En lo que se considera un hecho inédito, Francisco inaugura un estilo más colegiado de gobierno al sumar, a los ya existentes dicasterios (ministerios) y comisiones pontificias, un gabinete conformado por 8 influyentes cardenales originarios de cada uno de los cinco continentes. A diferencia de los demás ámbitos, este Consejo no está integrado por un elenco de funcionarios estables de la Curia, sino por arzobispos que están en el terreno, palpando la realidad eclesiástica en diferentes puntos del planeta.
El nuevo órgano tiene como objetivo "ayudar al Santo Padre en el gobierno de la Iglesia universal y estudiar un proyecto de revisión de la constitución apostólica Pastor Bonus" que rige la curia romana (dese 1988, cuando fue instituida por Juan Pablo II), según informó el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa del Vaticano.
De las dos funciones definidas, la mayor innovación es la primera. Otros papas también acostumbraban a consultar a los cardenales y obispos con conocimiento del terreno, pero es la primera vez que se constituye un consejo estable y definitivo. Además de representar una apertura para una Santa Sede por lo general hegemonizada por la curia romana, el nuevo pontífice tiene así una herramienta para sortear los posibles frenos que una maquinaria con tanta tradición e historia puede representar para sus iniciativas.
Desde este martes, Francisco trabajará con los cardenales durante tres jornadas consecutivas: todo el martes, el miércoles por la tarde y nuevamente el jueves todo el día. No serán de la partida ni el Secretario de Estado saliente, Tracisio Bertone, ni su sucesor, Pierto Parolin, quien no ha asumido aún. Tampoco los jefes de los dicasterios. Los 8 miembros del flamante Consejo son cardenales y han sido arzobispos de alguna gran ciudad, con excepción del italiano Giuseppe Bertello, ex nuncio. Los otros siete son: el chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, el indio Oswald Gracias, el alemán Reinhard Marx, el congoleño Laurent Monsengwo Pasinya, el estadounidense Sean Patrick O'Malley, el australiano George Pell y el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador del grupo. Por último, monseñor Marcello Semeraro, italiano, obispo de Albano, es el secretario del consejo.
Los ocho miembros del Consejo fueron elegidos por su profunda experiencia dentro de la Iglesia: "Se trata de cardenales pastores con una gran experiencia de los problemas de la Iglesia en el mundo", dijo Lombardi quien también aclaró que, si fuera necesario, el Papa podría modificar el número de cardenales consultores, y también informó que el Consejo por sí solo no tiene poder de decisión alguna; el único que tendrá un papel decisivo será el Papa Francisco.
Las reuniones durarán hasta el 3 de octubre y se llevarán a cabo en la Biblioteca Privada del Palacio Apostólico. El miércoles por la mañana el papa se ausentará de la reunión para presidir la habitual Audiencia General.
Todos los cardenales se alojan en la residencia del Papa Francisco, en Santa Marta. Y han adherido a una política de confidencialidad sobre el contenido de las consultas.
Los cardenales y el papa deberán examinar en primer lugar unos 80 documentos con sugerencias y propuestas de reforma; una material que previamente circuló entre todos ellos.
En conferencia de prensa, Federico Lombardi dijo que el objetivo del papa Francisco de las reuniones de estos días es iniciar "el discernimiento de la búsqueda de la voluntad de Dios, a través de la consulta frecuente y paciente y unido a la Iglesia".
Aunque subrayó que el Consejo de Cardenales sólo tiene una naturaleza consultiva, el padre Lombardi informó que este método de consulta del Papa Francisco enriquecerá el gobierno de la Iglesia. "Lo interesante es que no dice que sea un grupo con un tiempo limitado para dar consejo para realizar una cierta decisión y basta, sino que es algo abierto que se considera en cierto modo sin fecha de caducidad y hasta que el Papa considere útil", subrayó el vocero del Vaticano.
Por otro lado, no está previsto un comunicado final al término de las reuniones. "En efecto habrá un nuevo encuentro para continuar este trabajo, que podría darse en los próximos meses. La reforma de la curia y la Iglesia Universal no es algo que en tres días se pueda afrontar", dijo Lombardi.
De todas maneras, esta primera reunión implica el lanzamiento de la reforma de la Curia que podría abarcar una reducción de los consejos pontificios que actualmente son doce (equivalentes a secretarías de Estado) y que serían agrupados en congregaciones, de nivel ministerial. También se prevé la creación de una nueva congregación para los laicos y la apertura de un sínodo permanente de la Iglesia Católica para una mayor participación de los obispos de todo el mundo con las decisiones del Papa.