Cuando la mayoría de las personas piensa en un genio, se le viene a la mente la figura de Albert Einstein. Será quizás por ello que cuando murió en Princeton, Nueva Jersey, en 1955, se decidió sustraerle el cerebro para posteriores investigaciones. La decisión fue aprobada por su hijo y sus herederos.
El estudio se basó en las imágenes que le fueron tomadas a la corteza cerebral de Einstein tras su deceso desde "ángulos poco convecionales", según aseguró la antropóloga Dean Falk, de la Universidad de la Florida, y como lo consigna el diario El País de España. Para su análisis, el órgano debió ser dividido en 240 partes.
Las muestras fotográficas fueron distribuidas –en aquel entonces–entre casi 20 investigadores, pero muchas de ellas se perdieron. Incluso, se cree que alguna está en la Argentina, entre otros países.
La investigación fue finalmente divulgada por una reconocida revista científica: Brain: a journal of Neurology.
Sin embargo, a pesar de lo que se creía, el cerebro de Einstein no era excepcionalmente grande y pesaba igual que cualquier otro. La diferencia radicaba –según el estudio– a que las fotografías "han revelado que el cerebro no tenía forma esférica. El lóbulo parietal inferior izquierdo es más grande que el derecho, mientras que el lóbulo parietal superior aparece más marcado en el hemisferio derecho de su cerebro".
Según el estudio, esto habría sido lo que diera al brillante científico las características que lo situaban por encima de los demás. "En esta área es donde se dan los procesos de razonamiento. Los pliegues aquí son muy densos, lo que proporcionaba al científico un talento único para visualizar objetos y resolver problemas con los ojos cerrados".