Najwa Mekki, representante de Unicef, trabaja a diario el campamento de Zaatari, en el noroeste de Jordania y a pocos kilómetros de la frontera con Siria. Es el segundo más grande del mundo y en él viven alrededor de 120.000 personas huidas de la guerra en Siria, de las cuales la mitad son niños.
Pese al flujo constante de en torno a 200 o 300 sirios que cruzan a diario la frontera con Jordania, la población del campamento de Zaatari se mantiene más o menos estable, pues también salen decenas de personas al día con ayuda de familiares o amigos jordanos.
"También hay familias que vuelven a Siria. No en grandes números, pero las condiciones son tan duras dentro del campamento que hay gente que prefiere morir en su país que vivir en Zaatari", declaró la vocera de Unicef. "Hay que entender que hablamos de un lugar que hace un año era un desierto total, no hay sombra natural, ni un solo árbol, y las temperaturas son extremas tanto en verano como en invierno", dijo al referirse al campo de refugiados jordano.
No obstante, la emergencia humanitaria dentro de Siria es cada vez mayor y Unicef ha detectado entre los niños sirios un aumento de los casos de desnutrición.
La organización de la ONU por los derechos de los niños, una de las pocas que realiza labores humanitarias en el interior de Siria durante el conflicto, informó que hizo llegar a Beirut un avión con 28 toneladas de suministros, incluyendo vacunas y alimentos, que arribarán a territorio sirio en camiones.
De 30.000 niños en edad escolar, sólo unos 15.000 pueden acudir a alguna de las tres escuelas del campamento, gestionadas entre Unicef y el Ministerio de Educación jordano. "Hicimos un gran esfuerzo para convencer a los padres de que los niños fueran al colegio", dijo Mekki sobre las familias de Zaatari, que no envían a sus hijos a la escuela porque piensan que la situación es temporal o porque los niños creen que deben trabajar. "Pero lamentablemente no tenemos capacidad para todo el mundo", agregó.
Muchos de estos niños necesitan apoyo psicológico. "De lejos son niños normales, que juegan, que quieren hacer travesuras y correr. Hay que acercarse para apreciar el impacto en ellos de lo que han visto y de su situación actual", contó Mekki.
La situación se vuelve particularmente grave en el caso de las niñas, ya que el conflicto ha llevado a muchas familias sin recursos -tanto refugiados como residentes en Siria- a intentar casar a sus hijas con sólo "doce, trece o catorce años" de edad, porque "los padres, lamentablemente, piensan que es la mayor protección para las niñas", en detrimento de la educación.
"En los países donde vivimos, siempre
intentamos que los niños no vean violencia en la televisión, pero en Siria los niños ven la violencia en la calle,
la escuchan por la noche", y eso está derivando "en
comportamientos que antes no tenían, es un estado psicológico en el que la
guerra parece una aventura en la que todo está permitido", ha explicado
Najwa Mekki.
"Sabemos que cuando un niño falta a la escuela uno o dos años, nunca vuelve a ella", ha advertido Najwa Mekki. "Existe un riesgo real de que una generación entera de niños sirios se pierda", sentenció.
Zaatari es actualmente el cuarto núcleo mayor de población de Jordania y su situación en mitad del desierto supone graves problemas de abastecimiento. En total, cerca de 560.000 personas han huido de Siria al país vecino desde el comienzo de la guerra.