno, de narrativa atractiva y que, además, no pierda la seriedad en los datos que aporta, es muy probable que la respuesta del público sea favorable. Y creo que en esa búsqueda estamos. De todas formas la respuesta definitiva no la puedo dar yo, la dará el público lector con el paso del tiempo.

Es cierto, como dice su libro, que la toponimia y los monumentos también son historia. Pero ¿no corremos el riesgo de los bandazos? Por momentos parece que Roca sólo hizo la Campaña del Desierto, y no también la federalización de Buenos Aires, derrotando a Mitre. ¿No es posible -más allá de la polémica - una síntesis, como la que hizo Perón cuando nacionalizó los FFCC y los llamó Mitre, Sarmiento, Roca, Belgrano y San Martín?

Lo que pasa que son cosas incomparables. Salvando las distancias y sin pretender compararlos, es como que los alemanes digan que Hitler hizo el Holocausto, pero también recuperó Renania. Y la verdad es que no es lo mismo. Cuando hay miles de personas muertas, ninguna acción de gobierno lo puede equiparar. La mal llamada Campaña del Desierto fue un crimen de lesa humanidad que contempló el genocidio de una población por cuestiones de raza. No sólo masacraron a los que se resistieron en términos armados (por llamar de alguna manera a la lucha entre la lanza y los modernos fusiles del Ejército Argentino), sino que esclavizaron a miles de personas, a las que hicieron caminar miles de kilómetros para expatriarlos de sus tierras. Estas cosas ya están más que probadas y están fuera de discusión en términos historiográficos. A lo sumo se puede discutir si la Patagonia sería para Chile o para la Argentina, pero eso no justifica la forma en que Roca aplastó a los pueblos originarios. Para mí no hay síntesis posible cuando la violencia política, que suele estar muy presente en la historia, no solo de nuestro país, se transforma en genocidio. Algo que no aceptamos para la década de 1970 ¿por qué habríamos de aceptarlo para la de 1880?

En sus micros en Radio, las efemérides son usadas como disparador. ¿Los fines de semana largos y el tipo de espectáculos que se elige en los actos, no vacían acaso de contenido las fechas históricas?

Es todo un tema de discusión. Por mi experiencia personal, creo que los feriados han ayudado mucho a instalar ciertas fechas. No pasa un feriado largo en que no me llame alguna radio o me consulte alguna persona sobre el porqué del feriado y qué se recuerda. Si fuera un día laboral normal, solo los historiadores tendríamos registrado ese día. El tema de los feriados largos es relativo. Creo que allí hay un análisis macroeconómico que tiene que ver con una apuesta estratégica por el turismo y el consumo, cuyos resultados los tendría que ver un economista. O sea, la ecuación es ver si la economía genera más riqueza un fin de semana largo o con un día laboral normal. Si la ecuación funciona y en el plan estratégico del país creemos que el turismo debe ocupar un lugar de importancia, creo que está bien. Pero te reitero que es algo que debería dimensionar un especialista.

Los actos tienen que ver con la actualidad del país y es lógico que así sea. En los 70, los días patrios estaban representados por un desfile militar, hoy son actos multitudinarios en donde actúan artistas populares. La verdad, yo prefiero esto último. El festejo por el bicentenario de la revolución de mayo fue algo extraordinario, único. Fueron millones de personas celebrando en paz la alegría de ser argentinos. Lo mismo el último 25 de mayo. ¿Cuántos artistas pasaron por el escenario? Fue un desfile impresionante. No sé si hubo otra época de la Argentina en donde algo así hubiera sido posible. Mi hijo de 6 años se quedó más de una hora mirando el recital; yo a su edad me moría de pánico cuando mi viejo demoraba en volver después del trabajo. Creo que hay gente que debería disfrutar más del país que tenemos y no buscarle el pero a todas las cosas. Eso no ayuda en nada y así es muy difícil resolver lo mucho que falta resolver.

¿Qué tipo de acto u actos le gustaría organizar para el Bicentenario de la Independencia?

En términos generales apuntaría a la masividad y la participación popular. Sí le agregaría la cuota de federalismo que no tuvo el del 25 de mayo, con actos descentralizados que conviertan en una fiesta popular a todas las ciudades del país y no solo a Buenos Aires (como el 25 de mayo) o a Tucumán (como podría ocurrir en el 2016). También se podría articular con los ministerios de educación para trabajar previamente sobre la temática. Lo mismo con las universidades públicas y demás instituciones públicas y de la sociedad. Un festejo patrio debe incluirnos a todos, ese es el mayor desafío.

¿Podría nombrar a protagonistas de Mayo y las luchas posteriores -presentes en este libro- a los que todavía no les hemos hecho justicia?

El mayor de todos es Andrés Guacurarí y Artigas, al que la presidenta Cristina Fernández ascendió al grado de general post mortem el pasado 1º de abril. Sin lugar a dudas es el gran invisibilizado de aquella gesta revolucionaria e independentista. En los últimos tiempos se lo ha reconocido (por ejemplo en Misiones se lo declaró "prócer provincial"), pero todavía falta mucho.

Entre los guaraníes que lucharon junto a Guacurarí hay varios personajes destacados. Hay uno muy curioso que es Matías Abucú, que fue el encargado de dirigir a Buenos Aires el contingente de guaraníes que solicitó San Martín para los granaderos. El futuro libertador, en gratitud, le regaló un uniforme del regimiento y con esa ropa Abucú peleó buena parte de su campaña contra los portugueses.

Desde otro plano, le debemos un reconocimiento a Bernardo de Vera y Pintado, que fue un cercano colaborador de San Martín en Cuyo, un hombre clave en el proceso de conformación del ejército de los Andes.

Por último no nombro a una persona, sino a un colectivo social, el de los pueblos originarios, que lucharon denodadamente en el Alto Perú y las Misiones para sostener la revolución y frenar a los ejércitos de España y Portugal. Si hoy la Argentina es lo que es en términos territoriales, mucho les debemos a ellos.

En su última visita al país, Pérez Reverte dijo: "Si yo fuera argentino, se me acumularían las historias para contar. Malvinas, la dictadura, la represión, la democracia, la conquista del desierto, la matanza de los indios, lo que quieras". Usted, que recorre nuestro pasado con tanto detalle, ¿comparte este diagnóstico, coincide con él en su sorpresa por no ver una explotación de esta materia tan rica en nuestra literatura?

Sí, lo comparto. Igual creo que eso mismo se podría decir por muchos países, no creo que sea solo patrimonio de la Argentina. No creo que le falten temas para escribir con la historia que tiene España. Ahora bien, yendo a la pregunta, creo que sí falta una explotación mayor de estos temas en la literatura. Nuestras letras han optado más por la vida cotidiana que por el pasado; por el drama social del momento que por el desarrollo que desembocó en ese drama; por el desmenuzamiento psicológico del alma humana que por la construcción histórica de una cosmovisión específica para el alma argentina. La historia aparece muy poco entre nuestros grandes escritores. Ernesto Sábato recordó la muerte de Lavalle en su libro sobre Héroes y Tumbas y hay algunas referencias de Julio Cortázar sobre el pasado. Lo que no hay es una novelística histórica consolidada. Pero bueno, estamos a tiempo y lo mejor, como dijo Pérez Reverte, es que temas no nos faltan.


Entrevista de Claudia Peiró cpeiro@infobae.com