Un vórtice polar cubrió esta semana gran parte de Estados Unidos, llevando las temperaturas a mínimos históricos que en algunos casos superaron los 40 grados bajo cero. El saldo de este evento fue la muerte de al menos 21 personas y pérdidas de hasta 5.000 millones de dólares por daños y por la interrupción de las actividades económicas.
La causa de este fenómeno fue el comportamiento irregular de los vientos de la región ártica, que normalmente contienen el vórtice en la zona, pero que en esta oportunidad empujaron grandes masas de aire helado desde el norte de Canadá hasta Estados Unidos.
¿Este comportamiento extraño es una consecuencia del cambio climático que viene afectando al planeta en las últimas décadas? Si la consecuencia más visible de esta alteración es el calentamiento global, ¿cómo se explican temperaturas tan extremadamente bajas? Infobae consultó a distintos especialistas para intentar responder a estos interrogantes.
Qué es el cambio climático
Lo primero es diferenciar al clima del tiempo. El clima es una conjunción de fenómenos meteorológicos consolidados a lo largo de los años, como las temperaturas y las precipitaciones promedio. En cambio, el tiempo son los fenómenos meteorológicos que se producen en un momento determinado.
El tiempo no se puede predecir con exactitud con más de cuatro o cinco días de anticipación, pero sí es posible prever cómo será la evolución del clima en las próximas décadas.
"El cambio climático produce modificaciones en las medias de las precipitaciones y de las temperaturas. También puede provocar un aumento de la frecuencia de eventos extremos, como las olas de calor, o las olas de frío", cuenta a Infobae el socioecólogo Manuel Calvo Salazar, consultor ambiental en el EstudioMC.
"Pero no se puede vincular un hecho aislado, una ola polar en particular, con el cambio climático. Se puede decir que favoreció la proliferación de ciclones en el Pacífico y de huracanes en el Atlántico, pero no que es el causante de un determinado ciclón o huracán", agrega.
Lo mismo vale para la ola de frío que atravesó Estados Unidos esta semana. No es posible afirmar que sea una consecuencia directa del cambio climático, pero probablemente sea una expresión más de un fenómeno que sí es un resultado de aquél: la reiteración de episodios extremos.
"El cambio climático es consecuencia de que aumenten las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Esto provoca forzamientos radiativos que suponen un cambio en su balance energético, lo cual desencadena distintos fenómenos meteorológicos", dice Calvo.
El más importante de todos es el aumento de las temperaturas promedio en el mundo. Lo que se conoce como calentamiento global. "Es igual que con la fiebre -sintetiza Calvo-: el aumento de la temperatura media es un síntoma del cambio climático, que es la enfermedad".
Pero si el fenómeno más destacado es el incremento de la temperatura, ¿cómo se explica que también se produzcan episodios de frío extremo?
Cuando el calor provoca frío
El aumento sostenido de la temperatura promedio en el planeta es una realidad indiscutible. Esto provoca una amplia gama de desequilibrios que se manifiestan en fenómenos meteorológicos extremos. Huracanes, ciclones, borrascas profundas y cambios abruptos en el tiempo son algunos ejemplos cada vez más habituales.
"Es probable que temperaturas o lluvias inusuales ocurran en función del calentamiento global, incluyendo fríos intensos. Existen hipótesis que asocian la disminución de hielo en el Polo Norte con un aumento en la corriente de chorro o jet stream, que normalmente provoca muy bajas temperaturas cerca de los polos, y que podría alcanzar zonas más alejadas, como el norte de Estados Unidos", explica Enrique Jurado, biólogo de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en diálogo con Infobae.
"El calentamiento global puede aumentar la frecuencia de las olas de frío y de las olas de calor porque cuando se modifica el balance energético de un sistema se cambia el punto de equilibrio. Esos aumentos y descensos bruscos de la temperatura son la respuesta que halla el sistema para volver a equilibrarse", dice Calvo.
Tan extremos son los fenómenos que se están registrando que mientras Nueva York registraba -15,5 grados, la temperatura más baja desde 1896, se conocía que Buenos Aires, Argentina, había vivido el diciembre más caluroso de su historia, con temperaturas máximas promedio de 31,3 grados.
El avance de los desiertos y de los climas tropicales, o el retroceso de los glaciares, son otras manifestaciones. También que a los lagos les cueste mucho más congelarse y que el clima en zonas antes templadas empiece a parecerse al de las regiones tropicales.
"Estas modificaciones climáticas se están dando a una velocidad inusitada en la historia de la Tierra. Tan rápido que puede ser catastrófico para muchos seres vivos", advierte Calvo.
La necesidad de cambiar nuestro estilo de vida
"Existen algunos efectos muy peligrosos asociados al calentamiento global -dice Jurado-. Por ejemplo, el derretimiento de masas de hielo en los polos ocasiona cambios importantes en corrientes marinas y un aumento en el nivel del mar, lo cual pone en riesgo las costas que tanto nos gustan a los seres humanos para construir ciudades y balnearios".
Como consecuencia, cientos de especies animales podrían extinguirse y ya no se podría cultivar en zonas donde históricamente se hicieron actividades agrícolas.
Ninguno de estos fenómenos son inevitables ni son el resultado de cambios que exceden al hombre. Por el contrario, son una respuesta al modo de vida que se impuso en el mundo desde hace 200 años años.
"La mayoría del CO2 que hay en la atmósfera proviene del uso de combustibles fósiles, como carbón, gas y petróleo. A esto se suma la emisión de metano producto de actividades como la ganadería, y la excesiva liberación de CO2 que se produce por la combustión de muchos bosques tropicales en la Amazonia y en África. Son muchos factores desencadenantes, pero casi todos tiene que ver con la actividad humana", dice Calvo.
"El metano -cuenta Jurado- es un gas con mayor efecto de invernadero que el CO2 (es decir, que genera más calor), aunque con menos durabilidad en la atmósfera (es menos estable que el CO2). Existen depósitos de metano en lugares como el permafrost que es una capa congelada bajo el suelo de zonas muy frías con materia orgánica de ecosistemas antiguos. El incremento en la temperatura podría provocar el derretimiento del permafrost, liberando metano".
"El problema con la liberación súbita de metano es que produciría un aumento abrupto en la temperatura del planeta, con consecuencias tan devastadoras para la biodiversidad que apenas las empezamos a conocer", agrega.
Pero lo peor de todo es que desde hace por lo menos 20 años existe plena conciencia entre los líderes mundiales del impacto ambiental que tiene la forma en la que vivimos. Sin embargo, prácticamente nada se ha hecho para cambiar los patrones de producción y consumo, y todo se reduce a grandes conferencias sobre cambio climático, cuyos documentos se plasman sólo marginalmente en políticas concretas.
"Es urgente modificar la manera en la que producimos y nos movemos. En las próximas décadas se tendría que producir una reducción en la emisión de CO2 que, como mínimo, tiene que ser de 80% o 90%. Esto supone un cambio radical", dice Calvo.
, concluye.