El éxito resonante de la novela Cincuenta sombras de Grey, en particular entre el público femenino, ha llevado a algunos a sacar al menos dos conclusiones. Una es que el soporte electrónico facilita el consumo de este tipo de literatura al ofrecer anonimato, al menos respecto al entorno inmediato –el vecino en el tren u ómnibus no sabrá lo que se está leyendo, ni habrá que compartirlo obligadamente con el novio o marido-, además de que se evita el momento embarazoso de ir a pedir un título hot a la librería.
La segunda conclusión es que la pornografía es más bien, si no exclusivamente, cosa de hombres, mientras que las mujeres se inclinarían más por las historias de sexo inscriptas en algún argumento o contexto más sentimental. ¿Es realmente así? ¿Y a qué se debe esto?
"A diferencia del hombre, la mujer necesita palabras; la palabra es lo que le da un tinte erótico al amor femenino, dice la psicóloga Any Krieger, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Hay una diferencia entre el hombre y la mujer en relación al mundo de la sensualidad: podríamos decir que, aún en esta época tan cínica en la cual el amor está fuera del juego de la sexualidad, el aparato psíquico de la mujer insiste en la búsqueda del amor".
Para otros dos especialistas consultados, existe incluso una explicación de tipo antropológica.
"Simplemente, por una herencia animal, los hombres dan preferencia a lo visual. En el mundo animal, escrutan el horizonte, en busca de comida para la cría y vigilan a los enemigos naturales", explica el sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff.
El médico psicoanalista Harry Campos Cervera coincide: "Culturalmente, es cierto que para el hombre la imagen tiene mayor fuerza como estímulo sexual que para la mujer. Y en la mujer es mucho más importante de algún modo la fantasía, el 'verso'. No es que una conducta sea mejor o peor, sino que en el programa biológico el hombre normalmente estaba organizado en manada, iba moviéndose, mientras que la mujer tenía que cuidar la cría, entonces tenía que tener una estructura mayor y la fantasía da una estructura mayor".
Campos Cervera hace la salvedad de que estas tendencias pueden evolucionar: "Digo culturalmente porque esto va cambiando, al ir igualándose las condiciones de género, no sé si por conveniencia biológica o por identificación, hoy en día, por ejemplo, las mujeres comentan 'qué linda cola tiene este señor'".
También Krieger hace referencia al "verso", como vimos: "El amor de la mujer es erotómano, dice, ella necesita palabras. Entonces lo que antiguamente se llamaba en lunfardo [el argot de Buenos Aires] guitarra o chamuyo, términos que aluden a la conquista amorosa del hombre hacia la mujer, esto se puede traducir perfectamente a las novelas sentimentales en las cuales el sexo no queda desligado de la palabra". "El hombre es más visual, insiste Krieger. Para la mujer lo que vale es la palabra, lo simbólico, el mundo simbólico, la novela es una narración simbólica en la cual la mujer encuentra un lugar donde se identifica con el sujeto amado y con el que puede amar".
Novelas como El amante de Lady Chatterly o los Diarios de Anaïs Nin y filmes como Nueve semanas y media (que en mucho parece haber inspirado a la autora del bestseller citado más arriba) se inscriben en un género que las mujeres prefieren en lugar del sexo explícito que caracteriza a la pornografía.
"Esto es así, dice Kusnetzoff, simplemente porque las mujeres –a diferencia de los hombres- tienen preferencia por la suavidad, las caricias y todo lo que tenga que ver con lo que rodea a la genitalidad".
¿Con qué finalidad consumen ellos pornografía y ellas erotismo?
"Puede que la finalidad sea la misma, pero los canales para llegar a ella, son casi siempre, muy diferentes. Y eso es motivo de malos entendidos y conflictos", advierte Kutnezoff.
¿La diferencia entre pornografía y erotismo es sólo de grado? Piénsese por ejemplo en Historia de O, donde la trama es fuerte, incluyendo una relación de sadomasoquismo que hace empalidecer la trama de Cincuenta sombras de Grey, en la cual el protagonista propone un contrato de sumisión sexual a su amante.
"Aún así, no es pornografía y por eso es preferida por las mujeres, porque la pornografía es absolutamente genital y otras novelas, o historias, sin dejar de serlo, abordan la temática desde ángulos mucho más indirectos, preferenciales para la mujer", dice Kusnetzoff.
Campos Cervera considera que "es una diferencia entre lo discursivo y la imagen". "La pornografía –agrega- se transforma inmediatamente en algo repetitivo, casi como un oficio religioso donde se reitera siempre el mismo gesto. El erotismo tiene más que ver con el desarrollo de la fantasía y sitúa la dimensión de lo sexual en un plano más humano que es lo psicosexual. Mirar por ejemplo un pene erecto es una fantasía identificatoria en un determinado momento pero se satura en sí misma… La mayor parte de las mujeres no quiere mirar pornografía y la mayor parte de los hombres sí, pero por ahí de lo erótico participan en igualdad de condiciones porque lo erótico es el despliegue de la fantasía y ésta es un condimento absolutamente necesario de la sexualidad".
El cree que el formato e-book puede ser "liberador", pero sólo para mujeres de cierta edad: "Sería interesante ver qué grupo etario es el que leyó esta novela; para las mujeres más maduras puede tener más relevancia esto del anonimato que para las muchachas jóvenes. Me da la impresión de que la novela en cuestión apunta a la posibilidad de desarrollar más la liberalización de la mujer en su búsqueda sexual".
¿Puede ser un escapismo en la mujer el consumo de este tipo de literatura?
"Sí, pero en ese caso no estaría mal, dice Any Krieger; es el mundo de la fantasía, pero no es virtual, es real; si justamente esta es una época en la cual lo que más prima es lo virtual, el hecho de que aparezca un libro que sea una narrativa acerca de cómo una mujer se siente cuando es seducida y cuando entra en una relación es algo que a nivel fantasía enriquece el alma, no es malo, no es el mundo de la tecnología, es el mundo de lo simbólico. Además puede ser algo para sí o para compartir. Y si la mujer como lectora se beneficia con todo ese mundo de novela y eso la puede reconfortar, lo va a volcar a la pareja".
Sobre esto, Kusnetzoff insiste en advertir que la diferencia en las preferencias puede ser motivo de discordia: "A veces se comparte. Pero en ocasiones genera conflictos, agresividad y peleas. Todo, motivado por el hecho de ignorar las preferencias marcadas de uno y otro sexo".