Con más de 100 sociedades truchas, la constructora Gotti, propiedad de Lázaro Báez, inició el camino de la defraudación fiscal. Según información oficial a la que accedió Infobae, se repiten cuevas bancarias, nombres de sociedades, escribanos e inviables financieros. Un mecanismo concreto. Una ingeniería clave de estafa al fisco que duerme en manos de la Justicia.
"Te digo una sola frase. Averigua cómo se compró Gotti. Averigua qué le pasó al viejo Gotti y decime si no son capaces de limpiar", sentenció ante las cámaras de Periodismo para Todos, Leonardo Fariña. La piedra ya estaba en el aire. Báez, en su única aparición pública, intentó despejar dudas. "Se me atribuye la muerte de una persona que es muy cara a mis sentimientos, es una barbaridad", aclaró el empresario santacruceño.
Gotti es el nombre que durante 20 años fue el sinónimo de obra pública en Santa Cruz. La historia de Gotti Hnos. arrancó con una figurita repetida. Vittorio Gotti dejó su Italia para probar suerte en la próspera Argentina y en la inhóspita Patagonia estuvo el secreto. "Papá quiso que todos nos volviéramos a Italia, pero estuve un año y me di cuenta de que acá todo es más fácil. Y después también los otros se vinieron. En esa época nos fuimos a trabajar a Río Gallegos. Íbamos a hacer un edificio y volvíamos, pero al final nos quedamos porque nos llamaban de todos lados; no había quién trabajase en la construcción. En el sur se pagaba el doble y hasta el triple por el mismo trabajo que se hacía aquí. Al tiempo nos compramos camiones, maquinarias y formamos una empresa muy grande, Luis Gotti e hijos. Claro que aquello era duro; yo trabajaba mucho a la intemperie y hasta los 32 años seguí dándole a la pala. Primero hacía de albañil y después capateaba". El relato es de Luigi Gotti, uno de los herederos del imperio. Un imperio que quedó en manos de otro.
En tiempos de Néstor Kirchner, Gotti empezó a ser la preferida del Ejecutivo provincial. Era la única con las condiciones necesarias para hacerse cargo de la infraestructura necesaria para llevar a adelante la obra pública. A mediados de los noventa cambia el sistema, se terminan los tiempos de bonanza del Banco Provincia de Santa Cruz, y la situación económica para los que dependían del Estado se volvió compleja. Nadie podía cobrar nada. Si no existía una firma poderosa, los cheques rebotaban, iban y venían. Lázaro Báez era el gerente general de la entidad bancaria. En 1981 había pedido el traspaso desde el Banco Nación y su deseo tuvo éxito.
Todos los días, Kirchner le comunicaba a Báez a quién se le pagaba y a quién no. Gotti operaba con Báez y el circuito cerraba perfecto. Fue el ex procurador, Eduardo Sosa, quien metió sus narices donde no debía: investigar carpetas de créditos que el Banco otorgaba con "privilegios". Sosa fue echado por Kirchner de una manera particular: se reformó la Constitución provincial y su cargo fue eliminado.
Gotti cobraba religiosamente cada obra pública, pero el banco emitía los pagos sin contar con la certificación de obra. Es decir, Báez pagaba por obras que Gotti, quizás, ni siquiera había comenzado.
En 1995, con el segundo mandato de Néstor en camino, arrancó el largo proceso de privatización del Banco Provincia, que se terminó de ejecutar en 1998 con el desembarco del Grupo Eskenazi. La llegada del ente privado significó el despido de 400 empleados, entre ellos parte de la cúpula, pero un arreglo entre Eskenazi y Kirchner permitió que los gerentes más importantes formen parte de la planta del Estado Provincial. Báez pasó a reportar a la Secretaría General de Gobierno, de donde cobró un sueldo hasta el 2008. Ese era su trabajo "oficial", pero Báez, en realidad, trabajaba para Gotti, y ahí empezó a inmiscuirse en el negocio de la construcción. Sus favores en el banco le permitieron llegar a ese lugar privilegiado.
El papel del empresario, que en aquellos años era apenas un gerente bancario, era clave. Era una suerte de interventor provincial en una empresa privada. Báez respondía a Kirchner, manejaba los números de Gotti y tenía injerencia absoluta en los manejos de la empresa.
En 2001, la constructora Gotti empieza a llamar la atención de la DGI, por presuntas operaciones irregulares con facturación apócrifa. Gracias a un minucioso trabajo de los sabuesos, lo presunto quedó de lado y las operaciones se descubrieron. Báez era el hombre que manejaba ese trabajo. En 2003, antes de la llegada de Kirchner a la presidencia, Báez, con el apoyo de Néstor, hace la primera oferta para quedarse con la empresa Gotti. Estaba todo cerrado, pero aparece un obstáculo: Vittorio, el dueño, no quería vender, pese a las presiones de sus hijos y del poder político. Casi sin opción, nueve días antes de la asunción del kirchnerismo en la Casa Rosada, Báez se une a Sergio Gotti, hijo de Vittorio, y crean Austral Construcciones. Gotti no soporta las presiones e intenta decretar la quiebra, y Báez entra por la ventana. Se une a Ernesto Clearens, un histórico operador bursátil que se había ganado la confianza de Kirchner manejando parte de sus números. Ahí aparece Invernes S.A, con el mismo domicilio de Austral: el bunker del pasaje Carabelas 241, en la Ciudad de Buenos aires. En su directorio aparece: Guido Blondeau, uno de los fundadores de Austral.
Invernes pasó a ser la controlante de Gotti, según quedó registrado en el libro de actas de Austral Construcciones S.A, a los que tuvo acceso Infobae. Fue la salvadora. En 2003, Gotti Hermanos pasa a ser Gotti S.A y arranca un nuevo camino, en manos de Báez. A los números de la constructora los empieza a manejar Fernando Butti, en ese entonces mano derecha de Báez y se profundizan las irregularidades en la facturación. En 2004, Vittorio Gotti muere en un accidente de autos, en una ruta chilena. La Cherokee blanca no dobla en una curva, tampoco frena. Muere el empresario junto a su mujer y un amigo de la pareja. El accidente nunca se esclareció, ni se difundieron las pericias. Sergio Gotti, oficialmente socio de Báez, asume la conducción de la empresa que fundó su padre. Camino libre.