Es un hecho que se escribe muchísimo menos a mano; al punto que algunos ya han perdido por completo la fluidez. Muchos nativos digitales ni siquiera llegan a dominar el "arte" de la cursiva. Presumiblemente porque no les hace falta. A medida que las escuelas, colegios y universidades se digitalizan, la escritura manual es cada vez menos requerida.
Tomar nota en las clases puede sustituirse con un grabador (o el teléfono inteligente). Nadie entrega ya un trabajo que no esté escrito con el auxilio de un procesador de texto. Sólo algunos exámenes se siguen haciendo a mano, pero también eso irá cambiando.
Frente a este fenómeno, ¿qué actitud se debe tomar? ¿Resistir o sumarse al cambio?
¿La escritura es sólo una herramienta y por lo tanto no importa cuál sea el soporte? ¿O, como sostienen algunos, escribir a mano tiene también una función neurológica?
Un editorial reciente del diario Los Angeles Times celebraba el hecho de que el Cuerpo Común de contenidos (Common Core curriculum standards) para las escuelas primarias, establecido por el ministerio Federal de Educación y adoptado por 45 estados, ya no incluía la enseñanza de la cursiva y en cambio hacía foco en la computación.
Cabe aclarar que en los Estados Unidos, a diferencia
de Argentina y muchos otros países, se enseña a escribir en letra cursiva
recién a partir de los 10 años. Hasta entonces, los alumnos escriben a mano
pero en imprenta. Los nuevos contenidos curriculares excluyen por lo
tanto esa enseñanza "tardía" de la cursiva y no la de la letra imprenta manual.
Aun así, el trasfondo es el desplazamiento que toda la escritura a mano está
sufriendo por el avance de las computadoras.
"Los estados y las escuelas no deben aferrarse a la cursiva, basándose en la romántica idea de que es una tradición, una forma de arte o una habilidad básica cuya desaparición sería una tragedia cultural", dice el editorial del diario, anticipándose a los cuestionamientos. Y argumenta que "cuando una sociedad agrega nuevas herramientas y nuevos conocimientos a la lista de lo que enseña la escuela pública, otros ítems deben salir de la lista", bajo riesgo de caer en un exceso de contenidos.
Las revista Prospects también intervino en el debate, comparando el aprendizaje de la cursiva con el del violín: "El niño tiene una gran dificultad en dominar el instrumento –conservar el control de sus dedos, sostener correctamente el arco (...). Y luego, justo cuando ha aprendido bien todo eso (...) le decimos: 'OK, te enseñamos las cosas mal, ahora que eres grande, debes tocar de otra forma'...".
Dado que "muchos adultos todavía se comunican en cursiva" el editorial de Los Angeles Times propone una transición: que por un tiempo se siga enseñando a "leer" la cursiva, aunque no a escribirla.
De todos modos, muchos estados, pese a haber aceptado
los nuevos contenidos básicos, han dispuesto que la cursiva se siga enseñando. La
directiva federal no lo prohíbe.
Neuronas en acción
En Francia, donde la enseñanza de la cursiva es muy rigurosa, ya que se hace sobre hojas pentagramadas y cada letra tiene pautas estrictas en cuanto a forma y tamaño, también llegaron a las escuelas disposiciones para simplificar el aprendizaje de la escritura manual. Son cambios mínimos, como pasar de una cursiva más clásica a una de formas itálicas, pero suficiente como para causar revuelo.
El neuropsicólogo Hervé Glasel, especialista en trastornos del aprendizaje, opinó al respecto en la revista Parents: "No hay ninguna duda de que en un niño normal la lectura se ve fuertemente reforzada por la escritura. La codificación de la lectura a través de la visión se completa con el gesto. Trazar las letras a mano permite una doble codificación".
Y el lingüista Alain Bentolila definió la dificultad de tomar partido en este debate sin "aparecer como un sepulturero de todas las tradiciones o bien un peligroso reaccionario que no sabe vivir en su tiempo". De todos modos, cree que el teclado no puede sustituir por completo la escritura manual: "El arte de escribir no tiene nada que ver con el hecho de apretar una tecla. El primero compromete más al autor, involucra su responsabilidad y el esfuerzo hace resurgir al otro, lo encarna. Si uno no escribe de modo legible, el otro no nos puede leer, desaparece. La primera función de la escritura, su fundamento, es el hecho de poner todas las esperanzas en la persona que nos va a leer una vez que ya no estemos ahí".
Otros defensores de lo manuscrito son los cognitivistas que aseguran haber probado que las zonas neuronales movilizadas por el acto de escribir a mano no son las mismas que se involucran en el de teclear. Por lo tanto, junto con la habilidad de manipular el lápiz o la birome pueden desaparecer también otras aptitudes.
Hélène
Crié-Wiesner, una periodista franco-americana que reside en Carolina del
Norte, cuenta en un artículo que muchas escuelas privadas en los Estados Unidos tienden a mantener la enseñanza de la cursiva a
pesar de los nuevos estándares fijados por el gobierno federal. En particular
es el caso de las escuelas Montessori,
que la consideran como una parte esencial del desarrollo intelectual de los
niños.
Ahora bien, la escritura en una PC tiene ventajas obvias: la velocidad en primer lugar. Mientras que el teclado permite un promedio de 60 palabras por minuto, un adulto no podrá escribir más de entre 18 y 23 palabras en una cursiva legible en el mismo lapso.
En segundo lugar, la claridad. Bastaría preguntar a un profesor o maestro qué prefiere: si corregir trabajos manuscritos o procesados en Word. La escritura manuscrita es mucho menos fiable: se puede prestar fácilmente a confusión.
Otra ventaja inigualable de la PC es la posibilidad de borrar, corregir, cambiar el orden de los párrafos, cuantas veces se quiera, sin afectar la prolijidad del trabajo.
Pero, aunque todo puede escribirse en la computadora
–cartas, artículos, poemas, novelas, ensayos-, la escritura a mano posee un toque personal insustituible: cada
cual tiene su caligrafía, al punto que sirve hasta para identificarnos. Antes
de la revolución digital, de un amigo reconocíamos la voz, el andar a lo lejos
y... su modo de escribir. "Parece la letra
de Fulano": otra frase que irá cayendo en desuso.
Hay que admitirlo: cada vez circulan menos cartas manuscritas –por no decir ninguna- y, salvo para firmar, mucha gente ya no empuña más ni birome ni lapicera. Pronto las mismas firmas serán sustituidas por el escaneo de la huella digital.
Pero toda fuerza tiene su reacción. Un informe de la revista Courrier International refleja un fenómeno naciente en India: el de centros que enseñan escritura manual, sea para reforzar un mal aprendizaje escolar, sea para reeducar a quienes, por falta de práctica, han olvidado cómo hacerlo.
¿Llegará un día en que escribir a mano se convierta en un pasatiempo de aficionados, una excentricidad? Quizá la humanidad pegue la vuelta y regresemos al tiempo en que la escritura manual era una ciencia dominada por unos pocos iniciados...
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