Pablo Emilio Escobar Gaviria nació el 1 de diciembre de 1949 en la ciudad de Rionegro del departamento de Antioquia, Colombia.
Desde el comienzo, la persona que más lo marcó fue Hermilda Gaviria Berrío, su madre. Si bien vivía también con su padre, Abel de Jesús Escobar Echeverri, éste tuvo un rol pasivo en su niñez.
"Su madre era la figura dominante del hogar. Era sobreprotectora, lo cuidaba y lo consentía. Pero sobre todo, le repetía permanentemente que él tenía que saber hacer bien las cosas. Aunque fueran malas, debía saber cómo hacerlas bien", cuenta, en diálogo con Infobae, el criminólogo Germán Antía Montoya, decano de la Facultad de Ciencias Forenses del Tecnológico de Antioquia y estudioso de la vida de Pablo Escobar.
Todos los testimonios de quienes lo tuvieron como compañero en la escuela destacan su liderazgo y su capacidad para hacer negocios, que iban desde el armado de rifas hasta la venta de exámenes. No tuvo dificultades para terminar el bachillerato y estuvo a punto de hacer una carrera universitaria en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín. Pero su avidez por el dinero rápido pudieron más.
No se puede entender a Escobar sin inscribirlo en el período histórico en el que vivió. "Hay que pensarlo en el marco de las circunstancias sociales que existían en la Medellín de los '70. Fue una época marcada por la caída de un modelo económico basado en la industria textil, lo que repercutió en el aumento del desempleo y el desplazamiento de la población rural a las ciudades", dice el criminólogo.
"Un montón de chicos se empezaron a asentar en la periferia de la ciudad, en zonas caracterizadas por la ausencia cualitativa y cuantitativa del Estado. En ese contexto se empezó a imponer el paradigma de que se podía hacer dinero fácil. Pero no sólo entre los sectores marginales, sino en toda la sociedad", agrega.
Escobar, que era hijo de un ganadero y de una maestra rural, estaba lejos de pertenecer a los sectores más postergados. Sin embargo, tejió una relación muy particular con ellos y desarrolló cierta identificación cuando, siendo joven, su familia comenzó a tener dificultades económicas.
"Su primera actividad criminal -continúa Antía- fue robar lápidas en los cementerios. Luego empezó a dedicarse al hurto de vehículos y autopartes".
Su habilidad para las relaciones sociales le permitió empezar a trabajar como asesino a sueldo para Alfredo Gómez López, conocido como El Padrino, que era uno de los mayores contrabandistas de Colombia. Esto le abrió nuevas puertas y le permitió ingresar al negocio de la droga a través del tráfico de marihuana a Estados Unidos.
Su conversión en el zar del narcotráfico
En la década del '70 comenzó a participar del tráfico internacional de cocaína, trayendo la coca desde Ecuador y Perú para luego procesarla y venderla a Estados Unidos. Hasta que en 1976 se asoció con otros narcos como Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y los hermanos Ochoa, y fundó el Cartel de Medellín.
En muy poco tiempo, el grupo logró controlar el cultivo, el procesamiento de la coca, el transporte con camiones, aviones y pistas clandestinas, y el comercio del producto en Medellín, y desde ahí hacia Estados Unidos. Se estima que el cartel llegó a vender el 80% de la cocaína consumida allí.
"La gente suele decir que era muy inteligente -dice Antía-, pero no. Tenía una mentalidad perversa y lo que más llamaba la atención era la gran memoria que tenía. Podía recordar todas las rutas que tenía sobre el Caribe para llevar droga a Estados Unidos. También conocía perfectamente a todos sus pilotos, y la frecuencia con la que realizaban sus itinerarios".
Una de las claves en la consolidación de su imperio criminal fue su habilidad para manejar información. Para saber antes que nadie todo lo que acontecía en Medellín, Escobar fue construyendo una amplia red de informantes.
"Tenía un círculo de choferes de taxis, remises y colectivos que le reportaban desde las terminales de transporte quiénes llegaban a la ciudad y en qué hoteles se hospedaban. En muchos casos, los que venían de Cali (donde funcionaba el principal cartel rival) eran asesinados gracias a esa actividad de seguimiento que le permitían los choferes", cuenta Antía.
Otra muestra de la claridad que tenía para comprender cómo llevar adelante su empresa criminal es su relación con las drogas. Si bien algunos testimonios certifican que consumía marihuana, se sabe que era plenamente consciente de los efectos destructivos de la cocaína que vendía.
"Pudo haber utilizado algunas sustancias en su época de juventud , pero no tomaba drogas adictivas, solo las traficaba. Tenia claros los efectos que podía producir sobre él y sobre su familia. De hecho, tampoco permitía que se drogaran sus lugartenientes, que hacían fiestas y bebían, pero no podían consumir droga", cuenta el investigador.
Su ambición era tan grande que no sólo quería ser uno de los hombres más poderosos del país por el manejo de la economía ilegal, sino que además aspiraba a ser un recocido líder político. En un comienzo su estrategia dio resultado y llegó a ser electo diputado en 1982.
Pero las denuncias que comenzaron a hacer algunos periodistas, particularmente desde El Espectador, de sus vínculos con el narcotráfico desbarataron su plan y lo hicieron abandonar la carrera política. Escobar no perdonaría el daño causado a su imagen por el periódico y no dudaría en vengarse.
El crecimiento irrefrenable de sus negocios con el narcotráfico durante toda la década del '80 le permitieron alcanzar la mayor fortuna del país, que según distintas estimaciones oscilaba entre los 8.000 y los 25.000 millones de dólares. Incluso llegó a ocupar un lugar en la revista Forbes como el séptimo hombre más rico del mundo.
El máximo emblema de la opulencia con la que vivía era la Hacienda Nápoles, una de las más grandes del país. Funcionaba como su hogar y como su centro de operaciones durante la mayor parte del año.
Además de los lujos más extravagantes, la hacienda albergaba a más de 200 especies de animales exóticos, como hipopótamos, jirafas, elefantes, cebras y avestruces.
La consolidación de un imperio del terror
Escobar construyó su imperio a partir del terror. Cuando alguna persona, sin importar si era pública o privada, lo incomodaba o podía llegar a comprometerlo de alguna manera, no dudaba en mandarla a matar.
Ese terror que infundía no era sólo para sus enemigos. Lo usaba también como herramienta de disciplinamiento para sus propios subalternos y asociados.
"Cuando alguna persona que pertenecía a un cartel enemigo iba a contarle sus actividades y a ofrecerle sus servicios, él la escuchaba y luego la ejecutaba. Estaba convencido de que si era capaz de delatar a sus jefes anteriores, podía delatarlo a él también", cuenta Antía.
Tan grande era su impunidad que asesinó a numerosos referentes de importancia en la lucha contra el narcotráfico, como Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro Leongómez, candidatos a presidente para las elecciones de 1990; Enrique Low Murtra y Rodrigo Lara Bonilla, ministros de Justicia; y el comandante de la Policía de Antioquia, Valdemar Franklin Quintero. Además de Guillermo Cano, histórico director de El Espectador, el periódico que más denunció sus delitos. También se deshizo de cientos de jueces, fiscales y policías que pretendieron investigarlo.
"En Medellín llegaron a ser asesinados mil policías por año -continúa Antía-. En su perversión no le importaba nada. Podía poner una bomba en un colegio o en una autopista. Eso le permitió infundir un terror tal que el Fiscal General de la Nación no se podía acercar a Medellín, y si lo hacía tenía que ser con vehículos blindados".
Según las autoridades, Escobar fue responsable directo o indirecto de unos 10.000 asesinatos a lo largo de su vida. Muchos de ellos fueron por encargo, pero otros el resultado de salvajes atentados terroristas. Se calcula que en sus más de 250 ataques con bombas murieron más de 1.000 civiles.
El ejemplo más gráfico de su extrema frialdad lo dio el 27 de noviembre de 1989, cuando en plena guerra contra el Estado quiso dar un mensaje asesinando al candidato presidencial César Gaviria. Destruyó con una bomba un avión de Avianca en el que creía que viajaba Gaviria. El político decidió a último momento no tomar el vuelo, pero murieron las 110 personas que sí lo abordaron.
"Otra de sus estrategias -dice Antía- era utilizar como sicarios a menores de edad, ya que en ese momento la legislación no establecía penas para ellos. Con él los jóvenes entraron al mundo del delito".
Según informes de inteligencia de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá revelados por El Espectador, Escobar llegó a controlar 25 organizaciones armadas de jóvenes que operaban como sus ejércitos privados.
Pero la mejor manera de comprender el impacto que tuvo Escobar sobre la sociedad colombiana es ver la evolución de la tasa de asesinatos durante su apogeo. "En Medellín llegaron a producirse 450 homicidios cada 100.000 habitantes, lo que quiere decir que por año morían asesinadas hasta 4 mil personas por año. Tras la muerte de Escobar, esas tasas empezaron a caer considerablemente", explica el criminólogo.
El feroz asesino que era hombre de familia y benefactor
Escobar tenía una personalidad partida en dos. Su despiadada frialdad en el manejo de los negocios contradecía con el cariño y cuidado con los que trataba a su familia, y con su trabajo como benefactor de los pobres en Medellín.
"Tenía una fundación que iba a barrios periféricos que en los años '70 y '80 carecían de servicios públicos esenciales y repartía dinero, hacía baños, regalaba electrodomésticos. La gente veía que hacia caridad, entonces empezaron a considerarlo como un benefactor y rezaban por el, para que fuera protegido. Esto contribuyó a generar su propio mito", cuenta Antía.
Su obra más recordada es "Medellín sin tugurios", un barrio entero que construyó informalmente para los pobres de la ciudad. Es popularmente conocido como el barrio "Pablo Escobar".
Lo cierto es que más allá de los buenos deseos que pudiera tener por los sectores populares, su obra benéfica le resultaba absolutamente funcional para reclutar jóvenes como asesinos baratos.
Pero donde sí podía verse un contraste muy fuerte con lo que era como narcotraficante era en el trato con su familia. "Uno podría interpretar que una parte suya estaba exclusivamente dedicada a la actividad criminal, y otra exclusivamente centrada en su familia. Él no quería que ella tuviera participación alguna en el delito y en la droga", dice Antía.
"Cuando sus lugartenientes veían que estaba muy agresivo y temían que los hiciera asesinar, sabían que para contenerlo debían llevarle a sus hijos. Así se volvía otra persona, y la ira desaparecía", agrega.
Escobar se casó con Victoria Eugenia Henao Vallejo en 1976, cuando ella tenía apenas 15 años. Fue la mujer que lo acompañó toda su vida y la madre de sus dos hijos: Juan Pablo, nacido el 24 de febrero de 1977, y Manuela, el 24 de mayo de 1984.
, ya que fue interceptando comunicaciones mantenidas con su hijo que las fuerzas de seguridad lo encontraron (ver mañana en
"La increíble historia de la caída de Pablo Escobar").