Ubicada a menos de 10 kilómetros de la costa de Suffolk, un condado del este de Inglaterra, Marlandia (Sealand) fue construida durante la Segunda Guerra Mundial como parte de una serie de plataformas militares que debían defender a la isla de los ataques nazis por mar.
Una vez en desuso, las plataformas han tenido diversos destinos, pero ninguno tan original como el de Marlandia. Con una superficie de 1,6 kilómetros cuadrados, esta mole de concreto es el país más pequeño del mundo.
Está compuesto de dos torres de concreto unidas por una plataforma de hierro. Si bien no está oficialmente reconocido como un Estado autónomo, sus habitantes lo sienten de ese modo y actúan en consecuencia desde 1967, cuando declararon su independencia de Reino Unido y conformaron el principado.
No necesitan de la ayuda de nadie para sobrevivir. Producen su propia agua potable, consiguen parte de sus alimentos a través de la pesca, e importan los bienes que no están en condiciones de fabricar.
Como todo país, tienen una moneda, el dólar marlandés (sealand dollar). También tiene sus estampillas y hasta un seleccionado de fútbol, denominado Sealand All Stars.
Su principal fuente de ingreso es la venta de títulos nobiliarios a través de internet. Para ser declarado lord o lady hay que pagar sólo 50 dólares. Un poco más caro, 335 dólares, cuesta convertirse en conde de Marlandia.
Entre sus productos de exportación se destacan los souvenirs, que incluyen la camiseta del equipo nacional y otros recuerdos del exótico país. También se puede comprar un metro cuadrado de territorio por 33 dólares.
El fundador, máximo prócer y primer monarca de Marlandia es Roy Bates. El ex infante de marina se dedicaba a hacer transmisiones radiofónicas ilegales y encontró en el fuerte un lugar ideal para hacerlo.
Lo ocupó en la Nochebuena de 1966 junto con su esposa, Joan, y sus hijos, Penélope y Michael. En septiembre de 1967 se autoproclamó príncipe.
Murió en 2012 a los 91 años y legó el trono a su hijo Michael, que vive allí junto a sus familiares y amigos. El príncipe asegura que su ejemplo de independencia puede servir de inspiración a Escocia, que también busca su autonomía del Reino Unido.