Desde que abrió su sitio en el que ofrece su servicio de inseminación tradicional, Ed Houben ya tuvo 98 hijos, que viven en diferentes partes del mundo. La primera vez que donó sus espermas lo hizo hace 12 años. Pero cuando Holanda prohibió el anonimato de los donantes, se le ocurrió la idea de proveer su prestación de forma particular.
Así fue que dejó de hacerlo de forma artificial, a través de una probeta, y comenzó a realizarlo tradicionalmente, como cualquier pareja. "Así hay muchas más posibilidades de concebir", dijo Houben a la BBC.
"Quizá la gente piense que es una manera de practicar sexo sin aceptar responsabilidades, pero normalmente soy la única persona con la que pueden hablar cuando nada funciona", explicó el holandés a BBC.
Su principal motivación, según dijo, son las personas cuya ilusion es concebir una vida a la que cuidar y amar.
La madre de la beba Madita acudió a los servicios de Houben después de seis años de buscar "al hombre adecuado". "Quiero tener la capacidad de ofrecer respuestas a mi hija el día que comience a hacerme preguntas", subrayó la mujer de 28 años. Incluso, tiene la esperanza de que el padre pueda ver a su hija un par de veces al año.
En su apartamento tiene un marco digital en donde aparecen los retratos de sus 98 hijos. También tiene una taza que los niños de una pareja de mujeres le regalaron en el día del padre.
Para organizarse, en su computadora armó una planilla donde tiene los datos de todos ellos, en caso de que surja algún tipo de cruce entre ellos. "Si en el futuro uno de mis hijos se plantea formar una familia con alguien que desconoce la identidad de su padre natural, siempre tendrá la posibilidad de consultar esta lista", explicó.
En principio, sus servicios de inseminador tradicional terminarán algún día, cuando forme su propia familia, aseguró. Pero después de unos momentos, se echó atrás: "Quizá podría reducir la actividad".