"Por practicar las bienaventuranzas no saldremos en los medios"

Lo dijo el arzobisbpo de Buenos Aires, Mario Poli, en la misa que ofició en honor a María Antonia Paz y Figueroa, la laica consagrada que el papa Francisco quiere beatificar

Charly Díaz Azcué 162

En un mensaje inspirado en las Bienaventuranzas, las que Jesús pronunció en el llamado Sermón del Monte, el sucesor de Jorge Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires destacó la obra espiritual de María Antonia, popularmente conocida como a href="http://www.infobae.com/temas/mama-antula-a2159" rel="noopener noreferrer" Mamá Antula/a, quien en tiempos del Virreinato trabajó incansablemente por la difusión de los Ejercicios Espirituales ignacianos que había aprendido durante los 20 años que pasó con los jesuitas en su provincia natal, Santiago del Estero.

Las Bienaventuranzas, dijo Poli, "son pautas para vivir el Reino de Dios" en la tierra, son "un programa de vida: bienaventurados los pobres, los que lloran, los mansos, los limpios de corazón, los pacíficos, los que buscan justicia, los misericordiosos".

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"Se nos va a ir toda la vida practicándolas", señaló Poli, y también advirtió que las Bienaventuranzas "son para practicarlas en silencio, sin aspavientos, pero "Dios sabe mirar y mira con alegría a quien las practica".

"Por practicar las bienaventuranzas no saldremos en los medios", insistió.

Se cumplieron esta semana los 100 años del traslado de los restos de María Antonia Paz y Figueroa a la Iglesia de la Piedad, en el centro de la Capital Federal, donde descansan en un templete.

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Por eso monseñor Mario Poli la recordó, oficiando una misa en ese templo –Bartolomé Mitre 1524, uno de los más hermosos de la Capital-, poniéndola como ejemplo de alguien que vivió a pleno las Bienaventuranzas, practicando la misericordia en modo heroico, motivo por el cual las autoridades eclesiásticas habían solicitado tan temprano como en 1905 su canonización. Pero la causa quedó dormida y fue Jorge Bergoglio quien la relanzó, en el año 1999, cuando llegó al Arzobispado de Buenos Aires, seguramente motivado por los lazos que unieron a Mamá Antula con la Compañía de Jesús, ya que fue por la obra de esta laica consagrada que la herencia jesuítica permaneció vigente en la entonces colonia tras la expulsión de la orden en 1776 (ver Francisco quiere una santa argentina para el Bicentenario).

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Sobre ella, en 2010, Bergoglio decía: "En este año del Bicentenario, me animo a proponerte que te acerques como peregrino a la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. Y, ante la tumba de la Madre Antula, pedíle para vos, para mí y para cada uno de los catequistas de esta bendita ciudad, su grandeza y su fortaleza. Suplicále la gracia de poder acompañar y cuidar la fe de nuestro pueblo fiel como ella lo supo hacer tres siglos atrás, en circunstancias también difíciles como las actuales".

El ahora papa Francisco promueve la beatificación de esta laica, por cuya Casa de Ejercicios (que todavía existe, al 1100 de la avenida Independencia) pasaron todos los próceres de Mayo, de cara a nuestro otro Bicentenario, el de la Declaración de la Independencia en 1816, para subrayar los valores cristianos que inspiraron aquellos acontecimientos fundacionales de la Argentina.

Pero la Casa de Ejercicios y su tumba en la Iglesia de la Piedad no son las únicas huellas que dejó María Antonia.

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"En mi juventud estuve en San Cayetano –recordó el arzobispo Poli en la misa- y flotaba en el ambiente el recuerdo de María Antonia, porque a ella le debemos ese santuario". Fue Mamá Antula quien trajo a la Argentina la imagen del santo e inició una devoción que se ha arraigado profundamente en el país.

Poli quiso también describirla "por sus pies" ya que ella, que "se formó con los jesuitas, cuando la compañía fue expulsada, se convirtió en peregrina incansable", recorriendo varias provincias del norte, hasta llegar "a Buenos Aires, que en aquel entonces era una aldea".

"Tuvo que haber sido de un carácter muy fuerte –dijo monseñor Poli- ya que en ese entonces todo lo que sonaba a jesuita despertaba un odio visceral". Sin embargo, María Antonia vio que en esa aldea que era el puerto de Buenos Aires "faltaba espiritualidad" y ella tenía "un tesoro que quería compartir".

"El amor se debe poner más en las obras que en las palabras, y de María Antonia hablan las obras", señaló.

Para saber más sobre María Antonia Paz y Figueroa, se puede visitar este sitio: www.mamantula.org

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