Los investigadores clasificaron las emociones en dos tipos: simples y complejas. Luego, eligieron las siete más representativas de cada uno.
Las simples pueden ser producidas por múltiples causas y surgir en todo tipo de situaciones, ya que son más generales: enojo, miedo, disgusto, felicidad, tristeza, sorpresa, neutralidad.
En cambio, las complejas son más específicas, responden a situaciones puntuales y pueden estar compuestas de distintas emociones simples: ansiedad, amor, depresión, desprecio, orgullo, vergüenza, envidia.
En el estudio participaron 700 voluntarios de Finlandia, Suecia y Taiwán. A todos les presentaron dos siluetas de papel y les pidieron que pensaran en cada una de las 14 emociones. Entonces, les solicitaron que en una de las siluetas pintaran las áreas que sentían más estimuladas, y en la otra, las que percibían desactivadas.
Sorprendentemente, los representantes de los distintos países describieron sensaciones coincidentes. Por ejemplo, todos apuntaron que la felicidad y el amor parecen ser los estados de ánimo más intensos, ya que generan actividad en todo el cuerpo.
Por el contrario, la depresión produce el efecto opuesto: una sensación de frialdad en la mayor parte del cuerpo, especialmente en brazos y piernas.
El enojo, uno de los estados que más se sienten, es el único que moviliza especialmente los brazos y las manos.
"Nuestro sistema emocional en el cerebro envía señales al cuerpo para que podamos lidiar con nuestra situación. Por ejemplo, si uno ve una serpiente y empieza a sentir miedo, el sistema nervioso aumenta el oxígeno que envía a los músculos y eleva el pulso cardíaco para poder afrontar la amenaza. Es algo automático, no es necesario pensar", explicó, en diálogo con NPR, Lauri Nummenmaa, psicólogo de la Universidad Aalto, que lideró la investigación.
Las conclusiones del estudio fueron publicadas en la revista especializada
, y se espera que puedan servir para profundizar el conocimiento de cómo afectan al cuerpo los distintos estados de ánimo.