El chavismo salió, el domingo, vencedor del envite plebiscitario que había propuesto la oposición. Los adversarios del presidente, Nicolás Maduro, con su líder Henrique Capriles a la cabeza, habían pedido revancha de las elecciones del 14 de abril, ganadas por estrecho margen por el primero y aún no reconocidas por el segundo. Sin embargo, los venezolanos no se tomaron como tal la cita. La participación fue de un 58,9%, una buena concurrencia para una elección municipal, pero una cifra muy lejana del 80% que habían marcado las dos últimas presidenciales en el país.
Además, el oficialismo (el Partido Socialista Unido de Venezuela y sus aliados, que no acudieron juntos en todas las circunscripciones) suma 5,1 millones de votos, frente a los 4,2 millones de la oposición. Aunque no son elecciones comparables, la brecha de estos comicios con los presidenciales de abril se amplió.
La otra buena noticia para el chavismo es que Maduro consiguió consolidar su posición en una cita que se había presentado como una seria amenaza en un año tremendamente complicado para el oficialismo tras la muerte de Hugo Chávez y con un entorno económico de pesadilla para el Gobierno.
Las controvertidas medidas económicas de choque para atacar la escalada de precios, que incluyeron la intervención de cadenas de electrodomésticos con militares, surtieron efecto en la opinión pública y según diferentes encuestadoras, fueron determinantes para enjugar los efectos de una inflación que roza el 50% anual.
Para el analista John Magdaleno, el hecho de que el Gobierno haya superado esta coyuntura crítica le alivia la presión y le baja los niveles de tensión, y tal vez pueda abrirse camino a una flexibilización en el terreno económico.
La oposición también tiene motivos para hacer lecturas positivas. Las elecciones han dejado en sus manos la mayor parte de las grandes ciudades de Venezuela. Ha aumentado el número de alcaldías que tenía tras las municipales de 2008. Conservó la Alcaldía Metropolitana de Caracas, así como cuatro de los cinco municipios de la capital; Maracaibo, Porlamar, Mérida y otros bastiones relevantes.
Pero sobre todo, logró conquistas muy simbólicas desde Valencia, la tercera ciudad del país, hasta Barinas, la tierra natal de Chávez, que tiene como gobernador al hermano mayor de éste, Adán Chávez. Aprovechó además la división del chavismo para conquistar Maturín y se hizo con Barquisimeto, la quinta plaza electoral del país, donde Henry Falcón, un chavista disidente que se separó del oficialismo, consolida un liderazgo regional creciente.
A pesar de ello, Capriles obvió prácticamente estos resultados en sus primeras declaraciones el domingo por la noche, en las que subrayó que Venezuela es un país dividido y sin dueño.
Tal vez sus palabras tienen que ver con el costo político que puede tener el fracaso en el intento de referendo para el hombre que había conseguido canalizar a la oposición alrededor de un liderazgo que le hace presumir de 7,3 millones de votos en abril.
Con dos años por delante sin elecciones en un país que ha ido 19 veces a las urnas en los últimos 14 años, tanto oposición como oficialismo tienen tiempo por delante para la reflexión y para sacar sus cuentas.
Maduro sale reforzado al frente de un gobierno que encara un panorama económico nada halagüeño, con un crecimiento ralentizándose hasta el 1,4% en los primeros tres meses (5,6% en 2013), una inflación ya lanzada por encima del 45%, a dos meses para el final del año, y un dólar paralelo desbocado en el mercado ilegal.
La victoria tampoco disipa la incertidumbre sobre las medidas que se requerirán para destrabar los nudos de un sistema que arrastra graves problemas de desabastecimiento y falta de productividad, y que probablemente encarará una nueva devaluación.
Del lado de la oposición, queda la tarea de que la plataforma Mesa de la Unidad (MUD) sobreviva junta en un contexto no electoral, razón fundamental para la que se había unido.
Para el analista Luis Vicente León, la MUD como tal va a perder un poco de rol y los partidos individuales deben ganar protagonismo. Eso y las alternativas que puedan surgir alrededor del liderazgo de Capriles llenan de nuevo de incertidumbre las posibilidades de consensos, de establecer una plataforma sólida de futuro, de consensuar un programa político y de construir una alternativa política al chavismo.