Desde que el cónclave del 13 de marzo del año pasado eligió sorpresivamente a un Papa argentino, Roma se ha convertido en un punto de atracción para la política local. Pero las repercusiones, de momento, se notan más en el plano de la imagen que en el de los discursos o la agenda. Y ello es así a pesar de que Bergoglio ha reflexionado, hablado y escrito mucho sobre los problemas del país.
Por eso resulta interesante la reedición de los documentos elaborados por Jorge Bergoglio en sus tiempos de Cardenal primado de la Argentina que viene haciendo la Editorial Claretiana.
Educar: testimonio de la Verdad es una compilación de los mensajes que el hoy papa Francisco dirigió anualmente a los educadores católicos del 2006 al 2012. Es uno más de una larga serie que incluye otras compilaciones sobre Educación y otros temas, como la Nación, la corrupción, y otros temas.
Las Cinco propuestas para ayudar a recrear el vínculo social son el final de uno de los mensajes de Bergoglio a los educadores al comienzo del ciclo lectivo que él acostumbraba a cerrar con, en sus palabras, "algunas ideas de orden más 'práctico' que de algún modo resuman y esbocen una resolución operativa de las reflexiones desarrolladas". O sea, de la reflexión a la acción.
Con excepción del punto 5, más exclusivamente destinado a los educadores católicos, el resto de sus conceptos, tal como los mensajes del papa Francisco hoy, son de alcance universal y atañen a valores compartidos por otras confesiones religiosas e incluso por los no creyentes: el respeto a la diversidad, la revalorización de nuestra historia, tradición y producción artística, la fraternidad concreta, el amor en su dimensión "institucional", la participación y el compromiso en contraste con el "no te metás"... entre otros.
A continuación, algunos extractos de este documento:
1) La Fe cristiana como fuerza de libertad
"Es verdad que en una sociedad que recién está aprendiendo a convivir pluralmente se generan muchas veces conflictos y desconfianzas varias. Ante estas dificultades, no pocas veces los católicos nos sentiremos tentado de callar y ocultarnos, intentando cortar la cadena de mutuas incomprensiones y condenas, a la cual tantas veces, por qué no reconocerlo, habremos contribuido con nuestro errores, pecados y misiones. Mi propuesta es ésta: animémonos a recuperar el potencial liberador de la fe cristiana, capaz de animar y profundizar la convivencia democrática inyectándole fraternidad real y vivida. Como Iglesia en Argentina, a los bautizados no nos faltan pecados de los cuales avergonzarnos y arrepentirnos, pero tampoco nos faltan ejemplos y testimonios de entrega, de compromiso por la paz y la justicia, de auténtica radicalidad evangélica al servicio de los pobres y en pos de una sociedad libre e inclusiva y por una vida más digna para nuestra gente. Recuperemos la memoria de tantos cristianos que han dado su tiempo, su capacidad y hasta su vida a lo largo de nuestra historia nacional. (...) ¡Que en cada uno de nuestros colegios se venere y transmita la memoria de tantas y tantos hermanos nuestros que han dado lo mejor que tenían para construir una patria de justicia, libertad y fraternidad, y que se busque activamente en cada una de nuestras instituciones generar nuevas formas de testimonio de una fe vivía y vivificante!
2) "Todas las voces, todas"
(...) En concreto, les propongo como docentes cristianos que abran su mente y su corazón a la diversidad que cada vez más es una característica de las sociedades de este nuevo siglo. Mientras vemos que todo tipo de intolerancias fundamentalistas se adueñan de las relaciones entre personas, grupos y pueblos, vivamos y enseñemos nosotros el valor del respeto, el amor más allá de toda diferencia, el valor de la prioridad de la condición de hijo de Dios de todo ser humano sobre cualesquiera fueren sus ideas, sentimientos, prácticas y aún sus pecados. Mientras en la sociedad actual proliferan los guetos, las lógicas cerradas y la fragmentación social y cultural, demos nosotros el primer paso para que en nuestras escuelas resuenen todas las voces. No nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de realidad. Reconocer, aceptar y convivir con todas las formas de pensar y de ser no implica renunciar a las propias creencias. (...)
3) Revalorizar nuestras producciones culturales
(...) Esto implica un definido acto de confianza en el valor de nuestras obras de arte, de nuestras producciones literarias, de las múltiples expresiones del pensamiento histórico, político y estético, en su autenticidad y en la energía que aún poseen para despertar el sentido y valor de lo comunitario.
Hace ya unos años, les propuse una lectura 'situada' de nuestro poema nacional, el Martín Fierro. Debemos avanzar en esa línea. La Argentina ha brindado al mundo escritores y artistas de calidad (de ésos que aún hablando de lo 'local' tocan la fibra más 'universal' del hombre, al modo de los clásicos); y esto en el campo de lo 'académico' y también en el del arte y la cultura popular. ¿Por qué no insistir en promover su lectura, su audición, su contemplación, recuperando algo del espacio que hegemonizan tantas producciones huecas impuestas por el mercado? ¡Tantas novelas infinitamente superiores a los best sellers que llenan góndolas de supermercados! ; ¡tantas músicas – en todo tipo de géneros, desde lo más tradicional hasta los que expresan la mirada de las generaciones más jóvenes- que digan algo de lo que somos y lo que queremos ser!
¡Tanta belleza plasmada en artes plásticas, en arquitectura, tanta reflexión y polémica con la ironía y la chispa que caracteriza a nuestros grandes periodistas y pensadores sobre las distintas circunstancias de nuestra historia, tanto cine que 'cuenta' nuestras historias y nuestra historia!
No estoy proponiendo reflotar ideologías chauvinistas o una pretendida superioridad de 'lo nacional' sobre la cultura de otros pueblos. Revalorizar lo nuestro no significa de ningún modo dejar de lado la inmensa riqueza de la cultura universal. (...) (Pero) la identidad de un pueblo (como también la identidad de cada persona) se constituye en gran medida narrativamente, situando acontecimientos en una línea de tiempo y en un horizonte de sentido. Se trata de volver a contar, volver a decir quiénes somos. Y para ello, escuchar lo que ya se ha dicho, volver a situarse ante las huellas que la vida del pueblo ha dejado a través de la obra de sus creadores. (...)
4) Prestar atención a la dimensión institucional del amor
Quiero insistirles en la importancia de las formas instituidas de participar en la vida común. Los argentinos tenemos una tendencia a minusvalorar la ley, las normas de convivencia, las obligaciones y deberes de la vida social. (...) La cosa 'por debajo de la mesa', la 'truchada', la 'avivada', no ayuda a superar este trance de anomia y fragmentación. Es posible que apostemos sin dudarlo al fortalecimiento de las muchas instancias de participación y resguardo de lo común que han ido quedando desdibujadas en la historia de prepotencias, violencias, arbitrariedades, egoísmos e indiferencias que hemos vivido.
5) Celebrar juntos el amor de Dios
Por último, ese querer estar juntos de los jóvenes, ese gustar la emoción de ser parte de una experiencia que los engloba y les da identidad, puede señalarlos un sendero que nos aproxime a proponerles el valor de la celebración de los misterios sagrados. Es verdad que en la cultura de lo útil y del pragmatismo, la gratuidad y la aparente inutilidad del culto no pareciera atractivo; sin embargo, es interesante que toda esa sensibilidad hacia el encuentro amistoso, (...) sea un modo de acercarse al desarrollo de una cultura, (...) que sabe adorar y orar y a la vez posibilita un compromiso intenso y fuerte con el mundo de los hombres y mujeres de este tiempo. (...)
Conclusión
Es preciso volver a creer en nuestras instituciones, volver a confiar en los mecanismos que como pueblo nos hemos dado para caminar hacia una felicidad colectiva. Y esto es tarea de todos: de gobernantes y gobernados, de fuertes y débiles, de los que tienen y pueden y de los que poco tienen y menos pueden. De todos: no sólo pasivamente, cumpliendo con lo mínimo y esperando todo de los demás. (...) Hemos vivido una historia tan terrible, que 'no estar metido en nada' pasó a ser sinónimo de seriedad y virtud. Quizá haya llegado (¡todavía no es definitivamente tarde!) el momento de dejar atrás esa mentalidad, para recuperar el deseo de ser protagonistas comprometidos con los valores y las causas más nobles.
Dejar atrás esa mentalidad de la cual quede del todo descartado un diálogo final como éste: 'Señor, ¿cuándo fue que no te di de comer, de beber, etcétera?'
'Cuando te sumaste al no te metás mientras yo me moría de hambre, de sed y de frío, estaba tirado en la calle, desescolarizado, envenenado con drogas o con rencor, despreciado, enfermo, sin recursos, abandonado en una sociedad donde cada uno se preocupaba sólo por sus cosas y por su seguridad'.