Procesaron a una banda que falsificaba libros

El juez Rafecas dictó el procesamiento de cuatro integrantes de una organización que imprimía, distribuía y vendía libros falsos. Buscan a tres prófugos.

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En apariencia la conductora televisiva Viviana Canosa y el periodista económico Alfredo Zaiat no tienen nada en común. Sin embargo hay algo que los une. En la Feria del Libro ambos firmaban ejemplares de sus libros. La dama lo hizo en 2012. Lectores querían su autógrafo en su edición de ¡Basta de Miedos!, le mostraban el ejemplar y personal de editorial Planeta descubría que eran libros falsos. La editorial se los cambiaba por verdaderos si decían dónde los habían comprado. Ya en 2013 Zaiat estaba por estampar su firma en un ejemplar de su libro Economía a contramano, cuando la gente de Planeta descubrió que era falso. Lo cambiaron, la lectora recibió el original a cambio de contar dónde había adquirido el libro.

A partir del hallazgo de esos ejemplares falsos el abogado de Planeta Pablo Slominsqui hizo una denuncia por falsificación que cayó en el juzgado de Daniel Rafecas. El fiscal Carlos Rívolo impulsó la investigación y el caso avanzó hasta que en diciembre pasado se realizó una decena de allanamientos en los que fueron hallados miles de libros falsos.

A raíz de esos procedimientos fueron detenidas varias personas que cumplían diferentes roles en la organización. Cuatro fueron procesadas sin prisión preventiva: imprimían, encuadernaban, acopiaban y distribuían los libros. Según el procesamiento de Rafecas, al que accedió Infobae, están prófugos tres integrantes de la banda. Uno de ellos era, según lo determinó la investigación, el encargado de llevar, con su auto, los libros a los lugares de ventas. Los ejemplares falsos se comercializaban en algunas librerías específicas, en kioskos de diarios y en puestos de ferias como la de Plaza Italia y del Parque Rivadavia.

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Si bien la causa fue iniciada y motorizada por la editorial Planeta, la falsificación afecta a casi todas las editoriales que trabajan en el país. Por eso respaldó y siguió de cerca la investigación el Centro de Administración de Derechos Reprográficos de Argentina (CADRA) (http://www.cadra.org.ar ) que protege los derechos de autor en el país.

El negocio de la venta de libros falsos afecta tanto a las empresas editoriales como a los autores porque ni unos ni otros cobran las respectivas regalías por cada ejemplar que se comercializa en el mercado negro.

La variedad de libros que falsificaba esta organización es sorprendente. Porque fueron halladas copias falsas de libros que son muy vendidos en la actualidad, pero también de otros que figuran entre los clásicos. Operación Masacre, del mejor periodista argentino Rodolfo Walsh, está entre los falsificados. Igual que algunos de Gaturro, personaje del humorista Nik. La banda falsificaba libros de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y de Ernesto Sábato. Y también de Martín Caparrós, Isabel Allende y Gabriel García Márquez. Libros periodísticos como los de Luis Majul o para niños como los de Luis María Pescetti. Entre el material secuestrado se hallaron revistas de Asterix el galo y varias planchas para imprimir Mi lucha de Adolf Hitler, libro que ofrecen algunos kioskos y librerías del centro de la Capital. Según fuentes de la investigación, dos de los prófugos, tienen militancia en un grupo filonazi del conurbano bonaerense. En este caso no se descarta la combinación entre ideología y negocios.

Otro de los hallazgos extraños entre el mar de libros falsos, fue el de algunos títulos de una colección gratuita editada por el Ministerio de Educación de la Nación. No se sabe si esos ejemplares fueron robados para ser vendidos a pesar de que se habían distribuido en forma gratuita.

Los imprenteros procesados habían comenzado a diversificar el negocio. Además de cajas con tapas de libros listas para ser utilizadas, láminas para imprimir diferentes ejemplares, fue encontrada la impresión de la caja de un remedio del laboratorio ELEA. Vendían libros falsos, y tal vez los integrantes de la banda habían iniciado el camino para meterse en otra industria rentable, la de los "medicamentos truchos".