Brasil 2014, el Mundial más caro y con más incertidumbre de la historia

Luto, estadios sin terminar, aeropuertos bajo la lupa, gastos excesivos y malestar social. A siete meses del Mundial, el gigante sudamericano se encuentra inmerso ante uno de los desafíos más grandes de su historia

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Diciembre asoma. Brasil respira Mundial. El reloj no se detiene. La luz del sol da paso a la oscuridad y los días corren. No todo es alegría, la tragedia asoma. Estadios sin terminar y obreros que aceptan largas jornadas de trabajo para cobrar horas extras y no tienen la suerte de volver a casa. La carrera contra el tiempo se cobró cuatro vidas. La danza y el carnaval quedan para otro momento.

La FIFA resigna sus plazos. El Gobierno siente la presión de un pueblo "indignado" por el desmedido gasto público. Brasil invirtió más que Alemania y Sudáfrica juntas para organizar su Copa del Mundo. Existe temor ante los ojos del mundo. No todos confían en el éxito del torneo, aunque declaren con optimismo. Los grandes embotellamientos de tránsito y los precios excesivos de hotelería espantan. Y los aeropuertos son un dilema.

La tragedia golpeó fuerte en 2013 y se cobró una nueva víctima esta semana en San Pablo, cuando una de las últimas piezas del techo del estadio Itaquerao Arena del Corinthians se desplomó sobre una de las tribunas y dejó como saldo dos trabajadores muertos. El hecho causó una enorme conmoción mundial a tan pocos días de la gran cita mundialista, y trajo el recuerdo de otras dos desgracias ocurridas en este proceso.


      Derrumbe estadio Brasil

En 2012, en el estadio Mané Garrincha de Brasilia, un obrero de 21 años perdió la vida tras caer de 30 metros de altura. Y en marzo pasado, otro trabajador perdió la vida en el Arena Amazonia de Manaos. Aquellos decesos llevaron a discutir mejoras para los obreros, pero la muerte reapareció en el escenario menos esperado, en el recinto paulista donde el próximo 12 de junio comenzará a rodar el Mundial de Fútbol de 2014.

El presidente Joseph Blatter y Jerome Valcke, secretario general de la FIFA, enviaron sus condolencias. Y ante los trascendidos de un cambio de estadio en el partido inaugural, José Maria Marín, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y del Comité Organizador Local (COL) respaldó la sede paulista. "Los accidentes ocurren. Lamento mucho las muertes, pero tengo absoluta convicción de que la Copa será abierta" en San Pablo.


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Las obras en el estadio del Corinthians, donde además se jugará un partido de semifinales y otros cuatro encuentros, se encontraban finalizadas "en un 94%" hasta el momento de la tragedia y tenían como plazo máximo de entrega el 31 de diciembre. Ahora, por los días de duelo y los retrasos que demandarán las pericias, se estima que estará en febrero.

Las obras sin terminar son un enorme problema para la organización brasileña. Es que siete escenarios mundialistas aún no están listos y significan un enorme dolor de cabeza para el ente rector del fútbol mundial. Manaos es uno de los casos más preocupantes: la obra está ejecutada en un 90% y tiene como fecha límite el 20 de diciembre. El Arena Amazonia corre riesgo de convertirse en una cárcel una vez finalizada la competencia.


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El temor ante los ojos del mundo se acrecentó con el correr del tiempo y la mala experiencia en la Copa Confederaciones. Lejos quedó aquel gigante sudamericano ganador de la sede en 2008 que pretendía mostrar una actuación impecable dentro y fuera de los estadios. Los problemas se han multiplicado con el tiempo y el escenario político ha cambiado. Se debilitó por las múltiples manifestaciones contra los gastos del Mundial y por los retrasos.


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"No queremos estadios. Queremos escuelas y hospitales", este fue el mensaje masivo que entregó el pueblo brasileño al gobierno de Dilma Rousseff. El pedido por mejoras en la salud, educación, transporte público y mano dura contra la corrupción marcaron la agenda en medio del fútbol.

El Maracana, en Río de Janeiro; el Estadio Nacional de Brasilia; el Arena Pernambuco de Recife; el Castelão, en Fortaleza; el Fuente Nova, en Salvador de Bahía, y el Mineirão de Belo Horizonte, que tuvieron su prueba piloto en la Copa Confederaciones durante el mes de junio, son los que tienen todo listo. Aunque en junio pasado han mostrado cables de electricidad colgando y zonas de estacionamiento a medio hacer.


 EFE 163
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Natal y Porto Alegre están a un paso de entregar sus obras terminadas, pero las sedes de Curitiba y Cuiabá no están cerca de la finalización y el tiempo las devora.  Ambos estadios no han superado el 85 por ciento de su obra y alarman a la FIFA.


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Brasil gastó más que Alemania y Sudáfrica juntas y transformó su Mundial en el más caro de la historia. La construcción y reforma en las 12 sedes suman 3.400 millones de dólares. Anteriormente, Alemania gastó US$1.500 millones y Sudáfrica, US$1.400 millones. Una diferencia abismal.

Los aeropuertos fueron puestos bajo sospecha en una publicación del diario O Globo. El periódico brasileño aseguró que las mejoras prometidas en Río de Janeiro se verán seis meses después de la competencia, por lo que serían un hecho en los JJOO 2016. Sin embargo, Infraero, empresa gestora de las terminales, garantizó su pleno funcionamiento tras una inversión de 8.500 millones de reales (2.970 millones de euros).


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Los problemas de tránsito y advertencias se dieron en la Copa Confederaciones. La selección uruguaya expuso las dificultades en la sede de Recife, donde la lejanía entre los "cuarteles" de concentración y el estadio, sumada al intenso tráfico, los "buracos" y permanentes lluvias, complica los traslados (se puede tardar entre 90 y 120 minutos para llegar al escenario). En esa misma ciudad, la selección de España sufrió un robo dentro de su hotel de concentración.

"Los uruguayos somos de quejarnos poco, pero las cosas no están del todo bien. Para una selección del primer mundo sería impensable que te despierten en la concentración a las 8 de la mañana con bocinas y parlantes por reclamos sindicales", reconoció el defensor Martín Cáceres durante la Copa Confederaciones, tras aterrizar en la ciudad de Salvador, sede del sorteo del 6 de diciembre.


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Dormir cuesta caro. Una noche en Río de Janeiro ronda los 460 dólares y en Salvador supera los 500 durante el mes de competencia, cuando en Johannesburgo se dormía por 200 y en Berlín salía 300. Datos que se desprenden del  programa oficial de alojamiento de la FIFA, MATCH Hospitality.

El gobierno brasileño desplegará 17.000 militares de las Fuerzas Armadas para garantizar una estadía tranquila a los 600.000 turistas que se estima estarán esparcidos por las 12 ciudades mundialistas. Habrá buques de patrulla, protección de espacio aéreo y hasta defensa biológica. Aunque la seguridad del éxito no está garantizada, Brasil trabaja contra reloj en busca de que el sueño no se transforme en pesadilla.

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