En los últimos diez años la escuela argentina atravesó un proceso de expansión que se manifestó en sus tres niveles: inicial, primaria y secundaria. Entre 2003 y 2010 (último año del que hay disponibles datos oficiales), el total de alumnos pasó de 9.359.548 a 9.870.509.
Pero esa expansión no se manifestó en la escuela pública, cuya matrícula sólo creció en 66.041 estudiantes en ese período. En cambio, los colegios privados recibieron 444.920 concurrentes más en 2010 que en 2003.
La matrícula total se incrementó en medio millón de alumnos. De ese incremento, el 87 por ciento se volcó en las privadas.
Si bien la mayoría de los niños y jóvenes se sigue educando en las escuelas estatales, y las privadas apenas albergan al 27 por ciento del total, es notable lo que crecieron los últimos 20 años y la tendencia muestra un camino sostenido hacia la privatización del sistema.
Las estadísticas son contundentes si se considera sólo la matrícula de primero y segundo grado de la primaria: entre 2003 y 2011 el sector privado pasó del 26 al 38 por ciento.
"Donde más se nota el cambio es en los sectores populares, porque las familias de ingresos más altos ya se habían ido de la escuela pública. En el primer quintil (20 por ciento que más gana) el 86 por ciento de la matrícula está en escuelas de gestión privada. Lo nuevo es que están yendo los más pobres", cuenta Gustavo Iaies, licenciado en Ciencias de la Educación y director del Centro de Estudios en Políticas Públicas, en diálogo con Infobae.
"En los colegios secundarios el proceso es menos pronunciado. Lo que se nota es que la pirámide de la educación privada se ensancha hacia abajo. Esto hace prever que de acá a unos años la matrícula va a haber crecido mucho", agrega.
¿Cómo se explica que en un período en el que Argentina pasó de invertir en educación menos del 4 por ciento de su PBI a más del 6 por ciento, convirtiéndose en el país que más invierte en la región, no haya mejorado el nivel de la escuela pública?
"Es un fenómeno que arranca hace 20 años, aunque se profundizó desde 2003. Sin embargo, para el Gobierno no existe como problema. Tiene un enfoque en el que lo único que existe es la educación pública y trabaja para ella, pero sin advertir que su trabajo no ha sido eficaz", responde a Infobae Mariano Narodowski, doctor en Educación por la Universidad Estatal de Campinas y ex ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires entre 2007 y 2009.
Paros y ausentismo docente
"En las privadas está más protegida la idea de que los chicos tengan clase todos los días en todas las horas. Ahí hay que meter en el mismo paquete la huelga y el ausentismo docente. La primera es más notoria, pero no son tantos días como los que representa el ausentismo", explica Iaies.
Si bien los paros por reclamos salariales acaparan la atención mediática porque reducen los días de clase de los chicos, el ausentismo es un problema más grave. No sólo porque hace que los alumnos pierdan muchas más horas, sino porque es algo permanente, que no depende de que el Estado haga una mejor o peor oferta a los gremios.
"Las tasas de ausentismo docente en el sector privado son mucho menores. Si eso redunda en una calidad educativa superior, no lo sé. En algunos casos sí, en otros no. Pero cuando los padres llevan a sus hijos a la escuela hay un docente que los está esperando. Y la sensación del padre es que si tiene un docente, algo aprenderá", afirma en diálogo con Infobae Guillermina Tiramonti, master en educación, ex coordinadora del Área Educación y Sociedad de la FLACSO, y directora de la revista Propuesta Educativa.
"Es un problema que se debe a una serie de factores. En la base de todo hay una profunda insatisfacción de los docentes, que no tiene que ver principalmente con los salarios. Hay una sensación de que lo que enseñan no sirve para mucho, lo que lleva a bajar los brazos, a pensar que a la escuela se va a zafar y que hay que jubilarse lo antes posible", explica.
"Además, el sistema establece ciertos hábitos perversos -continúa Tiramonti-: por ejemplo, los profesores de secundaria pueden tener a su cargo un número de horas mucho mayor del que efectivamente pueden dar. Por lo tanto, tienen que hacer malabarismos para ver a dónde faltan o dónde piden licencia. Esto genera insatisfacción de por sí, porque no se puede dar bien clase si hay que dar 12 horas por día".
Pero las medidas que se toman para afrontar el ausentismo suelen ser paliativos, como exigir a los maestros que dejen preparados trabajos y ejercicios para que los alumnos se entretengan durante su ausencia.
Las políticas potencialmente efectivas son otras. "En la ciudad de Buenos Aires -dice Tiramonti- algo se está haciendo a través del sistema de docente por cargo. Implica que el profesor tenga una concentración horaria en una escuela y cobre por las horas que da y por una serie de horas de trabajo que tiene en la institución, pero que no son frente a los alumnos. Entonces, puede tener uno o dos cargos, y nada más. Esto evita el docente taxi que da 60 horas por semana y le garantiza a la escuela que hay un docente disponible para constituir un equipo y hacer un plan institucional".
Más allá de las consecuencias que tiene para la calidad educativa, el ausentismo docente tiene un efecto tanto o más preocupante: la amenaza de descontrol. En el contexto de instituciones que de por sí tienen bajos niveles de control y de presencia de las autoridades, cursos que pasan varias horas por semana sin un profesor al frente pueden volverse ingobernables.
"La escuela privada ofrece un marco de contención que la escuela pública no logra brindar, porque atraviesa un proceso de desinstitucionalización. Los padres sienten que no es un espacio adecuadamente regulado", sostiene Tiramonti.
Calidad educativa
"Los padres perciben que la exigencia es mayor en los colegios privados, pero es una suposición difícil de probar porque no hay evaluaciones claras. Hasta acá, las evaluaciones muestran que la diferencia entre privadas y estatales no es mayor que la diferencia social entre el público que asiste a unas y a otras. Lo malo de esto es que mostraría que la escuela no está disminuyendo la desigualdad que existe en la sociedad. Lo bueno sería que no lo está aumentando. Pero uno espera de la escuela que sea capaz de generar más equidad", dice Iaies.
Es muy difícil probar si efectivamente un alumno aprende más en un colegio privado que en un público. Cualquier comparación entre los sectores se hace difícil porque hay mucha variabilidad entre un establecimiento y otro.
Lo que sí parece es que algunas privadas pudieron sortear mejor que las estatales la crisis institucional que sacude a la educación desde hace algunas décadas.
"En el sistema público, las instituciones tienen poca capacidad de regular el trabajo de sus docentes, que, por ejemplo, pueden tomarse todas las licencias y faltas que les permite el estatuto. En ese punto, las escuelas privadas están en una situación muy diferente. Si faltás, se acabó. Pero además pueden elegir a sus docentes, armar equipos que cooperen entre sí, y una serie de cosas que generan otro ambiente escolar y otro compromiso", explica Tiramonti.
"Tendría que haber una política hacia los gremios para modificar este tipo de reglamentación perversa, pero no se ha hecho nada al respecto. Estoy de acuerdo con que los docentes pidan aumento de salario, porque constituye la base necesaria para reclamarles ciertas responsabilidades. Pero después hay que efectivamente reclamarles esas responsabilidades", agrega.
Los riesgos de la privatización del sistema educativo
Son bastante claros los principales motivos por los que, aquellos padres que pueden, deciden formar a sus hijos en el circuito privado. Lo que parece menos evidente es por qué los Gobiernos nacionales y provinciales aceptan sin decir nada el tránsito cada vez más intenso del sistema estatal al no estatal.
"Hay dos elementos: uno simbólico y otro económico. El simbólico es que, por el peso de la escuela sarmientina, que tenía sólo un 10 por ciento de educación privada, la dirigencia política actúa como si esa realidad siguiera estando vigente. El económico muestra que la privatización de la educación es eficiente para el Estado, aún teniendo que pagar subsidios: si todos se pasaran a la pública, el sistema colapsaría porque no habría financiamiento para todos", asegura Narodowski.
Con una tendencia creciente y la literal omisión de los gobernantes, parece inevitable la pronta privatización del sistema educativo argentino. Esto no sería necesariamente negativo, pero requeriría de una intensa supervisión estatal para garantizar que todos accedan a niveles mínimos de calidad educativa.
"Un sistema privatizado -dice Narodowski- tiene consecuencias de segregación socioeconómica, porque hay muchas escuelas privadas en las que hay que pagar cuotas altas, lo que deja a muchos sin la posibilidad de ingresar. Lo ideal sería que los que pueden pagar y los que no se eduquen juntos, porque eso beneficiaría a ambos".
"Pero Argentina ha avanzado hacia un sistema cada vez más inequitativo. Eso lo muestran las pruebas PISA. Y creo que el crecimiento del sector privado por la huida del público empeora la situación, porque los colegios estatales terminan quedando focalizados en la población más vulnerable, que es la que tiene menor capacidad de demanda. Es un sistema educativo que encierra a los pobres con los pobres", concluye Tiramonti.