Estos conceptos fueron expuestos por el Papa en una de sus misas de esta semana en Santa Marta y retomados en el Angelus de este domingo.
"En la historia de la Iglesia hubo dos clases de cristianos, dijo Francisco: los de palabra –'Señor, Señor, señor'- y los de acción. Siempre existió la tentación de vivir el cristianismo fuera de la roca de Cristo. Un cristianismo de palabra, un cristianismo sin Cristo. Pero el único que nos da la libertad para decir 'Padre' a Dios es Cristo o la roca. Es el único que nos sostiene en los momentos difíciles".
Entre estos cristianos "de palabra", explicó, está el gnóstico que, "en vez de amar la roca [Cristo], ama las bellas palabras" y por lo tanto vive flotando en la superficie de la vida cristiana. Y está también el "pelagiano", el que tiene un estilo de vida serio y circunspecto.
"Y esta tentación existe hoy. Cristianos superficiales que creen en un Dios demasiado difuso, Son los gnósticos modernos. La tentación del gnosticismo, de un cristianismo 'líquido', dijo, apelando al célebre concepto del filósofo Zygmunt Bauman que éste aplicó al inconsistente y evanescente mundo posmoderno.
"Por otra parte, están los que creen que la vida cristiana debe tomarse tan en serio que terminan por confundir solidez, firmeza, con rigidez. ¡Son rígidos! Piensan que para ser cristiano hay que estar de luto siempre", agregó.
"Los primeros tienen cierta 'alegría' superficial. Los otros viven en una continua vigilia fúnebre. No saben gozar la vida que Jesús nos dio, porque no saben hablar con Jesús. (Tampoco) tienen libertad. Unos son esclavos de la superficialidad, de esta vida difusa, los otros de la rigidez, no son libres. En su vida, el Espíritu Santo no encuentra lugar", señaló también.
Retomando estas reflexiones, en el Ángelus, el Papa recordó el pasaje del Evangelio en el cual Jesús toma la decisión de encaminarse a Jerusalén, la última meta de su camino, donde debe morir en la cruz: "Jesús, en su existencia terrena, no estaba 'tele-comandado'; era el Hijo de Dios hecho hombre, que toma en su conciencia la decisión de ir a Jerusalén, pero no la toma sólo, sino junto al Padre, en escucha profunda de su voluntad. Jesús era libre en esa decisión. Y nos quiere libres, como lo era Él, con la libertad que viene de este diálogo con el Padre".
"Jesús no impone, Jesús invita", insistió Francisco. "Si quieres lo sigues. Esto nos hace pensar en la importancia de la conciencia, de escuchar en nuestro interior la voz del Padre y seguirla".
"Dios no quiere cristianos egoístas que siguen su propio yo y no hablan con Dios", dijo el Papa. "Tampoco cristianos débiles, que no tienen voluntad, "cristianos tele-comandados, incapaces de creatividad que siempre buscan relacionarse con la voluntad de otro y no son libres", siguió diciendo.
"Jesús nos quiere libres, y esta libertad ¿dónde se construye? En el diálogo con Dios, en la propia conciencia. Por lo tanto, debemos aprender a escuchar más nuestra conciencia. Pero eso no significa seguir el propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me gusta, que me conviene, no. La conciencia es el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien, de la escucha de Dios, es el lugar interior de mi relación con El, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer", dijo Francisco.
A continuación destacó "el ejemplo maravilloso" de "cómo es esta relación con Dios en la propia conciencia", que fue el del Papa Benedicto XVI: "Cuando el señor le hizo entender en la oración cuál era el camino que debía tomar, él siguió con gran discernimiento y coraje su conciencia, es decir, la voluntad de Dios que hablaba en su corazón".