Por primera vez en su gestión, Dilma Rousseff viaja a Davos a conquistar inversionistas

La presidente brasileña necesita fortalecer la imagen de su país en el Foro Económico Mundial. Los constantes cambios de política tributaria y los tres años de crecimiento débil espantan al empresariado internacional

Reuters 163

La presidente de Brasil, Dilma Rousseff, intentará convencer, esta semana, a la élite empresarial mundial de que el gigante sudamericano todavía representa una buena oportunidad de inversión, pese a registrar tres años de crecimiento débil.

La mandataria de izquierda ha decidido buscar contacto con los ricos y poderosos por primera vez en el Foro Económico Mundial, en la ciudad suiza de Davos, con el fin de persuadirlos de que cuenta con políticas abiertas a los negocios y asegurarles que evitará el derroche fiscal. Se trata de un cambio radical para una gobernante con reputación de aplicar políticas severas que han reducido las ganancias de algunas compañías y afectado el precio de sus acciones.

Dejando de lado el escepticismo sobre el futuro de Brasil, la tarea de Rousseff es un desafío cuesta arriba que se suma a sus esfuerzos para ser reelegida en octubre. "Ella intentará convencer a la comunidad internacional de negocios de que es más pragmática que ideológica, pero realmente nadie espera que su gobierno haga grandes esfuerzos para equilibrar la política fiscal en pleno año electoral", dijo Ricardo Ribeiro, analista político de la consultora MCM en San Pablo.

Brasil ya no es más el favorito de Wall Street La alguna vez pujante economía brasileña se expandió apenas un 1% en 2012 y los flujos de salida de capital del año pasado fueron los más elevados desde 2002. El gasto público está subiendo de manera constante y los ingresos fiscales han disminuido debido a las exenciones tributarias que buscan estimular las industrias, lo que aumentó el riesgo de una rebaja en la calificación de crédito soberano del país este año. Brasil ya no es más el favorito de Wall Street y claramente ha dejado atrás la época de expansión impulsada por el aumento en los precios de las materias primas del que se benefició el predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva.

A diferencia de la actual mandataria brasileña, Lula era un visitante regular de Davos. Los líderes empresariales responsabilizan a Rousseff de enfriar el apetito de los inversores por Brasil con la excesiva interferencia del Gobierno en la economía. Algunas medidas "creativas" para cumplir con metas de ahorro también socavaron la imagen de su equipo económico, pero Rousseff ha resistido los llamados a reemplazar al ministro de Hacienda, Guido Mantega.

La poca credibilidad del ministro en el sector financiero ha llevado a la propia presidente a asumir la tarea de ofrecer seguridad a los inversores de que su gobierno se apegará a la disciplina fiscal y mantendrá la inflación bajo control.

Lula era un visitante regular de Davos Mantega, que planea acompañar a Rousseff en Davos, ha visto una merma de su credibilidad después de haber hartado a los inversores con frecuentes cambios en las normas tributarias, con metas fiscales incumplidas y estimaciones de crecimiento económico demasiado optimistas. Asesores presidenciales dicen que Rousseff decidió que era momento de realizar una visita a Davos para mostrar a los inversores que Brasil quiere hacer negocios con ellos, explicar las concesiones privadas que su gobierno ofrece para proyectos de infraestructura vial, de transporte aéreo y ferroviario, así como otros emprendimientos.

"Los mercados financieros no entienden bien a Brasil", dijo Marcelo Neri, ministro de Asuntos Estratégicos y jefe del centro de estudios del gobierno IPEA. "La inversión privada es fundamental para Brasil y la presidente debe demostrar el potencial del país y escuchar a los inversores, a fin de que podamos afinar la manera en que hacemos las cosas", afirmó el ministro la semana pasada a los medios extranjeros.

El Foro Económico Mundial se celebrará del 22 al 25 de enero y contará con la presencia de los primeros ministros de Japón, Shinzo Abe, y del Reino Unido, David Cameron, de seis mandatarios latinoamericanos y de los presidentes de Israel, Simón Peres, y de Irán, Hassan Rohani, entre otros.