"Repentinamente podemos desarrollar síntomas neurológicos a causa de una súbita interrupción del flujo sanguíneo en un área del cerebro, esto es lo que se conoce como ataque cerebral", explicó el Dr. Gabriel Persi, coordinador del Área de Neurología Vascular del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (Ineba),
Llamado también accidente cerebrovascular (ACV) o Stroke, se divide principalmente en dos grandes grupos; isquémicos, aquellos donde la interrupción del flujo sanguíneo se produce por la obstrucción de una arteria del cerebro, y hemorrágicos, aquellos en los que ocurre un sangrado, consecuencia de la ruptura de una arteria.
Si bien el tratamiento del ataque cerebral isquémico es diferente al del hemorrágico, comparten muchos factores de riesgo que pueden llevar a causarlos. "Conocer los factores de riesgo es fundamental ya que su correcto control previene a la mayoría de los ACV, tal es así que los especialistas hemos decidido dejar de hablar de accidente cerebrovascular para hablar de ataque cerebral, ya que al ser posible tomar medidas para que no ocurra deja de ser un accidente", explicó el Dr. Persi
Los principales factores de riesgo "modificables" que aumentan el riesgo de sufrir un ataque cerebral son: la hipertensión arterial (el más importante), la diabetes, el tabaquismo, la obesidad, la falta de actividad física, el colesterol elevado, el estrés, un tipo de arritmia llamada fibrilación auricular, el consumo excesivo de alcohol y las drogas ilícitas, entre otros.
El especialista destacó que reconocer los síntomas rápidamente es fundamental para intervenir a tiempo, ya que los tratamientos más efectivos sólo pueden aplicarse dentro de las primeras horas de producido un ataque cerebral. Las señales son repentinas y pueden ser detectadas por la persona afectada o sus allegados
Las lesiones que puede dejar un ACV generan determinados y variados déficits neurológicos dependiendo de la región del cerebro afectada pueden ocasionar alteración o pérdida de una determinada función de la vida diaria (caminar, vestirse, comer solo, higienizarse, escribir, hablar y/o entender), generando distintas discapacidades, que en muchos casos repercuten en la esfera personal y laboral (aislamiento social, problemas de pareja y dificultades en el trabajo, entre otros).
En aquellos casos en los que la intervención no se hace a tiempo o no resulta eficaz, se origina una secuela o déficit funcional. Éste solamente podrá ser mejorado con una adecuada neuro-rehabilitación, un proceso educativo destinado a disminuir las discapacidades o desventajas ocasionadas por un ACV.