Entrevistado por Antonio Spadaro, director de la revista jesuita Civiltà Cattolica, Jorge Bergoglio evocó un concepto que le es caro, el de "la clase media de la santidad", los "santos de todos los días", los santos "ocultos", una expresión que, dijo, tomaba del novelista Joseph Malègue (1876-1940) , autor de Agustín, o el Maestro está aquí.
Era septiembre de 2013. Ahora, el libro, de más de 800 páginas, acaba de ser reeditado en Francia por Cerf y redescubierto con elogios por la crítica. "(Con Malègue) el mensaje cristiano llegó también a las complejas técnicas de la novela del siglo XX, cuyo origen puede situarse en las obras de Marcel Proust"; "Un gran escritor caído en el olvido y reeditado gracias al sumo pontífice", son algunos de los comentarios.
"Releyendo Augustin ou le maître est là [tal el titulo en francés], es junto a las obras maestras de Huysmans, Bloy, Mauriac, Bernanos y Green que se tiene ganas de ubicar el libro de Malègue", dice por ejemplo la reseña de Le Figaro, citando a los grandes autores católicos de fines del XIX y principios del XX.
La novela de Malègue, escrita en 1933, fue rechazada por los editores y, como Un amor de Swan, de Proust, el autor la publicó por su propia cuenta. Luego, el prestigioso Gaston Gallimard le escribió: "He leído vuestro gran libro. Lo encuentro destacable y deseo que sepa que me hubiera enorgullecido ser su editor".
Ochenta años y un comentario del Papa después, la crítica asegura que Malègue tiene la "densidad intelectual de los grandes libros de Thomas Mann, Hermann Broch, Robert Musil, pero también los matices visuales y trémulos de Marcel Proust". Así lo afirma La Libre Belgique.
Este diario belga cita al gran crítico de posguerra, Pierre-Henri Simon, quien veía en Malègue a "un Proust cristiano, impregnado de la más segura teología, y que da así la obra maestra de la novela católica".
Sin embargo, se advierte, por "obra católica" no debe esperarse en modo alguno una literatura "de sacristía". Lejos de eso, equiparan a Malègue a otros grandes novelistas cristianos como Maxence Van der Meersch, Gilbert Cesbron y el citado Joris-Karl Huysmans, entre otros.
Uno de ellos, Julien Green, rechazaba la etiqueta de "escritor católico". "Soy un católico que escribe novelas", aclaraba. Porque ninguno de ellos se dejó encerrar en los cánones de la llamada lectura edificante; a imagen y semejanza del filósofo católico Jacques Maritain, todos se alejaron de los prejuicios y pudores de los medios clericales.
Maritain en el Río de la Plata
La Europa de Malègue -Francia en particular- fue pródiga en intelectuales y en conversiones católicas en aquellos tiempos. La más emblemática y fructífera: la del citado Jacques Maritain (1882-1973) –otra influencia intelectual destacada en la formación del actual Papa Francisco-; de origen protestante, se convirtió al catolicismo por influencia de Léon Bloy, otro autor francés invocado por Jorge Bergoglio, en una de sus primeras homilías papales.
Otros conversos fueron Paul Claudel y Henri Ghéon (ateos) y Max Jacob (judío). Como novelistas, también descollaron los antes nombrados François Mauriac y Georges Bernanos.
Fue un medio siglo de gloria para
el llamado "movimiento de renacimiento
literario católico". El pensamiento de Maritain, abanderado de ese
renacimiento literario católico, ejerció una inmensa influencia en América del Sur en los años 1930. El filósofo
llegó incluso a dictar un ciclo de conferencias en Buenos Aires, en 1936, año
del nacimiento de Jorge Bergoglio. Era la edad de oro de la novela católica, de
la cual el autor de Humanismo integral,
era un apasionado. Quizá eso haya sido clave para que, años después, un joven
seminarista encontrara la obra de Malègue en los anaqueles de alguna biblioteca
rioplatense.
Al mismo tiempo, en Francia, la hegemonía sartreana empezaba a condenar al olvido a esos autores.
"Es pues a Jorge Mario Bergoglio, papa Francisco, que debemos la nueva puesta en circulación de Agustín o el Maestro está aquí, genial y sorprendente novela de Joseph Malègue, publicada en 1933 e injustamente ignorada por los historiadores literarios", proclama Le Figaro.
Las clases medias de la santidad
La novela del autor que el Papa rescató del purgatorio es la historia de un joven de provincia, Augustin Méridier, nacido a fines del siglo XIX en el seno de una familia de pequeña burguesía católica que, a los 16 años siente el llamado a la vocación religiosa, pero decide postergar su respuesta. En cambio, estudiante destacado, marcha a París, para completar su formación. Allí se ve confrontado a la crítica racionalista y positivista de los Evangelios y en esos debates pierde la fe. En palabras de Antonio R. Rubio Plo, en la revista Alfa y Omega, su "ansia desmesurada de saberes humanos" arrinconará "la sencilla fe de su infancia [porque] una fe aparente, no apoyada en la revelación divina y sólo en lo puramente humano, desemboca en el agnosticismo".
Veinte años después, las circunstancias de la vida vuelven a poner a Agustín en el camino hacia Dios. "Hasta que se reencuentra con su fe, la desesperación del protagonista será mayor que la de quienes se han acostumbrado a vivir pasivamente", dice Rubio Plo, quien recuerda que también Paulo VI era aficionado a Malègue.
El comentarista rescata una segunda obra de este autor que, aunque inacabada fue publicada en 1958, y que también leyó Bergoglio evidentemente, dado que su título es Piedras negras, o las clases medias de la santidad. Es una novela de mil páginas en la que "abundan las descripciones de la sociedad burguesa provinciana de la Francia de 1880, (...) el retrato de un universo gris y de unas vidas grises, insertas en un ambiente caracterizado por el ansia de escalar posiciones en la escala y la respetabilidad sociales (y en la que) hay un niño soñador y tímido que se rebela ante esa existencia plana y convencional para buscar refugio en el lirismo y la literatura".
Es en este libro donde despliega Malègue su tesis de que las clases medias, pese a su existencia anodina, están llamadas a la santidad, porque aunque "les es lícito ocuparse plenamente de los intereses terrenales y de la justicia, deberían de imitar, en un momento u otro, las pruebas por las que han pasado los santos".
Finalmente, Malègue también incursionó en el ensayo, con Penumbras (1939), una obra en la cual describe a Cristo como "un Dios lleno de misericordia para los imperfectos", que "sale al encuentro de ovejas perdidas, mujeres adúlteras, ladrones justamente castigados por sus delitos, verdugos que no saben lo que hacen", dice Rubio Plo.
Conceptos caros al pontífice argentino,
que siempre invoca a este Dios misericordioso, el que no se cansa de perdonar,
el que puso los ojos en un "pecador" como
él, Jorge Mario Bergoglio, y lo eligió. Miserando
atque eligendo ("Lo miró con misericordia y lo eligió") es el lema elegido
por Francisco para su pontificado.
¿Cuánto tiempo pasará antes de que Malègue sea reeditado entre nosotros?