Mientras se preparaba para tomar su último aliento, el condenado, conocido como Balal, jamás imaginó la increíble escena que le tocaría vivir segundos después. La clave fue una bofetada, moneda de cambio con la que la madre de su víctima decidió perdonarlo.
La mujer se acercó al asesino de su hijo y le dijo que era difícil tener una casa vacía. Luego le pegó en la cara y le quitó la soga del cuello.
La multitud que seguía la ejecución recibió el gesto con aplausos, mientras Balal lloraba sin consuelo asistido por sus verdugos.
En 2007, durante una pelea en la ciudad iraní de Royan, Balal, quien en ese momento tenía 19 años, le clavó un cuchillo en la garganta a otro joven de 18, Abdollah Hosseinzadeh, provocándole la muerte.
El padre de la víctima, Abdolghani Hosseinzadeh, reveló que su esposa tuvo un cambio de parecer luego de que su hijo muerto se le apareció en un sueño.