"Era un santo que no buscaba el aplauso"

En ocasión de la canonización de Juan Pablo II, el papa emérito Benedicto XVI recordó a Karol Wojtyla, de quien fue colaborador y amigo, en una extensa entrevista

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Al acercarse la fecha de la canonización del papa polaco, cuyo pontificado dejó huella en la historia del siglo XX, el diario español La Razón entrevistó a Benedicto XVI.

Esto fue lo que el predecesor de Francisco dijo acerca del hombre al cual sirvió como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde el año 1981 hasta 2005, cuando lo sucedió en el papado:

Santidad, los nombres de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger están vinculados, por varios motivos, con el Concilio Vaticano II. ¿Se conocieron durante el Concilio?

El primer encuentro consciente entre el cardenal Wojtyla y yo tuvo lugar solamente en el Cónclave en el que fue elegido el papa Juan Pablo I. Durante el Concilio, habíamos colaborado los dos en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, pero en secciones diversas, de modo que no nos encontramos. En septiembre de 1978, con ocasión de la visita de los obispos polacos a Alemania, yo estaba en Ecuador como representante personal de Juan Pablo I. La Iglesia de Munich y Frisinga está vinculada con la Iglesia ecuatoriana por una fraternidad llevada a cabo por el arzobispo Echevarría Ruiz (Guayaqui) y el cardenal Döpfner. Y así, con enorme disgusto, perdí la ocasión de conocer personalmente al arzobispo de Cracovia. Naturalmente había oído hablar de su obra de filósofo y de pastor, y desde hace tiempo deseaba conocerle.

Wojtyla por su parte había leído mi Introducción al cristianismo, que había también citado en los Ejercicios Espirituales predicados por él a Pablo VI y a la Curia en la Cuaresma de 1976. Por ello es como si interiormente los dos hubiéramos estado esperando encontrarnos. He experimentado desde el principio una gran veneración y una cordial simpatía por el Metropolitano de Cracovia. En el pre-cónclave de 1978 él analizó para nosotros en modo sorprendente la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo percibí enseguida con fuerza la fascinación humana que él despertaba y, de cómo rezaba, advertí cuán unido a Dios estaba.

¿Qué ha experimentado cuando el santo Padre Juan Pablo II le ha llamado para confiarle la guía de la Congregación para la Doctrina de la fe?

Juan Pablo II me llamó en 1979 para nombrarme prefecto de la Congregación para la Educación Católica.

Habían transcurrido apenas dos años desde mi consagración episcopal en Munich y me parecía imposible dejar tan rápido la sede de san Corbiniano. La consagración episcopal representaba de alguna manera una promesa de fidelidad hacia mi diócesis de pertenencia. Pedí por ello al Papa que no hiciera ese nombramiento; y él llamó para ese encargo al cardenal Baum de Washington, preanunciándome, con todo, desde aquel momento, que enseguida me llamaría para otro encargo. Fue en el curso del año 1980 cuando me dijo que me quería nombrar, a finales de 1981, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como sucesor del cardenal Šeper.

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