Pocos días después del 24 de marzo de 2006, cuando Miguel murió, Capitán decidió abandonar la casa donde vivía, en la ciudad cordobesa de Villa Carlos Paz. El perro que él había llevado al hogar como una sorpresa para su hijo, a pesar de la tibia oposición de Verónica, su esposa, se fue sin rumbo cierto ante la inaceptable ausencia de su amo.
Al tiempo volvió, olfateó cada rincón y se fue. "Se quedó un tiempo viviendo afuera, a unos metros, a mitad de cuadra de la casa", cuenta Verónica.
Evidentemente, al ver que Miguel no regresaba, el perro, un mestizo con algo de ovejero alemán, lo fue a buscar. Claro que al ver que ya no estaba en la calle, Verónica y su hijo, Damián, lo pensaron muerto, o adoptado por otra familia.
Sin embargo, su destino no había sido ninguno de los que ellos pudieran imaginar: "Cuando fuimos con mi hijo al cementerio, lo encontramos ahí. Damián comenzó a gritar que era Capitán y el perro se nos acercó ladrando, como si llorara", relató Verónica al diario La Voz.
Cuando ya fue tiempo de regresar al domicilio, ambos quisieron recuperar a Capitán, con la idea que volviera al calor y la seguridad del hogar. Pero tras varios intentos frustrados de arrastrarlo hacia la casa, aceptaron su deseo. Capitán se quedó en el cementerio, con Miguel.
Nadie aún se explica cómo, si Miguel murió en el hospital de Carlos Paz y su cuerpo fue trasladado desde allí a una casa velatoria, muy lejos de su vivienda, el perro supo dónde descansaban los restos de su dueño. Según el relato de la familia, ni ese día ni ningún otro el perro los siguió hasta el cementerio.
"El domingo siguiente volvimos a visitar la tumba de Miguel y el perro estaba ahí. Esa vez nos siguió, en el regreso, porque habíamos ido caminando. Se quedó un rato con nosotros en casa pero después volvió al cementerio", cuenta Verónica. Hoy, definitivamente, el cementerio es el hogar de Capitán. Y así lo avalan varios testimonios.
Marta vende flores allí y asegura que el perro llegó en enero de 2007. "Tenía una pata delantera quebrada. Llamamos al veterinario, le dimos antiinflamatorios y los chicos le entablillaron la pata. Se ha hecho querer y come lo que le damos", afirma.
"Se ve que quería mucho a su amo, hace muchos años que está acá. Va a su casa, pero vuelve. Muchas veces lo quisieron llevar pero se viene para acá", señala.
Aquella Verónica reticente a la presencia de un animal en la casa, admite que ahora le produce mucha emoción verlo. "Todos me dicen que es una gran historia. Yo creo en la fidelidad del perro. Pero ahora lo veo con mucho más afecto. Me da mucha ternura. Nunca lo voy a comparar con mi esposo pero siento que él está con mi marido", expresa.
Su hijo, Damián, tiene ahora 13 años y también era dueño del perro, pero aceptó su voluntad sin rencores. "Cuando lo trajimos era chiquito. Yo también era chico y me encontré con la sorpresa de que mi papá había traído ese regalo", recuerda. "Lo quise traer a casa varias veces pero él se vuelve al cementerio. Si quiere estar ahí, me parece bien que se quede: está cuidando a mi papá", asegura.
Una madrugada, Capitán llegó a la casa alrededor de las 4. "Había familiares y uno de ellos me avisó que tocaban la puerta. Cuando salí, lo vi. Entró, se quedó un rato pero después quiso irse", cuenta Verónica.
Héctor Baccega es el director del Cementerio municipal de Villa Carlos Paz. No sólo da crédito a esta historia, sino que además, añade un elemento que la hace aún más increíble: "El perro apareció acá solo y dio vueltas por todo el cementerio, hasta que llegó también solo a la tumba de su dueño. No lo llevó nadie hasta ahí. Y eso no es todo: cada día, a las seis de la tarde, va y se acuesta frente a esa tumba", precisa.