Huber Matos era el último comandante de la revolución cubana que quedaba con vida y que podía dar testimonio de haber luchado al lado de los hermanos Fidel y Raúl Castro, Ernesto "Che" Guevara y Camilo Cienfuegos.
Pero también fue el primero en romper con los Castro cuando quedó claro que el rumbo de la revolución cubana no era el que Fidel le había asegurado, la reinstauración de la democracia en la isla después de la usurpación del poder llevada adelante por Fulgencio Batista. El plan que se imponía era ser un país comunista que funcionaría como un satélite de la Unión Soviética.
Con la muerte de Matos, conocida este jueves, quedan los testimonios de este maestro de escuela que se convirtió en guerrillero, pero que pronto fue encerrado por el gobierno castrista y estuvo a punto de ser ejecutado.
Aquí reproducimos extractos de una entrevista que realizó en 2011 con iWillax Televisión/i en Perú, en la que, al igual que en su libro Cómo empezó la noche, relata los hechos que rodearon su conversión a guerrillero, su famosa carta de renuncia y la posterior acusación de traición.
"Se produjo el golpe de Estado de Batista, en 1952, a pocas semanas de unas elecciones que se iban a producir el 1º de junio. Con sus viejos socios militares, asaltó el poder. Cuando voy a dar mi clase, me dicen: 'Se suprimieron las elecciones'. Me pareció que les estaban dando una bofetada a los seis millones de cubanos que éramos. Y digo: 'Hay que luchar contra esto'. Ese mismo día me convertí en enemigo de esa dictadura y, poco a poco, me fui involucrando hasta convertirme en guerrillero", explicó Matos.
El paso de maestro de escuela y agricultor -tenía una pequeña plantación de arroz- a soldado de la revolución no es sencilla. El propio Matos lo reconoce: "Es difícil de entender que un maestro se convierta en guerrillero, en organizador de una acción violenta. Pero la historia de Cuba nos dice que luchando por el bien de la patria, por los derechos del pueblo, vale la pena recorrer los caminos de la violencia", argumenta.
En ese proceso, se exilió en Costa Rica, reclutó armas y hombres para luchar y se unió por fin a Fidel Castro en la Sierra Madre, aunque según su análisis nunca le tuvo 100% de confianza: "Siempre tuve mis dudas de que Castro no fuese sincero, que fuese un farsante. Veía arranques de un tipo tempestuoso e injusto. Él me decía que, más allá de nuestras diferencias, una cosa tenía clara: no podíamos traicionar al pueblo. Pero nunca imaginé que su farsa y engaño fueran tan grandes".
Mientras duró la lucha, los ideales de Matos pasaban por recuperar la libertad perdida a manos de Batista y sus militares. Pero nunca tuvo en claro que la idea de Fidel era instaurar un régimen comunista. "La agenda de él no era sincera. Castro es un maestro en la simulación. Raúl sí era marxista. Fidel no es marxista, es un ególatra perverso. Pero el compromiso que había con la revolución era una cosa tan seria y responsable que no era inteligente pensar que se iba a producir lo que se produjo. La conversión de Cuba en un satélite de la Unión Soviética (...) y que después de tantos actos heroicos, muertes, luchas de siete años, que todo eso fuera a terminar en un régimen dictatorial comunista".
Una vez conseguida la victoria, Matos comenzó a notar cada vez más diferencias con la cúpula que rodeaba a Castro, con quien discutía cada vez más a menudo. "Había renunciado a mediados de 1959, en julio. Pero él me dice: 'Tú no tienes razón, Raúl sí quiere llevar el país a un proceso comunista, pero yo no soy comunista, no podemos traicionar al pueblo'". Fidel quería conservarlo en su equipo porque veía en él una de las pocas personas formadas entre quienes lo rodeaban y así se lo decía. "Yo creo que era para enamorarme", sostiene Matos.
Pero las diferencias hicieron eclosión el 20 de octubre de 1959, cuando decidió renunciar a través de una famosa carta. Castro interpretó, forzadamente según Matos, que estaba ante una conspiración para acabar con su revolución. "Yo siempre le había dicho: 'Si esto es otra dictadura, tú no puedes contar conmigo, independientemente de si es comunista o no'. 'Me ofendes', me contestaba él (...) Cuando renuncio definitivamente, me acusa de traición. Dice que estaba sublevado y me acusa de querer ocupar el poder central de la Nación".
Entre el 10 y el 15 de diciembre de 1959, Matos fue sometido a un juicio sumario. Castro forzó a 1.200 oficiales a asistir al evento para pedir un castigo ejemplar al grito de "¡Paredón!". Los fusilamientos estaban a la orden del día para quienes eran acusados de sedición.
"Entonces, cuando me dieron la palabra, yo me puse a hablar y hablar y a decir mis cosas: 'Sé que voy a morir, pero no por traición sino por lealtad a mi patria y a la revolución. Si mi muerte sirve para salvar a mi patria, bendita sea mi muerte', dije. Los oficiales y casi todos los demás se ponen de pie y me aplauden. Entonces, fusilar a un hombre a quien habían aplaudido quienes habían sido llevados a gritar 'Paredón', pues... optaron por condenarme a 20 años de prisión".
A partir de allí comenzó otro suplicio para Matos, que fue recluido durante dos décadas a pesar de los pedidos de libertad que llegaban desde organismos de derechos humanos y desde los Estados Unidos. "Fueron 20 años con sus añadiduras de torturas y golpizas, yo hice huelga de hambre, que no llegue a la muerte porque no les interesaba que me muriera, sino que me arrepintiera, que claudicara".
Sin embargo, eso no sucedió. En cambio, llegó el 21 de octubre de 1979, la fecha en que fue puesto en libertad y entregado a autoridades de Costa Rica en La Habana. Pero antes de eso, se llevaría la última marca de su estadía en Isla de la Juventud: "Cuatro días antes de despedirme, creo que fue el rencor de Fidel Castro, me dieron una paliza de despedida. Creí que me habían reventado el hígado".