Ana Belén Montes, nieta de asturianos que emigraron a Cuba y Puerto Rico, donde nació su padre, el psiquiatra militar Alberto Montes, no fue una espía cualquiera. Le cabe el honor de ser la funcionaria estadounidense de más alto rango acusada de espionaje en la historia de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) en el Pentágono, donde la catalogan de "maestra de espías".
Su privilegiada posición, a cargo de los asuntos militares cubanos, le facilitó el acceso a secretos militares que compartió con sus jefes de la Inteligencia cubana. Incluso preparó informes para el gobierno de Bill Clinton en los que le restó importancia al posible peligro del castrismo para Estados Unidos.
Nacida en una base militar de la ex Alemania del Este en plena Guerra Fría, Montes pasó los primeros años de su vida en Europa. Más tarde su padre fue trasladado a Kansas, donde se formó en distintos colegios militares y selectos internados, lo que le facilitó, años más tarde, un puesto en el Pentágono.
Según un testimonio de una de sus amigas de la universidad, Montes era una fuerte crítica de la política estadounidense hacia Latinoamérica y, por esas épocas, incluso abrazaba la causa sandinista.
"No quería ser estadounidense, pero lo era", dijo Ana Colón en un reportaje para The Washington Post, quien además compartió con ella un viaje a España.
Según una investigación del diario El País, durante su meteórica carrera, Montes recibió gratificaciones en metálico y 10 reconocimientos especiales a su labor, entre ellos un certificado especial que le entregó el entonces director de la CIA George Tenet, en 1997. Los cubanos también premiaron a su mejor alumna con una medalla, un símbolo privado que Montes nunca pudo llevarse a casa.
Cuando Montes terminaba su jornada en la DIA, comenzaba su segundo empleo en su apartamento de Macomb Street, en Cleveland Park. Nunca se arriesgaba a llevarse un documento a casa. Lo que hacía era memorizar con gran detalle lo que leía durante el día y luego reproducir documentos enteros en una portátil. Noche tras noche, durante años, vertió documentos de máximo secreto en disquetes baratos.
Según ella misma contó en su declaración frente a los investigadores, los cubanos le enseñaron incluso a fingir ante el detector de mentiras. Se desconoce si fue gracias al truco –que consistía en contraer estratégicamente los esfínteres-, pero lo cierto es que Montes pasó el detector de mentiras de la DIA en 1994, cuando ya llevaba un decenio espiando en el Pentágono.
Montes fue descubierta 10 días después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y fue más tarde condenada a 25 años de cárcel por espiar a favor del gobierno de Fidel Castro, lo que habría hecho durante 17 años, casi todo el tiempo en momentos en que fue empleada de la DIA del gobierno de Estados Unidos.
Su hermana Lucy y su hermano Tito son agentes del FBI. Aunque ambos tuvieron temor de perder sus empleos luego de la sentencia a su hermana, Lucy contó a The Washington Post que ella no se sorprendió cuando le informaron del arresto de Ana Belén y la describieron como una espía del gobierno de Cuba. "Lo creí de inmediato", dijo Lucy, quien fue premiada por el FBI por traducir informes de inteligencia de los cinco cubanos que fueron condenados por espionaje en 2001, en Miami.
En el mismo reportaje, Lucy, que es la única miembro de la familia que ha aceptado hablar con la prensa, afirmó: "No estoy de acuerdo con lo que parecen pensar muchos amigos suyos, que lo que hizo tiene una buena excusa, ni puedo entender por qué lo hizo, ni pienso que este país actuara mal. No tiene nada de admirable", dice Lucy.
De 56 años, Montes cumple actualmente el décimo año de condena en la cárcel federal de Fort Worth, donde el gobierno estadounidense mantiene a las prisioneras "más peligrosas".
La "Reina de Cuba", como la apodaban en la DIA por sus conocimientos sobre asuntos militares cubanos, reconoció su culpa y cambió una segura condena a muerte por alta traición por una condena de 25 años de prisión por espionaje.
El Servicio Central de Inteligencia (CIA) consideró, tiempo después, que Montes "fue manipulada para creer que Cuba necesitaba desesperadamente su ayuda".
De acuerdo con un artículo del diario El Nuevo Día, desde la cárcel, Ana Belén, que tiene impedido hablar con los medios de comunicación, ha señalado en correspondencias privadas que no tiene por qué disculparse y ha defendido su decisión de ayudar al gobierno de Cuba.
En una carta desde prisión a un sobrino, Montes afirmó: "Le debo lealtad a los principios y no a ningún país, gobierno o persona. No le debo lealtad a Estados Unidos, a Cuba, o a Obama o a los hermanos Castro, ni siquiera a Dios".