El día que medio hombre derrotó a Inglaterra

La flota de la Corona fue humillada en una batalla hispano-americana –anterior a la fracasada invasión de Buenos Aires en 1806- pero tan olvidada que los británicos pudieron ocultarla y hasta acuñar medallas en honor a una victoria que no existió

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Al vasco Blas de Lezo (1689-1741) le faltaba una pierna, un ojo y una mano, pero le sobraba cabeza y coraje: en un combate totalmente desigual contra una de las flotas más impresionantes jamás reunida, aquel teniente general de la Armada ibérica salvó al Imperio español al infligirle a Inglaterra una humillante derrota. Sucedió en Cartagena de Indias, hoy Colombia, por aquel entonces un puerto estratégico para la Corona española.

Tan llamativa como esta victoria es su ocultamiento y tergiversación posterior, al punto que el derrotado almirante inglés Edward Vernon -relevado y expulsado de la Marina en 1746-, está de todos modos sepultado en el panteón de los héroes en la Abadía de Westminster y, en un disimulo muy británico, su epitafio dice: "Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria". Una gran mentira.

Que el rey Jorge II haya ordenado no hablar ni escribir sobre esta batalla es entendible. No lo es que también los españoles la hayan dejado en la oscuridad, así como al hombre cuyo coraje hizo que una invasión destinada a poner fin al Imperio Español en América acabara en una costosísima e inesperada derrota. Tan inesperada que la Corona ya había acuñado medallas conmemorativas en las que un Lezo con dos piernas se pone de rodillas frente al "vencedor" británico... Lo que se dice un papelón.

En el frente de la medalla conmemorativa, puede leerse: El orgullo español humillado por el almirante Vernon. Y en el reverso: Auténtico héroe británico, tomó Cartagena en abril de 1741.

La increíble historia de un héroe al que nadie agradeció

A los 27 años, Blas de Lezo ya había dejado medio cuerpo en los campos de batalla: una bala de cañón le arrebató la pierna izquierda, que le fue amputada por debajo de la rodilla, cuando tenía sólo 17 años y acababa de recibir su bautismo de fuego. Más tarde, una esquirla le voló un ojo y por último una bala de mosquete se llevó su mano y antebrazo derecho. De ahí los motes de Almirante Patapalo, Almirante Una Pierna y Mediohombre con que sus contemporáneos lo habían bautizado. Nada de eso le impidió hacer una brillante carrera militar. En 1734 ascendió a teniente general y poco después fue enviado a Cartagena de Indias como comandante general.

El almirante inglés Edward Vernon sitió esa plaza el 13 de marzo de 1741 con una flota compuesta por más de 180 embarcaciones (entre naves de combate y transporte) y 31.400 hombres. Los españoles defendían Cartagena con 6 navíos y 3.000 hombres. Pero el resultado fue desastroso para los ingleses que tuvieron más de 8.000 bajas y se retiraron totalmente vencidos.

Desde el año 2001, cuando descubrió que en España no existía una biografía de Lezo y que había muy pocas menciones a su proeza en los manuales, el ex diputado y ex senador colombiano

viene haciendo denodados esfuerzos por rescatar a

del olvido y colocarlo en el lugar de la historia que se merece. El resultado de su trabajo es el libro

, editado por primera vez en 2005 y luego nuevamente en 2006 y 2008.

Algo más reciente es La conjura de la mentira (2009), cuya particularidad es que fue escrita por Ramiro Ribas Narváez, descendiente directo de Blas de Lezo.

Además de estos libros, en los últimos años se nota en España un esfuerzo por reparar este olvido: ha habido actos de homenaje en Guipúzcoa (de donde era originario Blas de Lezo), se han publicado artículos y se han subido a la web videos sobre aquellos 67 días de asedio a Cartagena y están dando vueltas proyectos de llevar su vida al cine.

La batalla cultural

Lo cierto es que tanto o más impresionante que esta historia es su posterior olvido, especialmente por parte de los propios españoles que poca gratitud le han profesado a este marino y escasa atención a la extraordinaria aventura que protagonizó en Cartagena de Indias, donde una flota inglesa, mucho mayor que aquella legendaria Armada Invencible española, no pudo frente al coraje de un reducido grupo de hombres, en una jornada que anticipó a la heroica resistencia de Buenos Aires a un intento similar de ocupación en 1806 y 1807.

Aunque parece iniciado el camino de su reivindicación, la figura de Blas de Lezo y la victoriosa defensa de Cartagena de Indias en 1741 siguen siendo desconocidos para el gran público. Queda mucho camino por recorrer para llenar este hueco de memoria y equiparar a los ingleses en la promoción constante que hacen de sus glorias (reales o imaginarias), como buenos maestros en la guerra psicológica y cultural que son.

La de Cartagena no fue sólo una derrota; fue una terrible humillación, sobre todo considerando la superioridad abrumadora de las fuerzas británicas y el bochorno de haber festejado por anticipado el triunfo. Pero los ingleses se las arreglaron para ocultar el hecho, ayudados por la desidia y la falta de conciencia histórica de sus oponentes.