Dos niños de 11 y 14 años de un asentamiento en Maldonado, Uruguay, cometieron esta semana uno de los crímenes más impactantes que se recuerden en el país.
Los menores odiaban a Jonathan Javier Estela, un niño de 11 años que era compañero de escuela de uno de ellos. No está claro qué pudo haber producido tanto rencor, pero lo cierto es que urdieron un detallado plan para asesinarlo y quedar impunes.
Lo invitaron a ir de caza y, una vez que estuvieron solos en el monte, comenzaron a cortarle el rostro y la cabeza a machetazos. Increíblemente, Jonathan logró sobrevivir a este primer ataque, huyó unos metros de sus agresores y se escondió.
Tras buscarlo unos minutos, los dos niños consiguieron convencerlo de que saliera de su escondite, asegurándole que ya no lo atacarían más. Cuando la víctima les hizo caso, lo asesinaron clavándole cinco puñaladas y golpeándolo contra las piedras.
"Hay tres elementos que llaman la atención. El primero es la frialdad del acto. La estrategia que pusieron en juego no es común en preadolescentes. Lo segundo es la ferocidad del ataque. Y tercero, lo que mas sorprende es la perseverancia, que no se presenta en muchos casos de violencia infantil", dice el psicoanalista Jorge Bafico, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, en diálogo con Infobae.
"Es llamativo, porque tuvieron la posibilidad de repensar lo que hacían. El niño había logrado escapar y se escondió. Ellos lo esperaron, lo convencieron de que saliera y lo terminaron matando. No tuvieron la capacidad de decir basta. Que un niño mate no es la primera vez que pasa, pero así y en Uruguay, es la primera vez que lo veo", agrega.
Tras asegurarse de que Jonathan estuviera muerto, lo dejaron oculto en un pozo y se fueron a jugar al fútbol. Más tarde, cuando el agresor de 11 años fue a comprar leche, se encontró con sus compañeros, que le preguntaron si sabía algo del niño desaparecido desde la mañana. "Ya va a aparecer" fue su seca respuesta.
Los asesinos no habían improvisado. Previendo que podían ser descubiertos, idearon un plan para justificar su acción: uno de ellos llevó a su hermanastra de 5 años a presenciar el homicidio y la convenció de que luego dijera a las autoridades que la víctima había intentado abusar de ella y que los otros dos lo habían atacado para defenderla.
Para Bafico, que hayan tramado ese plan demuestra que ambos tenían plena noción de qué era lo correcto y lo incorrecto. Sabían que ese hecho era atroz y que por eso era necesario convencer a la Policía de que estaba justificado por algo, y se les ocurrió el invento del abuso.
"Yo no quiero decir que sean psicópatas -dice el especialista-, porque con estos elementos no se puede hacer un diagnóstico. Pero el acto es indudablemente psicopático, por la frialdad y la facilidad con la que lo cometieron y porque la conciencia moral estaba en juego".
"Ellos sabían lo que estaban haciendo -continúa-; al principio cuando lo lastiman y luego cuando lo matan, después de que transcurriera un tiempo para reflexionar, en el que podrían haber dicho basta. Estos niños tienen que ser muy particulares para hacer esa atrocidad y luego irse a jugar al fútbol, sin culpa".
Una sociedad cada vez más violenta
"Indudablemente hay un avance en la violencia. Hoy nos encontramos con muchas patologías del acto, que tienen que ver con la transgresión. La psicopatía está ganando terreno y una gran cantidad de series de televisión están hablando de esto. Hay un gran incremento del odio por el odio mismo", dice Bafico.
Sin negar que los seres humanos son violentos y destructivos desde siempre, lo que el analista sostiene es que esa violencia aparece hoy mucho más descontrolada que antes. Y ya no está circunscrita a ciertos ámbitos, sino que se presenta todo el tiempo y en todas direcciones.
Una de las posibles causas de este fenómeno es el debilitamiento de la ley. No de las normas escritas, sino de aquellas pautas que regulan el accionar cotidiano de las personas y que ponen un freno a los impulsos más violentos que siempre están presentes.
"Esto tiene que ver con el desfallecimiento del lugar del padre. El padre que antes era un agente regulador que ponía orden, aunque a veces en forma desmesurada, hoy ya no existe", explica Bafico.
"El modelo de hoy es
,
. Esto
, porque
. Hoy
y en todo sentido", concluye.