El dictador que no se arrepintió de sus crímenes

Jorge Rafael Videla encabezó del proceso militar más sangriento de la historia argentina. Condenado por delitos de lesa humanidad, sostuvo hasta el final los argumentos con los que justificó su accionar  

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 NA 162
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Videla se formó en el seno de un ejército que durante décadas se rehusó a aceptar el lugar que le guardaba la democracia. Tras graduarse del Colegio Militar como Subteniente de Infantería, asistió a la Escuela Superior de Guerra, institución que dejó con el cargo de Oficial de Estado Mayor.

A lo largo de su carrera, sirvió en la Secretaría de Defensa y fue director de la Academia Militar. En 1973 fue designado Jefe del Estado Mayor del Ejército; dos años después María Estela Martínez de Perón lo nombraría Comandante en Jefe del Ejército.

Tras la muerte del presidente Juan Domingo Perón en julio de 1974, la gestión cayó en manos de Isabelita, y no pasó mucho tiempo hasta que se evidenciara un vacío de legitimidad. La inestabilidad económica y el humor social se vieron agravados por la aparición de organizaciones armadas. La cúpula castrense vio en esa fragilidad política una oportunidad para volver a tomar el control del país.

      

El golpe de Estado se hizo efectivo el 24 de marzo de 1976. Videla fue el representante del Ejército en la Junta Militar que completaban

Orlando Ramón Agosti

y

Emilio Eduardo Massera

.

Con el pretexto de que la Argentina se encontraba envuelta en una guerra armada contra el terrorismo, el gobierno de facto desató una represión brutal, cuyas consecuencias más aterradoras se hicieron patente en la desaparición forzada de 30.000 personas y en el robo sistemático de bebés.

La dictadura se inscribió en el llamado Plan Cóndor, la estrategia coordinada que llevaron adelante los regímenes militares del Cono Sur que permitió la detención y desaparición de civiles en cualquiera de sus países.

El proceso se consolidó amparado en el estado de sitio, la censura y el silencio en torno a las violaciones de los derechos humanos.

En lo económico, la gestión de Alfredo Martínez de Hoz alentó la apertura del mercado y produjo la caída de la producción industrial y la multiplicación de la deuda externa.

En momentos en que la situación del país comenzaba a visibilizarse a los ojos del mundo, la Junta

      

Militar consiguió oxigenar las presiones con la organización del

Mundial de Fútbol

. La consagración de la selección nacional fue presentada como un logro del régimen.  De todos modos, la entrega el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel en 1980 confirmó que la comunidad internacional ya tomaba una dimensión de lo que ocurría.

Videla fue sucedido en 1981 por Roberto Viola en medio de las fisuras que revelaba la cúpula militar, motivadas en gran medida por los problemas económicos.

      

El advenimiento de la democracia le deparaba numerosas acusaciones. Pero no fue sino hasta

1985 que recibió su primera condena

–a reclusión perpetua-, en el histórico Juicio a las Juntas Militares.

A poco de comenzar su gobierno, Carlos Menem lo redimió del castigo. El indulto lo mantuvo en libertad por casi una década. Volvió a la cárcel en 1998, tras ser hallado culpable por sustracción de menores, terrorismo de Estado y otros crímenes de lesa humanidad. Luego de 38 días, le fue concedido el arresto domiciliario debido a su edad.

Diez años más tarde, una vez que los delitos contra la humanidad fueron declarados imprescriptibles, la Justicia resolvió anular ese beneficio luego de que Videla se mostrara en la ventana de su departamento de Belgrano para saludar. Entonces fue trasladado al penal de Campo de Mayo.

A fines de 2010, un tribunal cordobés lo sentenció a cumplir en una cárcel común otra condena a cadena perpetua. Fue llevado a Marcos Paz, donde finalmente murió por causas naturales.  El 5 de julio de 2012 había recibido otros 50 años  por encontrársele responsable del secuestro sistemático de bebés.

A lo largo de los años, ante la Justicia o el periodismo, Videla justificó una y otra vez su desempeño al frente del gobierno militar; nunca dijo estar arrepentido. El martes pasado volvió a desconocer a la justicia civil y se negó a declarar ante el tribunal que lo juzgaba por los crímenes del Plan Cóndor.

      

En una entrevista concedida en marzo, esbozó un crítico análisis de la realidad del país, cargó contra el Gobierno y pidió a los militares "armarse por la República".

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