Seis escritores latinoamericanos obtuvieron el reconocimiento de la Academia Sueca, máximo galardón al que se puede aspirar en el mundo de las letras: Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Precisamente, los dos que tuvieron un perfil político más elevado son los únicos que mantuvieron entre sí un enfrentamiento abierto durante gran parte de sus vidas.
García Márquez, que falleció el pasado jueves 17 de abril a los 87 años, nació en Aracataca, Colombia, en 1927. Nueve años más tarde llegó al mundo Vargas Llosa, en Arequipa, Perú.
Al comienzo era más lo que los unía que aquello que los separaba. Ambos empezaron sus carreras como periodistas, guiados por un profundo compromiso con la realidad de sus países, canalizaron sus preocupaciones a través de la escritura.
A los dos el reconocimiento les llegó siendo jóvenes y al mismo tiempo. El escritor colombiano conquistó el mundo en 1967, con Cien años de soledad. El peruano recibió ese mismo año el Premio Rómulo Gallegos, el más importante galardón literario de la región, por La casa verde.
Sus obras irrumpieron justo cuando los ojos del planeta se posaban sobre América Latina. Desde la Revolución Cubana de 1959 en adelante, se sucedieron movimientos, revueltas y conflictos políticos inéditos, que contrastaban con la quietud que se vivía en Europa y los Estados Unidos.
Todos esos cambios estuvieron acompañados por un estallido cultural. Artistas, músicos, cineastas y escritores impusieron un estilo propio y maravillaron a la crítica y al público europeo.
García Márquez y Fidel Castro, una amistad controversial
García Márquez y Vargas Llosa emergieron como dos de las figuras más representativas de la escena. Se conocieron en 1967, en Venezuela, cuando distinguieron al peruano con el Rómulo Gallegos.
La afinidad y la admiración mutua fueron inmediatas. Vargas Llosa dedicó al estudio de Cien años de soledad su tesis doctoral en la Universidad Complutense. El trabajo, publicado en 1971, se titulaba "García Márquez: historia de un deicidio".
Lo que empezó como una relación de respeto se convirtió en una íntima amistad. En los primeros años de la década de los 70, ambos vivían en Barcelona, España, y pasaban mucho tiempo juntos.
Se veían con sus esposas y sus hijos se habían hecho muy amigos. El colombiano apadrinó al segundo de Vargas Llosa.
Pero el amor no duró mucho tiempo. En 1976, nueve años después de que se conocieron, la relación terminó abruptamente y de manera grotesca. Enfurecido con su amigo por motivos que no han quedado del todo claros, el peruano le dio un puñetazo en México, ante la mirada de numerosos testigos.
Mucho se dijo sobre la pelea y personas cercanas a los escritores aseguran que a Vargas Llosa no le gustó nada algo que García Márquez dijo o hizo con su esposa. Pero más allá de las cuestiones sentimentales, había otra cosa que los separaba cada vez más: una mirada opuesta sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo político.
Si bien en su juventud el autor de La ciudad y los perros militó en el Partido Comunista Peruano y sostenía posturas de izquierda, con el correr de los años su pensamiento viró hacia el liberalismo. Eso lo llevó a tener una postura muy crítica de las experiencias populistas latinoamericanas y del régimen de Fidel Castro en Cuba.
Su postura era completamente disonante en el panorama intelectual de la región, que estaba marcado por el apoyo al socialismo y a la Revolución Cubana, y las críticas hacia los Estados Unidos. García Márquez era uno de los principales exponentes de esa línea.
Podría decirse que en la misma medida en que se iba acercando a Castro, de quien se hizo muy amigo, iba alejándose de Vargas Llosa. Luego de convertirse en enemigos declarados, el peruano lo tildó de "cortesano" del dictador cubano.
Vargas Llosa junto a María Corina Machado, acérrima opostora al chavismo en Venezuela
Pero las diferencias estaban latentes desde mucho antes y pueden rastrearse en su literatura. Si bien en ambos hay una denuncia de las condiciones de vida en América Latina, en el escritor colombiano se puede encontrar cierto encantamiento en su descripción, como una reivindicación de lo latinoamericano. Además es claro el señalamiento de ciertos culpables externos por algunas de las desgracias humanas en la región, como las empresas extractivas al estilo de la United Fruit Company.
En Vargas Llosa se encuentra una crítica total a cómo se vive en estos países. Desde su punto de vista, la corrupción y la desidia atraviesan toda la sociedad e impiden el progreso. Latinoamérica está atrasada, anclada en el pasado. Por eso, en Conversación en la Catedral se pregunta con insistencia, "¿Cuándo se jodió Perú?"
A pesar de sus diferencias y de su posterior enemistad, siempre mantuvieron un profundo respeto profesional. En 2007, el peruano prologó una edición de la obra maestra de su colega. "Cien años de soledad es una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual, enfrentándole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidad cualitativamente equivalentes", escribió.
Gabriel García Márquez murió el jueves 17 de abril de 2014. A nadie deberían sorprender las palabras de Mario Vargas Llosa para despedirlo.
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Por Darío Mizrahi.