Invitan a Argentina al pedagogo que Francia culpa por su decadencia educativa

En momentos en que se verifica una caída del nivel de la escuela argentina, FLACSO trajo a Buenos Aires a Philippe Meirieu, gurú de las teorías que causaron un derrumbe de la calidad de la enseñanza en su país

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En momentos en que se verifica una caída del nivel de la escuela argentina, FLACSO trajo a Buenos Aires a Philippe Meirieu, gurú de las teorías que causaron un derrumbe de la calidad de la enseñanza en su país.

En Francia, está en el banquillo de los acusados, desde que una reciente investigación oficial confirmó lo que muchos vienen denunciando desde hace más de 30 años: que el "pedagogismo", promovido por Meirieu y otros teóricos, estaba destruyendo una escuela reputada hasta los años 60 y 70 por su excelencia y su capacidad igualadora.

Algo parecido sucede en la Argentina y es la explicación de por qué más presupuesto y mayor matrícula ("inclusión", en términos del Gobierno) no han redundado hasta ahora en mejores resultados, es decir, en alumnos mejor equipados para los desafíos de la educación terciaria y del mundo laboral.

En Francia, el estudio Pirls (equivalente a las pruebas PISA, para la evaluación de la lectura y comprensión de textos) venía mostrando un derrumbe de los escolares galos que había llevado al país al rango 29 entre 45 países, cuando un nuevo sondeo vino a confirmar el desastre. Un estudio comparativo realizado por el mismo Ministerio de Educación francés entre los resultados del año pasado, 2012, con los de 2006, a través de evaluaciones en Historia y Geografía en 6000 alumnos de fin del ciclo primario y 5000 del secundario, arrojó como diagnóstico el "debilitamiento de la asimilación por parte de los alumnos de una cultura escolar" en ambas materias.

Ya no hay modo de ocultar que los escolares franceses –algo impensable hace apenas 30 años- retroceden. En medio de una caída general, el porcentaje de los que no saben prácticamente nada de historia y geografía (en el lenguaje más delicado del informe, "que tienen dificultades para interpretar información a la que con frecuencia no pueden otorgar sentido") creció en 6 años del 15 al 20 por ciento.

Al mismo tiempo, la proporción de alumnos que se ubica en el nivel más alto de conocimientos en Historia y Geografía cae fuertemente, de 10 a sólo 6 por ciento. Un número que coincide con el de los que, según las Pirls, tienen "una comprensión profunda de los textos" y que actualmente no superan el 5 por ciento. Dramático. Para colmo, entre los alumnos del nivel más alto, la mayoría tiene una buena performance más que nada por "conocimientos culturales personales" (es decir lo que les da el entorno familiar, y no la escuela).

Todo parecido con la Argentina no es casual: se debe a la aplicación de lo que los franceses llaman "pedagogismo", es decir, las teorías que han deslegitimado la autoridad del maestro, degradado la disciplina y desterrado muchos "viejos" métodos de probada eficacia (dictado, lectura en voz alta, repetición y memorización) en nombre del argumento de que el niño no debe aburrirse en la escuela.

 

¿Y dónde está Meirieu?

A raíz de este informe lapidario sobre la educación en Francia, Eric Conan, un editorialista de la revista Marianne2 (de izquierda, vale aclarar), decía: "Lo que más sorprende es el silencio pesado de los que desde hace dos decenios (refutaban) con aplomo a los aguafiestas y reaccionarios que se inquietaban ante la degradación del desempeño del sistema educativo francés". Y a continuación preguntaba: "¿Dónde se metieron Philippe Meirieu (y otros que) no sólo negaban toda degradación, sino que explicaban con frecuencia que no entendíamos nada y que por el contrario el nivel no cesaba de subir?".

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En lo que hace a Meirieu, tenemos la respuesta: estaba en Argentina, invitado por la Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) para dictar conferencias (el 30 de octubre), anunciadas por el portal educ.ar.

Las acusaciones de Conan contra Meirieu no son difamación: el hombre dirigió por muchos años el Instituto de Formación Docente de la ciudad de Lyon, desde donde instiló en la mente de muchos maestros la desvalorización de su oficio, mediante el argumento demagógico del derecho del niño a la libre opinión y demás yerbas.

Quizá Flacso ignoraba a quién estaba invitando. Pero, considerando que de sus filas salió también el ex ministro de Educación, Daniel Filmus, otro cultor del pedagogismo, cuesta creer que se trató de un descuido.

Philippe Meirieu es el pope de una desviación setentayochista, de gran auge en Francia durante demasiado tiempo, consistente en creer que toda disciplina es mala, autoritaria y castradora para el niño, que debe ser considerado como "un ser con plenos derechos y racional desde los 2 años", como lo explica él mismo en un texto cuyo título lo dice todo: "El pedagogo y los derechos del niño".

Seguidor de Janusz Korczak, el hombre cuyos escritos inspiraron la Declaración de los Derechos del Niño adoptada por Naciones Unidas en 1989, supuestamente bienintencionada pero que incluye disparates tales como el derecho del niño a la libertad de opinión, conciencia y asociación.

Es gracioso ver cómo Meirieu se rebate a sí mismo, al decir que muchos señalan que estos derechos llevan a la "negación misma de la educación, la promoción del niño-rey (y) una grave renuncia de los adultos". Y así es efectivamente. El argumento de estos pedagogos es que el alumno construye su propio saber, "codo a codo con el maestro" que, por supuesto, no debe coartar su libertad de decidir qué quiere aprender.


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En el mismo trabajo, elogia la propuesta consistente en "utilizar para la evaluación de los alumnos el sistema de cinturones de yudo: pasar al nivel siguiente se hace a pedido del interesado, en ocasión de pruebas que elige rendir, con un maestro y una clase exigentes y sin complacencia, pero (que) son verdaderos aliados en un proceso difícil y exaltante"... bla, bla, bla. ¿Cómo asociar la exigencia con esta demagogia?

Detrás de eufemismos tales como "darle sentido a las actividades que le proponemos" (al alumno), o "entender la resistencia del (niño) como un llamado a reelaborar la relación educativa, para tomar uno mismo (el maestro) un lugar diferente en esa relación", se esconde la concepción de una escuela que debe colocar al niño en el centro del dispositivo y le niega al maestro el rol de transmisor del saber. Meirieu critica por ejemplo a quienes consideran "absurdo" que los niños puedan "elegir lo que deben aprender".

Consecuentemente, propone que aprendan la democracia a través del ejercicio de la misma. Ya puede imaginarse a dónde nos lleva esto. Demás está decir que si los niños tuviesen la capacidad de autogobernarse no necesitarían de la escuela. Ni de los padres.

Para los pedagogistas, dice Conan en el artículo de Marianne2, la crisis educativa se explicaba por "la pesadez de los programas", la "falta de equipamiento informático", la "violencia de las notas", sin olvidar "la obsesión por la calificación, que estigmatiza a los alumnos a los que encierra en una espiral de fracasos" y provoca la "fisura de la autoestima, el deterioro de las relaciones familiares y el sufrimiento escolar".

En consecuencia, proponían una continua licuación de los contenidos, menos calificaciones y menos exámenes, etcétera.

 

Doctrina oficial, en Francia... y acá también

Cabe señalar que estas teorías se convirtieron en la doctrina oficial del ministerio francés durante años. Hoy, ante el fracaso incontrastable, la responsabilidad de Meirieu y sus acólitos ya no se discute, aunque en Argentina algunos no se hayan enterado.

Pese a que esta corriente conserva todavía influencia entre las autoridades educativas de segundas y terceras líneas, el actual ministro, Vincent Peillon, está en ruptura con sus dislates y ha admitido abiertamente que las cosas van mal y hay que dar un golpe de timón. Ya se habla de la "urgencia de la refundación de la escuela".

Por otra parte, no faltó un arrepentido: Antoine Prost, historiador que por años militó en las filas pedagogistas. "Seamos serios, pretendemos haber querido que nuestros niños aprendieran más y mejor y hasta ahora hicimos todo lo que hacía falta para que aprendan menos, y peor (...). Hemos organizado el fracaso", fue su confesión pública.

Conan pide que hablen los demás responsables, Meirieu en primer lugar. Con ironía, pregunta: "¿Acaso la autocrítica no es una de las bases de la (verdadera) pedagogía?"

En nuestro país, no hacía falta importar a Meirieu: tenemos nuestros pedagogos locales para asegurar la continuidad del proceso de destrucción de la escuela pública argentina. Todas las decisiones "pedagógicas" de los últimos tiempos van en el mismo sentido, tanto en materia de disciplina como de contenidos: nivelar para abajo es la consigna.

La excelencia educativa no está prevista por ejemplo en el pomposamente llamado Plan Nacional Quinquenal de Educación Obligatoria y Formación Docente, de febrero de este año. En su presentación, sólo se dijo que el niño debe desarrollar espíritu crítico. Como si el espíritu crítico pudiera desarrollarse independientemente del aprendizaje, de la lectura fluida y de la comprensión de textos, así como del dominio de la lengua oral y escrita. ¿De qué otro modo podría un niño expresarse, discutir, investigar, cuestionar...?

No necesitamos un Meirieu. Lo que necesitamos, en forma urgente, como en Francia, es refundar la escuela.

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