El día que la radio anunció el fin del mundo

Fue en 1938. Hubo pánico y corridas cuando el célebre Orson Welles transmitió, en forma de radioteatro, la novela La Guerra de los Mundos, que relata una invasión marciana

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Buena parte del público creyó que lo que estaba escuchando era cierto. Cabe señalar que Welles transformó el argumento del escritor Herbert George Wells (H. G. Wells) en un show musical radial interrumpido por boletines informativos y flashes urgentes, lo que le dio un toque de realismo a su adaptación que pudo llevar a muchos a la confusión.

El célebre actor y director tenía un programa llamado Mercury Theater on the air, en la Columbia Broadcasting System (CBS) en el cual adaptaba obras literarias en forma de radioteatros y los interpretaba él mismo con su troupe teatral. El programa era retransmitido por repetidoras a todo el país. Por lo general, Welles presentaba clásicos como Drácula de Bram Stoker o 20 mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne.


Aquel 30 de octubre de 1938, en vísperas de la Noche de Brujas (Halloween), le tocó el turno a La guerra de los mundos, y aunque al comienzo del programa se explicó que era ficción, los oyentes que se sumaron en el transcurso de la emisión se dejaron confundir por la lectura de cables que interrumpían la programación musical supuestamente emitida desde el Hotel Meridian (parte del guión imaginado por Welles) donde tocaba una orquesta. En un momento dado, hasta suenan los acordes del tango La Cumparsita.


Si se escucha la grabación completa, es entendible que alguno se pudiera confundir. Se dice que hasta hubo llamadas a la policía de personas que aseguraban haber visto a los marcianos invasores.

Orson Welles, que en ese entonces sólo tenía 23 años, ganó popularidad con este acontecimiento. Y fue un fenómeno de ida y vuelta: la fama posterior del actor y director agigantó la leyenda de aquel día de terror.

Existe quien cuestiona la amplitud del fenómeno y asegura que es más lo que tiene de mito urbano que de realidad. Hay que señalar que el episodio es objeto de estudio en algunas facultades de periodismo: se lo exhibe a modo de prueba de la potencia que tiene la radio como medio de comunicación.

El sociólogo francés Pierre Lagrange hizo una exhaustiva investigación sobre este caso y asegura no haber encontrado pruebas de un pánico masivo. Escribió incluso un libro: ¿La guerra de los Mundos tuvo lugar? (2005).

La crónica del día siguiente decía que el pánico causado por el radioteatro de Welles generó embotellamientos, accidentes de tránsito, avalanchas humanas, agolpamientos frente a comisarías, hospitales e iglesias, además de suicidios, abortos e infartos.



Cómo fue el programa


La primera "interrupción" del concierto fue para informar que se veían luces extrañas en la superficie de Marte. Más tarde, un boletín comunicó la caída de un meteorito en Nueva Jersey. La radio enviaba entonces al lugar de los hechos a su cronista, acompañado de un astrónomo, el profesor Pierson, interpretado por Orson Welles. Desde la granja donde cayó el objeto que resulta ser una nave espacial, el corresponsal de la radio seguía informando, entrevistando testigos, brindando detalles de todo lo que veía, hasta que, luego de transmitir los gritos de las primeras víctimas de los marcianos que emergían del extraño aparato, caía él mismo víctima de los invasores y se interrumpía su transmisión…


Lagrange dice que si bien algunos oyentes llamaron a la radio o a la policía fue porque dudaron de lo que estaban escuchando y querían informarse. Pero lo cierto es que la policía llegó a los estudios de la CBS en Nueva York antes de que terminara el programa.


Al día siguiente, hubo títulos catástrofe en los diarios. The New York Times: "Oyentes en pánico confunden una ficción sobre la guerra con la realidad". The Boston Herald: "Una pretendida invasión marciana sumerge al país en el pánico". The Southbridge News (Massachusetts): "Un pánico colectivo se apodera de la ciudad y del país tras una emisión radial sobre La guerra de los mundos".

Lagrange asegura que allí nació la leyenda y que los diarios se replicaron unos a otros sin que nadie haya vuelto a verificar la amplitud del supuesto pánico.


Hubo, según él, exageraciones tales como que algunas personas permanecieron durante días en la montaña donde se refugiaron para ponerse a salvo de los invasores. La historia fue creciendo como bola de nieve al punto de que gente que ni siquiera escuchó el programa creía haberlo hecho, dice el sociólogo en su libro.

Para explicar este fenómeno de autosugestión, Lagrange cita al psicólogo social Muzafer Sherif, quien demostró cómo un individuo, presionado por un grupo, puede llegar a ver otra cosa que lo que está viendo en realidad.


También asegura Lagrange que fue la fama posterior de Welles la que sostuvo ya agrandó la leyenda en el tiempo. Un tercer ingrediente fue la satisfacción de la gente de radio de poder exhibir su influencia en el público.

Finalmente, sostiene, fueron los intelectuales quienes creyeron que, de golpe, los estadounidenses se habían vuelto totalmente irracionales. Utilizaron esta historia para demostrar que el pueblo era una masa informe y estúpida, capaz de dejarse llevar de la nariz por cualquiera. "Fueron las personas cultas, las que en general son garantes de la verdad y de lo que es considerado como racional o no, las que se sumergieron como un solo hombre en esta idea de que el resto del mundo está formado por gente estúpida dispuesta a creer cualquier cosa", dijo Lagrange.


Pese a todo, a la luz de lo que sucede actualmente, cuando vemos que cientos de personas peregrinan hacia sitios supuestamente "especiales" para esperar un fin del mundo que, según todos los expertos, ni los propios mayas habían pronosticado, no resulta del todo inverosímil la historia del pánico desatado por el talentoso Orson Welles.

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